El martes 4 de marzo se cumple el plazo que dio Donald Trump a su contraparte mexicana para dar resultados en el combate en el trasiego de drogas sintéticas, en particular del fentanilo y en el abatimiento de los flujos de migración para evitar el castigo de la imposición arbitraria de aranceles a los productos mexicanos que se exportan a Estados Unidos, sin embargo, los esfuerzos emprendidos no son suficientes para evitar el castigo y que, como se avizora, con la ley de garrote que esgrime Trump contra el mundo, será imposible darle gusto a todas sus exigencias, por ello Claudia Sheinbaum debe orientar sus baterías para recomponer el desastre que heredó de su antecesor y buscar nuevos derroteros en el mundo para detonar el comercio internacional, además, obviamente de priorizar el consumo nacional de productos mexicanos.
La lección que dejó el desafortunado encuentro ocurrido entre Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, con Trump y JD Vance, es tan didáctica y pedagógica sobre la visión hegemónica y supremacista del presidente norteamericano que busca a toda costa doblegar a sus interlocutores sin importar que estos sean aliados tradicionales o que pongan en la mesa todas sus canicas para tenerlo contento.
La presidenta debe hacer la tarea para dar resultados a los mexicanos y evitar darle gusto en todo a Donald Trump, quien se aprovecha del desastre que dejó AMLO para exprimir al gobierno de la doctora.
Cierto, además de dignidad y respeto a la soberanía, se requiere que el gobierno se ponga las pilas y deje en el pasado el inservible discurso de izquierda para dar paso al establecimiento de políticas públicas eficaces que beneficien en especial a los sectores sociales más desprotegidos, en lugar de intentar tapar con las mañaneras la ineficiencia y la complicidad con el anterior gobierno.
Hay que decirlo, en materia de seguridad pública, el gobierno de la 4T está reprobado, por la laxitud de AMLO contra los criminales, quienes se vieron favorecidos en sus actividades criminales por la estrategia implementada por el tabasqueño denominada de “abrazos, no balazos”, que evidenció la connivencia de funcionarios públicos de altísimo nivel con los capos de la droga.
Si antes de 2018 el tema de la inseguridad y la violencia estaba desbordado, con López Obrador las cosas empeoraron a tal nivel que el gobierno perdió el control sobre vastas regiones del territorio nacional.
El empoderamiento de los criminales es de tal magnitud que se lucha, incluso, en igualdad de condiciones contra las Fuerzas Armadas (Ejército, Marina, Guardia Nacional y SSPC) y con un superpolicía como es Omar García Harfuch, quien a marchas forzadas trata de contener el avispero que le dejaron.
La guerra (esta es la palabra correcta) que tiene el Estado mexicano contra los delincuentes asentados en todo el país requiere tiempo, dinero y sinergias de todas las capacidades del gobierno de los tres niveles para meter al orden a los enemigos de México; pero eso es muy diferente a que, por darle gusto a Donald Trump, se trate de cumplir con todos los caprichos del magnate inmobiliario.
Todos pierden con el arribo de un loco a la presidencia del país más poderoso del mundo; incluso los propios norteamericanos padecerán en carne propia los arrebatos de su presidente y, en esa lógica, se tiene que implementar una estrategia de control de daños para evitar que estos sean de mayor envergadura en la economía mexicana y, por supuesto, entre los mexicanos.
Habrá un impacto severo que, incluso, inclinará la balanza hacia una recesión económica; empero, la situación se puede revertir si el gobierno mexicano hace la tarea, como por ejemplo retomar su papel rector como facilitador para el emprendimiento y el desarrollo de los negocios y la industria nacional, en lugar de buscar mantener la hegemonía del Estado sobre las actividades productivas como la energética o de telecomunicaciones, por citar tan solo dos ejemplos.
Entre las múltiples tareas que debe emprender la mandataria mexicana, está la de ampliar los escenarios de colaboración con la iniciativa privada e inversionistas para que, juntos, se pueda mantener la planta productiva e, incluso, aumentarla, con las ventajas competitivas que tiene nuestro país.
La obstinación de establecer un Poder Judicial subordinado a la jefa del Ejecutivo federal; el vulnerar el Estado de derecho, la inseguridad pública y la incapacidad de mantener el ritmo de la demanda en cuanto al agua potable y los combustibles fósiles, como el gas, al tiempo de desarrollar una política de sustentabilidad en el uso de energías limpias; son tan solo algunas de las debilidades que presenta México y que le estorban ante la imperiosa necesidad de volverse más competitivo.
La recomposición del gabinete es otra tarea impostergable ante el tamaño de reto que se tendrá por delante en los próximos meses.