Ahora que empieza el año, es un buen momento para que los inversionistas hagan sus previsiones. El panorama no está muy claro, así que compartiré mi visión sobre lo que no va a suceder, tres hipótesis fundadas y mi plan para este año.
Las acciones descuentan con eficacia la información y las opiniones ampliamente comentadas, de modo que, como aprendí hace décadas, para elaborar un buen pronóstico, es necesario saber algo importante que los demás ignoren. Para ello, primero habría que evaluar las distintas opciones; después, descubrir qué información ignoran o no comprenden otros, y, por último, asignar probabilidades. El escenario más plausible se convierte así en la previsión.
Según lo anterior, las rentabilidades en el rango bajo de los dos dígitos estarían descartadas. La mayoría de los expertos pronostican ganancias de entre el 10 por ciento y el 13 por ciento para el S&P 500 (uno de los índices más importantes a nivel mundial), si bien con cierta dispersión alrededor de esas cifras. Estas perspectivas de consenso siempre están incorporadas a las cotizaciones, con que lo mejor es ignorarlas.
Existen tres hipótesis sobre la evolución de los mercados en 2025: que vuelvan a protagonizar una gran expansión; que caigan con moderación (con descensos de alrededor del 7 por ciento); o que cosechen ganancias de entre el 0 por ciento y el 5 por ciento. Sea cual sea el resultado, es muy probable que la bolsa mexicana lo replique. Esto se debe a que su estrecha correlación con los mercados de Estados Unidos y del resto del mundo suele tener más peso que las diferencias sectoriales, los riesgos políticos nacionales y las oscilaciones del peso, elementos que podrían afectar a las rentabilidades relativas.
Actualmente, los factores políticos y de sentimiento están evolucionando, pero la claridad no se hará esperar.
Un resultado que sorprendería a la mayoría sería el de unas fuertes ganancias, ya que el S&P 500 no ha encadenado tres años seguidos de alzas superiores al 20 por ciento desde los noventa. Sin embargo, su carácter imprevisible es lo que lo hace más probable.
Por otra parte, el primer año de mandato presidencial en Estados Unidos (como es el caso en 2025) ha sido positivo el 60 por ciento de las ocasiones desde 1926; y, cuando lo ha sido, los resultados han sido estupendos. Además, estos se generalizan por todo el mundo gracias a las elevadas correlaciones y a la enorme relevancia de Estados Unidos.
No obstante, durante el primer año de mandato de los presidentes estadounidenses, los mercados han caído ligeramente el 40 por ciento de las veces. Analicemos, pues, la hipótesis de un 2025 a la baja.
Los resultados de las elecciones estadounidenses desataron la euforia de los republicanos. Normalmente, las acciones descuentan las expectativas en torno a las políticas favorables a las empresas, de manera que la rentabilidad sube en los años electorales cuando gana el partido conservador.
Sin embargo, la mayoría de los presidentes no cumplen a rajatabla sus propuestas (tan esperadas como temidas), por lo que todos los primeros años de presidentes republicanos, salvo cuatro, han terminado en decepción. La estrecha mayoría de Trump en el Congreso y las luchas intestinas en su partido podrían ser un indicador de esta dinámica.
El tercer resultado posible sería un año plano, fruto de las fluctuaciones en el sentimiento. Por un lado, a los pesimistas en México, Europa y Asia, les preocupan los aranceles, la inestabilidad política y la brecha negativa con Estados Unidos en 2024. Por otro lado, tenemos el optimismo estadounidense, que pregona las virtudes de la tecnología y el “excepcionalismo americano”. Ambos podrían contrarrestarse, dando paso a un 2025 agitado y variable.
De momento, busco pacientemente las señales que puedan inclinar la balanza hacia uno de los escenarios. Por ejemplo, el desenlace de las audiencias del Senado, en las que se confirmará a los candidatos que Trump ha designado para ocupar cargos menores en su gabinete, o la gravedad de las luchas en el Partido Republicano o la evolución del turbulento contexto político en Canadá, Francia y Alemania, así como otros eventos al margen de la política.
El sentimiento inversor confirmará pronto una de las tres hipótesis. Entonces, compartiré un pronóstico más claro y mi estrategia para aprovecharlo.
Con todo, si necesita crecimiento a largo plazo, invierta en renta variable. Lo peor que le puede pasar sería vender y que las acciones se disparen, ya que es muy difícil recuperar después las ganancias perdidas sin asumir grandes riesgos.
Si no tiene una buena razón para ser bajista, sea alcista ¿Por qué? La bolsa estadounidense ha subido (en dólares) el 73 por ciento de los años desde 1926 y la mexicana, el 70 por ciento desde 1989. Para desafiar esa probabilidad, es necesario saber algo trascendental y negativo que otros ignoran. Incluso si preveo pequeños retrocesos, no se deshaga de sus inversiones, por si me equivoco. Los mercados no tardan en recuperarse de las caídas suaves.
Por lo pronto, invierta en acciones, investigue a fondo y sea paciente.