Luego de la llamada del pasado lunes con Trump, de los titulares de prensa y de las felicitaciones de los funcionarios de Morena a la presidenta Sheinbaum por haber evitado ese día la aplicación de aranceles en contra de México, poco se dijo sobre la vulnerabilidad de nuestra economía y de la necesidad de elaborar una política comercial que permita enfrentar un entorno proteccionista, muy diferente al que prevaleció en los 90s. La amenaza de los aranceles sigue vigente y más allá del resultado de las negociaciones para desactivarla, queda la necesidad de diseñar una nueva política comercial que defina objetivos, prioridades, estrategias para impulsar y defender a los sectores claves y de mayor potencial de la industria y programas para reducir en el corto plazo la percepción de riesgo que prevalece entre los inversionistas extranjeros, que responda a las condiciones políticas y de mercado. Además, las autoridades tienen que reconocer que México se ha distanciado de quienes pueden ayudarle a enfrentar las amenazas de Trump, como Canadá y la Unión Europea, alineándose con países opositores a Estados Unidos que lo hace más vulnerable.
Una cosa será la negociación para el control de la migración y el tráfico del fentanilo, otra la negociación del TMEC 2.0 y una tercera, las decisiones que se tendrán que tomar para promover nuestras exportaciones en un entorno altamente proteccionista y atraer inversiones extranjeras importantes que generen nuevos empleos permanentes y promuevan la transferencia de tecnología de punta. Aunque relacionadas, la solución de una no implica la solución de las otras dos. Y para fortalecer nuestra postura, se debe evitar hacer dependientes en lo posible a una de las demás.
Salinas de Gortari definió como los objetivos de la negociación del TLCAN garantizar sin restricciones el acceso a nuestro mercado más importante, negociar un mecanismo de solución de controversias balanceado y sin sesgos, y establecer incentivos para aumentar la inversión extranjera directa. Así, la negociación del resto de los acuerdos comerciales hasta el final del sexenio de Zedillo, tuvieron como norma no afectar los beneficios generados por el NAFTA. Ahora, el capítulo 26 del Project 2025 hace obsoletos estos principios, indicando que, para hacer grande otra vez a Estados Unidos, el gobierno de Trump deberá abandonar los acuerdos multilaterales, concentrarse en acuerdos sectoriales y garantizar el acceso a los minerales estratégicos. Esto mismo lo enfatizó Trudeau el pasado viernes durante el evento organizado para generar ideas que permitan enfrentar las amenazas de Trump, diversificar las exportaciones y promover el crecimiento.
De la misma manera que Trump y otros líderes han definido la política comercial como elemento crítico de la política exterior y de seguridad nacional, México tiene que incluir este principio en el Plan Nacional de Desarrollo 2025-30. Además, si bien es cierto que en nuestros días el mercado no puede sustituir al estado por completo, tampoco es posible reinsertarse como un socio confiable si el estado pretende estar siempre por encima del mercado y continuar modificando las reglas e instituciones que permiten su buen funcionamiento. Hoy en día, el principal competidor de México para atraer nuevos proyectos de inversión extranjera es el conservador gobierno de Trump.
Por su parte, a partir del Project 2025, del memo America First Trade Policy y de las declaraciones de Jamieson Greer durante su audiencia de confirmación para tomar las riendas del USTR, se puede vislumbrar el contenido del TMEC 2.0: reglas de origen automotrices aún más estrictas, nuevos capítulos sobre China y económicas no-de mercado, comercio de energía y minerales estratégicos, acuerdos sectoriales con reglas más específicas, y de manera similar a como se agregaron a la agenda los temas ambientales, laborales y de manipulación cambiaria, capítulos sobre migración y tráfico de narcóticos. Además, México enfrenta la posibilidad de que el nuevo tratado sea bilateral, sobre todo por el distanciamiento del gobierno anterior de los mecanismos de mercado y la eliminación de los organismos reguladores, que necesitarán nuevos mecanismos de solución de controversias que garanticen los más de 145 mil millones de dólares en inversión directa de Estados Unidos en el país. Trudeau se va el 9 de marzo y su sucesor estará más alineado con Trump. Al final, Sheinbaum tendrá que aceptar los cambios como parte del costo político de la relación bilateral.