Que si Sheinbaum, que si Trump y los aranceles… si ustedes están confundidos, imaginen cómo están los adolescentes que para colmo cargan con el peso de una edad que dispara dudas.
Es para todos. Pero para los papás puede ser algo especial ver, analizar y actuar sobre lo que denuncia Adolescencia, en Netflix.
No explica un asunto nuevo, sino una crisis cotidiana y creciente que esta serie cuenta de un modo distinto, crudo, cercano y directo, con diálogos que pueden tocar en especial las fibras masculinas, pues está contada por hombres, principalmente por un papá criado a cinturonazos que ahora, atinadamente, los evita con sus hijos.
¿Pero dejó de lado la firmeza? ¿En qué momento empezó a temblarle la mano para abrir la puerta de su hijo?
Esto de criar adolescentes es un asunto de adultos que quizás estemos abordando como niños. No discutamos, toma el celular, ¿quieres salir? Aquí está el dinero.
Hay incentivos y razones para buscar fuera de casa culpables de un distanciamiento. ¿Pero nos hemos quedado paralizados como papás?
Facebook, Instagram y Tiktok llevan una relación más cercana con nuestros adolescentes y la ambición de sus accionistas y directivos ha eliminado los límites éticos de sus anzuelos.
Meta cobra 533 millones de dólares diarios, sus ventas superan en 20 por ciento a las de 2024. ¿Por qué, en un ánimo capitalista, habrían de limitar lo que escupen a sus usuarios?
¿Entonces ya está? ¿Pase usted, Mark Zuckerberg? ¿Haga de los chavos lo que usted quiera? Que ese individuo evidencie una carencia de escrúpulos no debe amarrarnos las manos, no a los papás. Es tiempo de enojarse con uno mismo, de responder asertivamente.
Ver esta serie obliga a una seria conversación con uno mismo. ¿En dónde ando? ¿Cómo venzo yo como papá al bicho que se metió a la casa? Un buen principio es abrazar a los que están cerca.
Inmediatamente después, eliminar las chapas con llave en los cuartos. Quizás cambiarlas por las de botón, como las usadas en los baños. Privacidad sí, aislamiento, no.
El modo de provocar conversaciones con ellos es cosa de cada quien. Pero imponer límites en la familia es indispensable para que ellos y una sociedad funcione. Eso es trabajo de adultos.
“Si no lo corrigen en su casa, van a corregirlo en la calle”, decía mi abuelo, quien usó el amor, helados y pan dulce como premio, a cambio de cumplir reglas incuestionables.
Adolescencia, la serie
Dejemos de lado las brutales actuaciones de todos sus protagonistas y el arte de sus planos secuencia que consiguieron meter a los espectadores a un coche, a una habitación, como para abrazar a los protagonistas, recibiendo en una sola toma sin cortes cada uno de sus cuatro capítulos.
Situada en el Reino Unido, la serie se basa en un problema universal que puede sentirse tan cercano como en la Colonia Cuauhtémoc. ¿Sobre qué platican los adolescentes? ¿Cómo conversan ellos ahora? ¿Cuál es su punto de referencia respecto a lo que debe ser?
Adolescencia advierte que los adolescentes tienen sus propios códigos, su propio lenguaje basado en imágenes o ‘emojis’, al menos en West Yorkshire. ¿También en Monterrey o en la Condesa?
Las interacciones entre ellos pueden derivar en una presión social insoportable a través de la computadora y el smartphone, que no está a la vista de los adultos que ignoran ese idioma.
Sus códigos pueden desembocar en reacciones inadmisibles de violencia extrema, en muerte, en el final de la vida de niñas y niños o en una perpetua condena social. Intervenir antes es indispensable, a cualquier costo.
Adolescencia cuenta la historia de Jamie Miller, de 13 años, un habitante oriundo de un pueblito llamado Pontefract, que es acusado de asesinar a puñaladas a una de sus compañeras de la secundaria.
¿Cometió el crimen o no? Si bien es muy relevante la respuesta en la trama, ésta pasa a segundo término durante la evolución de la serie.
Adolescencia plantea a papás cuarentones varias dudas: ¿Por qué? ¿Debo eliminar la firmeza? ¿Qué descompone las cosas?
¿Quizás el picaporte? La puerta cerrada en la habitación del niño, los audífonos y el halo de luz azul que emana de sus orillas más allá de la medianoche.