El 1 de diciembre de 2018, Paco Calderón publicó un cartón en el que quien llegaba ese día a la Presidencia era caracterizado como un chivo al interior de una cristalería, mientras un par de palomitas decían “hay que darle el beneficio de la duda”. Así fue, el chivo destruyó todo lo que pudo, aunque haya quien todavía no se dé cuenta.
Durante el sexenio, hubo quienes afirmaban que el presidente seguía el “manual del Foro de São Paulo”. Control del discurso a través de conferencias diarias, distractores continuos, mentiras sin pudor, destrucción institucional con la excusa de luchar contra la corrupción, eliminación de todas las personas que se le oponían al interior del gobierno, ataques continuos a quienes lo hacían desde fuera…
Supongo que ahora dirán que Donald Trump también sigue ese manual. Un alud de decretos, incluyendo distractores como el Golfo de América o los popotes; destrucción de la administración pública a través de su amigo Elon Musk en la nueva agencia DOGE, con la excusa de corrupción; mentiras sin pudor; despidos al por mayor; control asegurado en Defensa, Justicia, agencias; ataques a los medios de comunicación. Y para no perder el tiempo, tanto Musk como el vicepresidente JD Vance atacan al Poder Judicial que, dicen, no puede oponerse a quien ganó en las urnas.
Creo que nunca se trató del foro, ni la dirección ha sido construir un régimen comunista en México. Es la aplicación de una receta universal y probada, que consiste en dar al pueblo pan y circo, eliminar contrapesos, concentrar el poder y tomar todo el dinero posible. No se necesita una ideología específica para eso, al contrario: mientras menos ideas, mejor.
Se aprovechan las creencias de la población para construir el circo. No olvidemos que estos chivos llegan al poder inventando un pasado glorioso perdido por culpa de las élites malvadas, de manera que alimentar esa ficción es determinante. Hay que insistir en cómo los antecesores dañaron todo, en que fueron fuente de corrupción, en que sus seguidores deben ser expulsados del gobierno, de los medios y, de ser posible, del país. Si acá la corrupción fue el eje, allá lo es la seguridad. Si acá se puede apelar a la soberanía, allá a frenar la inmigración. El caso es mostrar que el gobierno mismo ha sido parte del problema y debe reducirse para permitir que el verdadero líder, quien representa al pueblo bueno, pueda conectar directamente con sus huestes.
El último paso es movilizar todos los recursos en la misma dirección: la concentración del poder. Acá, eso llegó a tal grado que se dejó al país vulnerable a cualquier evento externo, y al gobierno sin capacidad de cumplir su papel: no pueden atender la salud de la población, la educación es incluso peor que antes, no hay forma de garantizar la seguridad interior o la nacional, ni el abasto de energía; ya no hay nada más que las conferencias diarias. Nada más esperando ver qué ocurre primero, si el desajuste financiero global o el golpe a la narcopolítica.
Allá han avanzado muy rápido en los dos primeros pasos: el mito del pasado y la ruptura institucional. Tanto, que casi no ha habido respuesta. Pero apenas van tres semanas, y la fuerza de las Cortes no es menor, así que es posible que logren detener a su chivo. Lo que no es claro es cuánta cristalería habrá roto para entonces. Estados Unidos ya no es un socio comercial confiable, ni lo es en materia de inteligencia. Los topetazos sin ton ni son: aranceles, retiro de organizaciones, cancelación de recursos, parecen hasta hoy un ejemplo de estupidez: dañarse a sí mismo con tal de dañar a los demás. Y es que con el chivo llegaron los Afrikáners…