La geopolítica mundial se ha trastornado. Aún no vemos las consecuencias de la política de shock lanzada por Trump, pero ya se advierte un nuevo reparto del mundo mundial, como si se tratara de la Bula Intercaetera del Papa Alejandro VI (padre de César y Lucrecia Borgia), en la que trazó una línea a cien leguas de Cabo Verde a partir de la cual todo lo que se encontrara al oriente, pertenecería a Portugal, y al occidente, a España (Tratado de Tordesillas).
Así, en el diseño soñado por Trump, Estados Unidos adquiere dominio de Groenlandia, Canal de Panamá, el Golfo de México y su resort mediterráneo en la Franja de Gaza, pone un dique en las fronteras de México y Canadá; a cambio, Rusia se queda con lo conquistado a mansalva de Ucrania; se acepta plenamente la tutela de China sobre Hong Kong y Taiwán; a Israel se le garantiza seguridad en su espacio territorial y se desplaza a los palestinos; a Europa se le transfieren costos y cuotas de la OTAN. Un nuevo reparto del mundo.
En este marco, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) deberá elegir en 2026 a quien suceda a António Guterres en la secretaría general. Si ya existía un clamor por una reforma de la ONU que le dotara de eficacia, transparencia y legitimidad, con la ofensiva de Trump se generan tensiones en materia de derechos humanos, objetivos para el desarrollo, acciones humanitarias y mediación en conflictos. No es momento para una reforma.
¿Quién puede dirigir la ONU en tiempos adversos? Toca mujer y toca de América Latina y el Caribe.
La secretaría general de la ONU es elegida por mayoría simple en la Asamblea General. Los Estados miembros pueden proponer. El Consejo de Seguridad evalúa las candidaturas y recomienda la que cuente con el apoyo de al menos 9 de sus 15 integrantes y que no vete ninguno de los cinco miembros permanentes (EU, Reino Unido, Francia, Rusia y China).
En cuanto al origen, se ha practicado una rotación regional para un equilibrio geográfico, sin ser una regla estatutaria. Corresponde la candidatura a América Latina y el Caribe porque no ha ocurrido desde la del peruano Javier Pérez de Cuéllar (1982-1991).
Tampoco está escrito en piedra, pero es tiempo de mujeres. Desde hace varios años se viven campañas internas a favor de que el cargo lo ocupe una mujer. Hasta ahora existe consenso y candidatas potentes de alto nivel.
En el radio pasillo de la diplomacia internacional destacan cuatro políticas que podrían cubrir el perfil para encabezar la ONU, si bien no han dicho esta boca es mía: Michelle Bachelet Jeria (Chile), María Fernanda Espinosa Garcés (Ecuador), Rebeca Grynspan (Costa Rica) y Mia Amor Mottley (Barbados).
La elección no ocurrirá en un escenario tendencial de normalidad diplomática. El veto (adivinen de quién) tendrá un peso específico de mayor densidad. Recordemos, se necesita respaldo del país de origen, 9 votos de 15 sin veto del Consejo de Seguridad y ganar por mayoría simple en la asamblea general.
La expresidenta chilena, exalta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos (no salió bien parada); la excanciller ecuatoriana, con trayectoria en equidad de género y protección ambiental; la primera ministra de Barbados, elocuente frente al cambio climático; reúnen trayectoria, perfil profesional, talento, pero son un poderoso imán para el veto de Trump.
Grynspan es la cabeza de la ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y coordina el Grupo de Respuesta Mundial a la Crisis de la Alimentación, la Energía y las Finanzas, creado para enfrentar las perturbaciones económicas de la guerra en Ucrania.
La invasión rusa provocó escasez de granos en el mundo y un encarecimiento que llegó a máximos en marzo de 2022 (cada punto de aumento de precios arroja a 10 millones de personas bajo la línea de pobreza). La mediación de Grynspan hizo posible la firma de la Iniciativa del Mar Negro por Turquía, Rusia y Ucrania para garantizar la seguridad del transporte de cereales y productos alimenticios desde puertos ucranianos, en medio de la guerra. Se logró exportar 32 millones de toneladas de alimentos, se restableció el suministro de trigo a operaciones humanitarias en Afganistán, Etiopía, Kenya, Somalia, Sudán y Yemen, y se redujeron los precios globales 23%, tan solo en 2023.
Grynspan no huele a veto automático; construye soluciones, no posterga problemas; propicia condiciones de diálogo y acuerdos; destraba, no elude; con experiencia en manejo de crisis (deuda latinoamericana, negociaciones de paz en Colombia). A principios de año se reunió con Juan Ramón de la Fuente en México sin que haya trascendido la agenda.
En la ONU se necesita transitar el gobierno de Trump y recuperar el rumbo. Grynspan puede lograrlo.
Lectura sugerida: Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial de Henry Kissinger (Debate).