Apenas lleva 11 días al frente de la Casa Blanca, pero este segundo mandato de Donald Trump pareciera que ya tiene una década.
En cuanto puso un pie en la Oficina Oval, el mandatario de Estados Unidos cambió de un tirón políticas públicas y, de paso, la percepción de lo que es permisible y hasta públicamente aceptable.
Basta ver a Elon Musk con su saludo fascista, o a Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional de EU, que día tras día deshumaniza a los migrantes al referirse a ellos como “basura” cada vez que, perfectamente peinada, maquillada y uniformada, encabeza una redada en Nueva York.
Actitudes como esas —que hace no mucho eran impensables e inmediatamente eran condenadas y exhibidas— ahora son normales y hasta aplaudidas y justificadas.
En la década de los noventa, Joseph P. Overton, un politólogo libertario del conservador Centro Mackinac para Políticas Públicas, intentó explicar estos cambios y cómo es que una idea que era inaceptable termina por normalizarse y convertirse incluso en una política pública. Overton murió en un accidente aéreo en 2003, pero su teoría, que se conoce como La Ventana de Overton, arroja un poco de racionalidad a la nueva era de un Donald Trump recargado.
Según Overton, cada momento en la historia viene acompañado de un conjunto de ideas, políticas y costumbres que establecen el margen de acción de mandatarios y servidores públicos. Este marco determina qué es válido y qué no, pues está fuertemente regulado por la opinión pública, por lo que si un político propone medidas o ideas fuera de los límites, perderá el apoyo popular.
Pero las cosas pueden cambiar. De acuerdo con el postulado, el movimiento de la ventana que sirve como marco de referencia pasa por cinco etapas: de lo impensable a lo radical, de lo radical a lo aceptable, de lo aceptable a lo sensato, de lo sensato a lo popular y de lo popular a lo político.
Una teoría marginal y descabellada, como la de los antivacunas, se puede convertir en una opinión popular e incluso en política pública, como lo demuestra la nominación de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud, a pesar de que relacionó las vacunas con el autismo.
Con el ascenso de los populismos de izquierda y de derecha en todo el orbe y la fluidez de la comunicación y las redes sociales, los límites de lo impensable se han ensanchado o se han hecho cada vez más diluidos. La ventana de lo que es permitido se desplaza más rápidamente y en distintas direcciones, lo que da cabida a discursos que antes eran inimaginables.
A Trump siempre se le reconoce como un político que supo leer muy bien y capitalizar el descontento de la gente para movilizar a la población a través de su narrativa populista, reflejo del estadounidense promedio, que se siente olvidado y al margen de la política de Washington. Pero el magnate también hizo eco de los más oscuros sentimientos de una población resentida, como lo son el odio y el racismo, tremendamente arraigado en EU.
No cabe duda que la ventana de lo permisible se ha movido y la evidencia de esta transformación está en todos lados.
Lo peor es que hemos perdido la capacidad de asombro.
Sotto voce
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