Sabemos que la relación comercial entre México y Estados Unidos se ha consolidado a lo largo de décadas, especialmente desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994.
Tras su modernización, el actual Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) entró en vigor el 1 de julio de 2020, reforzando la profunda integración en las cadenas de valor regionales.
Entre 2021 y 2022, el intercambio comercial de bienes (exportaciones e importaciones) entre México y Estados Unidos superó, en promedio, los 700 mil millones de dólares anuales, de acuerdo con datos de Banxico y el U.S. Census Bureau. México se ha mantenido consistentemente como uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, junto con Canadá y China.
Por lo general, Estados Unidos mantiene un déficit comercial con México (es decir, importa más bienes de México de los que exporta hacia México), lo cual ha sido uno de los factores que ha alimentado el discurso político de la administración Trump sobre la necesidad de “corregir” desequilibrios comerciales.
Esta interdependencia comercial implica que cualquier alteración, como un arancel del 25% sobre productos mexicanos, repercutirá de forma significativa en ambos lados de la frontera.
De acuerdo con INEGI y Banxico, los cinco sectores más relevantes en exportaciones de México a Estados Unidos y su contribución aproximada al total de exportaciones mexicanas a Estados Unidos son:
● Automotriz: ~25%
● Maquinaria y equipo eléctrico: ~22%
● Maquinaria y aparatos mecánicos (incl. computadoras): ~19%
● Combustibles minerales: ~7%
● Instrumentos ópticos y equipo médico: ~4%
En conjunto, estos cinco sectores representan entre el 75% y 80% de las exportaciones totales de México hacia Estados Unidos y debido a su alta contribución a las exportaciones de México, la imposición de aranceles impactará de manera directa y desproporcionada a las empresas, proveedores, trabajadores y regiones económicas ligadas a estos sectores.
Consideremos a la industria automotriz, la cual representa alrededor del 25% de las exportaciones totales del sector manufacturero del país y representa aproximadamente el 3% del PIB nacional, de acuerdo con la Secretaría de Economía (2023).
México se ubica entre los principales productores y exportadores de vehículos ligeros y autopartes a nivel mundial. Las plantas ensambladoras de empresas globales (General Motors, Ford, Volkswagen, Toyota, Nissan, Honda, KIA, Audi, BMW, Mercedes, entre otras) han encontrado en México un entorno propicio para la manufactura de vehículos destinados, en gran medida, al mercado estadounidense, de acuerdo con la Secretaría de Economía (2023).
Se estima que, en el periodo 2022-2023, las exportaciones automotrices superaron los 80 mil millones de dólares, de acuerdo con la Secretaría de Economía (2023).
De acuerdo con la AMIA (2023), el sector emplea de manera directa a más de 900,000 personas, además de generar millones de empleos indirectos vinculados a servicios logísticos, financieros y de proveeduría.
De acuerdo con INEGI (2022), aproximadamente, el 75-80% de la producción automotriz mexicana se destina a Estados Unidos, por lo que un arancel del 25 por ciento en vehículos y autopartes importadas desde México implicaría un aumento inmediato en los costos de producción, dado que muchas armadoras estadounidenses utilizan componentes fabricados en México. Este encarecimiento podría trasladarse al consumidor final, reduciendo la competitividad de los vehículos producidos en Norteamérica.
Ante precios más altos, los consumidores podrían optar por posponer la compra de autos nuevos o buscar opciones más económicas de otros mercados.
De acuerdo con estudios recientes, un arancel promedio del 20% podría disminuir la demanda de vehículos mexicanos en Estados Unidos entre un 8% y un 12%, generando pérdidas anuales de hasta 10 mil millones de dólares y miles de desempleos.
Las OEMs (Original Equipment Manufacturers) y proveedores de autopartes podrían buscar proveedores alternativos fuera de México o incluso reubicar parte de su producción a países con menores barreras arancelarias. Este fenómeno, sin embargo, no siempre es factible en el corto plazo, debido a los costos de transición y la inversión en infraestructura.
La incertidumbre causada por amenazas de aranceles podría ralentizar la llegada de nueva inversión o la expansión de plantas existentes, al tiempo que se reconsiderarían planes de crecimiento, sin dejar de mencionar el impacto sobre el tipo de cambio y el de éste sobre la inflación en México.
Es claro que la imposición de aranceles a productos mexicanos tendría efectos adversos tanto para México como para Estados Unidos, afectando la competitividad, el empleo y la estabilidad económica de ambos países.
El autor es Decano Asociado de Investigación de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.