Estos últimos días he empezado a ver Severance, la serie de Apple TV+ que explora de forma inquietante la relación entre trabajo y vida personal.
La trama gira en torno a Mark Scout, un empleado de Lumon Industries, una empresa que implementa un procedimiento quirúrgico llamado “severance” para separar la memoria de sus trabajadores entre su vida laboral y personal. Esto crea dos identidades: el “innie”, que solo existe en el entorno de la oficina, y el “outie”, que desconoce por completo lo que sucede en el trabajo.
La serie reflexiona sobre la alienación laboral, el control corporativo y los límites de la identidad en un contexto empresarial distópico.
A medida que los personajes empiezan a cuestionar su realidad y las verdaderas intenciones de Lumon, la historia expone los dilemas éticos de un modelo donde la productividad se prioriza sobre la autonomía individual.
Aunque interesante y de narrativa novedosa, no es una idea nueva. Todavía tengo muy presente un curso de liderazgo que tomé en 1999, cuando la programación neurolingüística estaba de moda como herramienta de liderazgo y comenzaba a hablarse de la inteligencia emocional.
En aquel curso se decía que una persona debía ser lo suficientemente hábil para crear una dicotomía entre su trabajo y su vida personal.
Apelando a mi memoria, y bajo el entendido de que ha pasado un cuarto de siglo, recuerdo que la historia que nos contaron iba más o menos así: imagina que todos los días, por la mañana, antes de salir de casa, hay un pequeño árbol afuera en el que dejas todos tus problemas personales. Al llegar al trabajo, nada de tu vida personal debería interferir. De regreso por la tarde, en ese mismo árbol, dejas tus problemas laborales y recoges los personales.
Siempre imaginé ese árbol como una especie de árbol místico, mágico, misterioso, envuelto en una ligera neblina etérea, de un color oscuro, pero con destellos luminosos entre su espesa vegetación.
Según Sam Waterman, profesor adjunto de inglés en la Universidad Northeastern, esta separación vida personal y vida laboral, proviene de la época victoriana. A medida que la industrialización separó el lugar de trabajo del hogar, la esfera doméstica, supervisada por mujeres, se convirtió en un espacio idealizado para que los hombres se retiraran y se recuperaran.
Si soy sincero, aquella historia de cuando todavía era practicante, la del árbol mágico, me sonaba surrealista y perturbadora. Algo similar me sucedió con la serie de Apple: después de ver un capítulo y medio, la dejé abandonada… me embargó una extraña tristeza de sentir que a veces estamos perdiendo nuestra vida por no encajar en ninguna parte.
Lo que afortunadamente vino a dar el tiro de gracia a esta separación persona-trabajo, sucedió en 2017, un poco antes de la pandemia. Quizá usted recuerde aquel video de Robert Kelly, quien estaba siendo entrevistado por la BBC en directo desde su casa sobre la situación política en Corea del Sur. Mientras respondía preguntas con seriedad, su hija pequeña, Marion, de unos cuatro años, irrumpió en la habitación bailando alegremente hacia el escritorio. Segundos después, su hermano pequeño en un andador también entró, siguiéndola.
Kelly intentó mantener la compostura, empujando suavemente a su hija sin perder la mirada en la cámara, mientras continuaba la entrevista. La situación se volvió aún más cómica cuando su esposa, Jung-a Kim, entró apresuradamente para sacar a los niños, arrastrándolos fuera de la habitación y cerrando la puerta de golpe.
Desde hace algunos años, nos dimos cuenta de que esta separación artificial entre la persona y el empleado es prácticamente imposible. Ejemplos como el de Robert Kelly lo evidencian, pero también el auge del “propósito” en personas y organizaciones. Fue una especie de disculpa implícita, un reconocimiento de que, históricamente, se ha visto a la persona más desde una perspectiva más productivista y brutalista que humana.
Aunque, por otro lado, la serie de Apple TV+ tiene algo de atractivo: imagina salir del trabajo a las cinco de la tarde sin preocuparte por una llamada impertinente de tu jefe, un correo urgente o un mensaje de WhatsApp que te impida dormir.
Tampoco ayuda que figuras como James Watt, cofundador de la cervecera BrewDog en scocia, Reino Unido, estigmaticen a quienes buscan un equilibrio entre su vida personal y laboral. Recientemente, compartió en sus redes sociales: “Creo que todo el concepto de equilibrio entre el trabajo y la vida personal fue inventado por personas que odian el trabajo que hacen”. Lo irónico es que Watt, según el Financial Times, ha sido denunciado por tener un entorno laboral tóxico, con acusaciones de “culto a la personalidad” y de priorizar “el crecimiento a toda costa”.
Al final, no se trata de implementar un procedimiento quirúrgico para separar nuestra vida personal de la laboral, ni de tener un árbol mágico donde dejar nuestros problemas. Tampoco de creer que quien busca el equilibrio entre vida y trabajo es alguien que detesta su empleo.
Conseguir un verdadero balance entre vida y carrera no es un ideal inalcanzable, sino una decisión consciente que empieza por uno mismo.
Cuidarse es el primer paso: la salud física, mental y emocional no son negociables si queremos desempeñar nuestros roles con efectividad. Definir prioridades es clave: ¿qué importa realmente en este momento de tu vida personal y profesional? Evalúalo con honestidad. No se trata de hacer más, sino de enfocar tu energía en lo que realmente genera impacto. La planeación y el enfoque son aliados, pero la flexibilidad con tu equipo es fundamental.
Finalmente, abrir conversaciones genuinas con los equipos marca la diferencia. Preguntar, escuchar y permitir que establezcan límites no debilita el compromiso, lo fortalece. Un “no” a tiempo puede ser el mayor acto de responsabilidad, tanto personal como profesional.
Epílogo: Tengo la intención de retomar la serie. Una persona me dijo recientemente que bien vale la pena intentarlo.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx