Desde el inicio del gobierno de Biden, el Consejo Económico Nacional –institución que asesora al presidente en temas económicos nacionales e internacionales– recomendó que era indispensable aumentar la producción doméstica, a expensas de que China se convierta en la economía más grande del mundo durante la primera mitad de la década de los 30s. El diagnóstico indicaba que mientras que los chinos son muy eficientes copiando o mejorando procesos de producción existentes, no así en la creación y desarrollo de nuevas tecnologías, por lo que la respuesta del gobierno estadounidense fue generar los incentivos necesarios para desarrollar nuevas tecnologías, principalmente a través de la Ley para Reducir la Inflación (IRA, en inglés) y la Ley CHIPS para la producción de semiconductores.
Según el texto de las órdenes ejecutivas del 10 de febrero, el principal argumento de Trump para la aplicación de un arancel del 25 por ciento a las importaciones de acero y aluminio a partir del 12 de marzo, es que las plantas productoras de estos metales ubicadas en Estados Unidos utilicen por lo menos el 80 por ciento de su capacidad instalada para prevenir que el aumento en las importaciones se convierta en una amenaza a la seguridad de la planta productiva de ese país el año pasado, las importaciones de acero correspondieron al 23 por ciento del consumo total en la Unión Americana, siendo Canadá y México dos de los tres principales proveedores, mientras que el 50 por ciento del consumo de aluminio provino del exterior, siendo Canadá el proveedor del 79 por ciento de esas importaciones. México ocupó el noveno lugar en este mercado. Y Trump ha hecho comentarios similares respecto a la aplicación de un arancel adicional del 25 por ciento a los autos importados, siendo Estados Unidos el principal importador de coches en el mundo.
Durante su primer periodo de gobierno, Trump renegoció los acuerdos con Corea del Sur, México y Canadá y negoció el Acuerdo de Fase Uno con China para tratar de revertir el déficit con estos países, sin éxito. El saldo de la balanza comercial es resultado de las condiciones estructurales de la economía y no se puede determinar a partir de una negociación. Desde 1975, Estados Unidos no tiene un superávit en balanza comercial, la que en 2024 arrojó un déficit de 1.202 billones (en español) de dólares, superior al de 1.062 billones del año anterior.
Si el esquema de comercio administrado (managed trade) del T-MEC no ha servido para reducir el déficit de Estados Unidos con México y Canadá, y la aplicación de aranceles altos no es una opción estable en el mediano y largo plazos, una de las alternativas que se empieza a vislumbrar es la fijación de cuotas flexibles para diferentes sectores industriales que el gobierno de Trump busca promover, con la intención de incrementar el valor del PIB. Sin embargo, este esquema implica un monitoreo mucho más detallado y costoso, procesos aduaneros más transparentes y eficientes y el intercambio oportuno de información entre las partes, de manera que el mercado funcione de manera adecuada. De lo contrario, se corre el peligro de tener desabasto de insumos y productos intermedios que se traducirían en el aumento de precios o en el desarrollo de mercados paralelos.
Aunque la aplicación de cuotas generaría incentivos para producir de manera doméstica diversos productos que hoy se importan, ello no resolvería la falta de minerales estratégicos en territorio estadounidense. Trump sabe de la importancia de estos 50 minerales y su acceso preferencial lo define como una prioridad de su gobierno en el Project 2025. De ahí, en buena parte su interés de “anexar” a Canadá como el estado 51 y de continuar presionando a México para que libere el acceso a sus reservas de litio y de otros minerales cuya explotación está parada desde el sexenio anterior. Las reservas de litio son por mucho, una de las dos cartas más fuertes de negociación del gobierno de Claudia Sheinbaum con Trump, más aún cuando la mayoría de ellas se encuentra en el norte del país, no muy lejos de la frontera.
Las amenazas arancelarias de Trump aumentaron el valor de las productoras de acero y aluminio de Estados Unidos, redujeron el de sus competidoras en Asia y Europa y desplazaron nuevos capitales hacia Nueva York. Podemos esperar que el anuncio de nuevos aranceles genere situaciones similares. ¿Qué hacer más allá de cooperar en temas migratorios y de fentanilo? Hay que promover la producción y la inversión y prevenir la salida de capitales. Ojalá el gobierno nos informe la estrategia a seguir.