El título es alusión a la famosa frase que está en la Estatua de la Libertad: “Bring me your tired, your poor, your huddled masses yearning to be free”.
El problema es que ahora es a la inversa. La francesa neoyorquina ya no puede recibir más pobres y cansados. Sus gobernantes necesitan enviarlos a “terceros países seguros”. Por ejemplo, México.
Leí un artículo extraordinario de Daniel Batlle, un investigador en el Instituto Hudson. Lo publicó el periódico Dallas Morning News el 28 de enero. En él, Batlle (así se escribe, con 2 eles y solamente una ‘t’), explica que la política migratoria del presidente Trump, llena de deportaciones rápidas y sorpresivas, puede tener efectos distintos a los deseados, sobre todo en relación al crimen organizado y al tráfico de drogas letales como el fentanilo.
Battle cita un artículo académico reciente, que ya habíamos traído a colación en esta columna, porque uno de los coautores, de manera póstuma, fue nuestro amigo: Alejandro Hope, QEPD. En estos días hubiera sido su cumpleaños, si mal no recuerdo. Este artículo se publicó en la revista Science (ahí nada más). En él, Hope y sus colegas del Complexity Science Hub de Austria estiman que los cárteles necesitan alrededor de 360 nuevos miembros por semana para mantener sus operaciones funcionando. De hecho, el artículo de Hope y colegas afirma, sin mucho temor a equivocarse, que como industria, los cárteles son el quinto empleador del país, y que, si quieres detener las operaciones de estas mafias criminales, es necesario parar el reclutamiento. Incidentalmente, el reclutamiento también es una de las facetas de estas empresas de crimen que más costos sociales tiene en México.
Mandar a una bola de gente que no la debe ni la teme, y cuyo pecado es no haber sacado papeles para vivir en Estados Unidos, es una gran noticia para los criminales. Trump les está mandando carne de cañón para su reclutamiento. Gente, incidentalmente, que probablemente tiene más educación que el promedio latinoamericano, y que podría ser productiva en México, o en Estados Unidos, o donde los pongamos.
En lugar de pensar en albergues temporales en zonas marginales de Tijuana, o Juárez, para que viva toda esta gente, la política pública debería ver la oportunidad, y tendríamos que construir ciudades exprofeso para estos migrantes en retirada, quienes no necesariamente serán mexicanos solamente. Seguramente habrá gente de toda América Latina, el Caribe, y el resto del mundo.
Buena parte de los problemas de asimilación de los migrantes en los países que los reciben tienen que ver con las diferencias culturales entre ellos y la gente del país anfitrión. Crear ciudades cuya filosofía desde el arranque sea la diversidad cultural, puede ser una manera de asimilar a estas personas y a sus familias sin generar problemas graves de miseria urbana, y detener el reclutamiento de las mafias criminales, equipándolas desde cero con sistemas policiacos que estén orientados a cuidar, no depredar, a la población.
Más del 85 por ciento del PIB de México se genera en ciudades. Esto es lo normal en una economía predominantemente de servicios y manufacturera, como la de nuestro país en el siglo XXI. Además, somos un territorio grande, y si bien tenemos retos de provisión de insumos fundamentales para la vida, como el agua, también esos retos no son imposibles de resolver, bajo un modelo de gestión y de desarrollo urbano planeado desde cero, como lo hicieron los pueblos prehispánicos, y como lo hicieron los españoles cuando construyeron nuestros actuales núcleos urbanos.
En la UDLAP tenemos economistas, politólogos, financieros, expertos en relaciones internacionales, en relaciones multiculturales, en negocios, y en muchas disciplinas que podrían apoyar a los gobernadores y a la Federación, si así lo decidieran, a hacer un nuevo esfuerzo civilizatorio en el territorio mexicano. Quizá el lugar ideal para estas cosas es en la Frontera Norte. Desalinizar agua marina será el menor de los retos, pero ninguno de ellos es imposible de superar.
En la serie “American Primeval” de Netflix, sobre la conquista de Utah, un hombre analfabeto que fundó un fuerte le dice más o menos a la protagonista: “Civilización y civilizado no son lo mismo. Si quiere ambas cosas, regrese a Boston. Aquí encontrará algunas personas civilizadas, pero no la civilización”. Los expulsados de Estados Unidos pueden ayudarnos a construir civilización en la barbarie. Hagamos el esfuerzo por lograrlo.