Después de una primera semana de euforia, los mercados financieros han presentado una fuerte corrección durante las últimas cuatro semanas. Si las tendencias de los precios son un reflejo de las percepciones y de las expectativas de miles o millones de participantes, podríamos concluir que con el regreso de Trump, a la oficina oval, con sus cambiantes declaraciones y sus disparatadas órdenes ejecutivas, está provocando un creciente desencanto entre los ciudadanos norteamericanos, con una enorme incertidumbre en todo el mundo, lo que se confirma también en las encuestas de popularidad recientes, que muestran el porcentaje de aprobación más bajo en la historia para un nuevo presidente, solo logrado por él mismo durante los primeros días de su primer mandato.
Los índices de los mercados accionarios han borrado las ganancias que tuvieron a principios del año. La tasa de los bonos del Tesoro a 10 años ha caído sustancialmente en más de 80 puntos base, lo que se ha replicado en los rendimientos de los bonos de deuda soberana en todo el mundo. Los precios de los hidrocarburos han bajado por debajo de los 70 dólares por barril, y el dólar ha bajado contra la mayoría de las divisas.
Hay un fuerte debate entre los analistas y estrategas sobre que se verá más afectado: el crecimiento económico o la inflación, ante un escenario en donde la guerra global de aranceles –iniciada por Trump– se generaliza y se prolonga por varios meses más. El comportamiento de los mercados parece inclinarse por un menor crecimiento. En Bursamétrica sostenemos que las repercusiones de un escenario así, se verán reflejados inmediatamente en la inflación, pero al mismo tiempo en una menor actividad económica. La duda que se tiene es si esta baja pudiera llegar a convertirse en una estanflación.
Diversas distorsiones ya se asoman en la economía. La balanza comercial de los Estados Unidos de enero observa un fuerte incremento en las importaciones, ya que los agentes económicos se adelantaron a los anuncios del presidente Trump, y mandaron sus mercancías a sus contrapartes en Estados Unidos, con lo que el déficit comercial se ha disparado. La incertidumbre que ha generado Trump es el factor que ocasiona mayor daño a la confianza y a la inversión.
Por otra parte, del lado de la inflación hay algunos amortiguadores del impacto de los aranceles en los precios de los productos finales: un amortiguador importante es la absorción del incremento de los costos en los márgenes de utilidad de los productores e intermediarios. Otro de los amortiguadores son las posibles variaciones en los tipos de cambio de las divisas de los países afectados. Un arancel del 25 por ciento puede ser compensado con una depreciación de 25 por ciento en el precio de la divisa del país exportador. Sin embargo, el riesgo de una escalada de aranceles multilateral puede detonar hiperinflación global. La política anti-inmigrantes dificulta las cosechas en el campo y genera inflación de alimentos.
Aún y cuando Trump ha declarado la “Emergencia Económica” para justificar sus aranceles y demás medidas amparadas en la “Seguridad Nacional”, en realidad está recibiendo una economía boyante, con un crecimiento del 2.8 por ciento, con un desempleo del 4 por ciento, lo que se ubica en el umbral del “pleno empleo”. Sin embargo, los recortes en la burocracia emprendidos por Elon Musk están generando muchos nuevos desempleados y menor demanda proveniente del gasto de consumo gubernamental.
La tasa de contratación en diciembre ascendió al 3.4 por ciento, un mínimo en los últimos 10 años. A su vez las renuncias se han reducido también al mínimo. Las empresas que están contratando personal pertenecen a sectores acíclicos, como el agroindustrial, el gobierno, o en la salud y el cuidado personal.
De prevalecer una guerra de aranceles, la Reserva Federal va a tener que reiniciar un ciclo alcista de tasas de interés.
La posible reducción de la tasa de Impuesto Sobre la Renta del 21 por ciento al 15 por ciento como lo anunció Trump en sus promesas de campaña se convierte en realidad en la medida más eficiente y de mayor impacto para atraer la inversión y los empleos hacia Estados Unidos y detonar la actividad económica, pero hay otros factores adicionales a considerar.
Querer revertir el proceso natural de desindustrialización en los Estados Unidos mediante medidas arancelarias es algo primitivo e inútil que está condenado al fracaso. El desarrollo tecnológico permite ahora la existencia de plantas manufactureras totalmente automatizadas y robotizadas.