Con el fin de combatir el crecimiento elevado de los precios, en 2001 el Banco de México (Banxico) adoptó formalmente un régimen de objetivos de inflación. Este método, implementado por primera vez por el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, consiste en que el banco central anuncia una meta específica de inflación, la cual constituye un compromiso que guía la conducción de la política monetaria. La credibilidad de este objetivo se refleja en las expectativas de inflación del público.
Para los primeros tres años, el Banxico estableció metas decrecientes de inflación anual, medida con el INPC, y a partir de 2003, el objetivo permanente ha sido 3.0 por ciento.
Si bien no es posible que la inflación coincida siempre con la meta, entre otras razones, porque la formación de precios puede estar sujeta a perturbaciones considerables, con este esquema se espera que la inflación se ubique, la mayor parte del tiempo, en o muy cerca del objetivo. En caso de desviaciones, la política monetaria debe ajustarse para que la inflación converja gradualmente a la meta.
La teoría y la práctica de los bancos centrales revelan que la convergencia completa al objetivo requiere las siguientes condiciones:
Primera, la inflación se sitúa en o muy cerca de la meta durante múltiples trimestres consecutivos, por ejemplo, un mínimo de cuatro u ocho; segunda, las expectativas de inflación de largo plazo se encuentran ancladas en la meta; tercera, no es necesario ajustar la política monetaria para mantener la inflación en el objetivo; y cuarta, la inflación continúa en la meta aunque surjan choques moderados de oferta, como movimientos en los precios de las materias primas o el tipo de cambio.
Por desgracia, a lo largo de la aplicación del esquema de objetivos del Banxico, ha predominado la divergencia al azar de la inflación. Desde 2003, la inflación se ha ubicado, en promedio, en 4.5 por ciento, un punto y medio porcentual por arriba de la meta. La discrepancia se ha ampliado desde 2017, cuando la inflación parece haber entrado a un régimen de inflación más elevada. A partir de ese año, la inflación media ha alcanzado 5.2 por ciento, versus 3.8 por ciento durante los ocho años previos.
En la historia de discordancia con el objetivo, se ha presentado sólo una excepción. De los 22 años en que ha estado vigente el objetivo de 3.0 por ciento, únicamente durante 2015-2016 el Banxico ha logrado una convergencia completa.
Específicamente, de enero de 2015 a octubre de 2016, la inflación anual fluctuó entre 2.1 y 3.1 por ciento y, en promedio, la mediana de las expectativas de los especialistas, según la encuesta del Banxico, se ubicó en 3.1 por ciento para los próximos cinco a ocho años.
Por su parte, la condición de estabilidad de la política monetaria se cumplió sólo en los primeros once meses de 2015. El inicio del ciclo de alzas del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos en diciembre de ese año y el reconocimiento de riesgos inflacionarios llevaron a la Junta de Gobierno a aplicar un ciclo de apretamiento preventivo en los siguientes meses.
Además, la inflación se mantuvo en la meta, a pesar de que durante los primeros seis meses de 2015, la variación anual de los precios agropecuarios subió a 8.3 por ciento, 5.4 puntos porcentuales por arriba de igual lapso del año previo.
Este episodio de convergencia completa no significa que haya sido ejemplar en el manejo de la política monetaria. La importante reducción de la tasa de referencia desde 2013 fue posible gracias a la confluencia de factores favorables, entre los que destacó el desplome de los precios de las telecomunicaciones.
Finalmente, el Banxico enfrenta considerables desafíos. En su reunión de política monetaria de la semana pasada, este banco central reiteró su “guía futura” de seguir ajustando la postura monetaria en 50 puntos base. Ello a pesar de que la inflación no se encuentra claramente en una senda sostenible al objetivo. La inflación “favorable” de 3.6 por ciento de enero de 2025 representa sólo un dato, que contrasta con el promedio de 4.7 por ciento de los 19 meses previos.
Además, desde que repuntó la inflación en 2021, el Banxico ha pospuesto ocho veces la fecha proyectada de convergencia al objetivo, moviéndola del segundo trimestre de 2022 al tercer trimestre de 2026. Los especialistas y los participantes de los mercados financieros no anticipan que se llegue a la meta en 2026 o en los siguientes años.
En lugar de mostrar prisa por recortar la tasa de referencia, el Banxico debería enfocarse en fortalecer la credibilidad de su compromiso con la convergencia completa de la inflación al objetivo, la cual, a la luz de la historia y de los requerimientos expuestos, permanece muy lejana.