Debo a Luis Rubio y su lista anual de los libros que más le interesaron en 2024 el haber leído hace semanas Un tal González, de Sergio del Molino. Este autor español también tiene el muy recomendable Los alemanes.
Del primero, que es mucho más que una novelada biografía de Felipe González, reproduzco líneas que vienen a cuento con los trabajadores en México y la inminente reforma al Infonavit.
“En 1988 se divorciaron los sindicatos. Por eso el 14 de diciembre fue un gran día para la democracia, porque en él se consumaba el fin de una de las amistades que fueron imprescindibles para el antifranquismo, pero eran imposibles para la democracia”, dice Del Molino.
El autor expone el final de una alianza histórica entre el PSOE, el partido al que González llevó al poder y que hoy de nueva cuenta gobierna en la península ibérica, y el Sindicato Unión General de Trabajadores y Trabajadoras de España.
“Si todos los que se amaban en el fin de la dictadura hubiesen perseverado en su amor ya avanzada la democracia, ésta nunca habría devenido tal”, concluye Del Molino.
La reforma al Infonavit tiene un eje: se afianzaría con ese cambio legal la pretensión del gobierno de Claudia Sheinbaum de que ese instituto haga medio millón de viviendas. Para tal efecto, se pretenden aumentar las capacidades del director que designó la Presidenta.
Lo anterior dio pie a una álgida discusión. La idea de modificar una gestión donde históricamente eran iguales las autoridades gubernamentales con las designadas por las representaciones de trabajadores y empresarios sacó chispas.
El debate pronto se fue por otro lado. Con tino mediático, la oposición denunció que el gobierno pretendía apropiarse de los más de 2 billones de pesos que están en la panza del Infonavit, fondos que pertenecen a los trabajadores.
Tal argumento fue combatido por el gobierno con mañaneras donde se ha ventilado corrupción ocurrida en varias administraciones del Infonavit (de tiempos de PRI y PAN, pero igual del sexenio pasado). No se trata de casos tan novedosos, pero sí básicamente impunes.
Así, y con negociaciones que podrían ser más cosméticas que reales, Palacio Nacional logró aquietar a los sindicatos (y parece que también a los patrones), y hoy ya se dice que la reforma dejará contentos a todos, pues “no se tocará” el esquema tripartita.
Ayer mencioné aquí que el problema es que los sindicatos (los patrones no se diga) no ven por los trabajadores. Así había sido en tiempos del PRI y del PAN. Así es ahora. Sindicatos que operan para la Presidencia, no para sus representados.
Morena tuvo el acierto político, en términos de capturar más poder, de cooptar a la vieja usanza a las centrales obreras, y a los gremios magisteriales, petroleros, etcétera. En este movimiento no hay sectores como era con el PRI, pero es prácticamente lo mismo.
La reforma al Infonavit se hará y ya negociaron para dejar tranquilos a los representantes de los trabajadores y de los empresarios…. Pero ¿eso incluye cuidar a los trabajadores?
Los representantes obreros y patronales permitirán al gobierno hacer casas, y si éstas no sirven o están lejos o no son lo que necesitan los trabajadores, ni modo. Ellos, empresarios y sindicatos, se allanaron, y al fin y al cabo el costo de la nueva aventura se pagará con las cuotas.
A los trabajadores les iría mejor si los sindicatos enfrentaran al gobierno. Pero no estamos en otro país. Como en el ejemplo citado en Un tal González: hay alianzas que no son necesariamente lo mejor para la democracia.