Mario Vargas Llosa —quien he de confesar que es uno de mis autores favoritos—, ¿era realmente una persona talentosa o simplemente una con suerte, que llegó incluso a ganar el Premio Nobel de Literatura?
Pero antes de adentrarnos en esta pregunta, que prometo responder puntualmente y sin ambigüedades al final de esta colaboración, permítame hacerle esta otra: ¿existe la suerte en el trabajo?
Respuesta breve: sí. La gente consigue sus éxitos —o fracasos laborales— debido, principalmente, al factor llamado suerte.
El gran problema al que nos enfrentamos es creer que suerte y azar son exactamente lo mismo. Sí, definitivamente están relacionados, pero insisto: no son lo mismo.
El azar se refiere a la falta de control o previsibilidad sobre los eventos, es decir, a que las cosas ocurren de manera aleatoria o sin causa aparente. Pero no todo lo que parece fortuito lo es. La suerte puede cultivarse.
Ante esto, si tuviéramos que definir la “suerte laboral”, podríamos decir que es cuando la oportunidad y la preparación se encuentran. Es decir, cuando una persona estaba —o no estaba— lista cuando se presentó una oportunidad.
Pero la palabra oportunidad tampoco depende exclusivamente del azar: también depende del contexto, y de cómo podemos tratar de formularlo. Oportunidad es estar en el lugar correcto, tener una red de contactos adecuada, que alguien supiera lo que hacías, construir una reputación, entre otros. Como podemos ver, cada uno de estos factores —incluido el estar en el lugar correcto— depende principalmente de decisiones personales y de mucho trabajo.
Algo similar ocurre cuando tratamos de descubrir la receta secreta detrás del “éxito laboral”. El éxito laboral no es otra cosa que método y constancia. Es decir, identificar un sistema de trabajo claro, estructurado, repetible y flexible (método), y mantenerlo en el tiempo incluso cuando no hay una motivación inmediata (constancia).
Volvamos entonces a la pregunta que da título a esta colaboración: ¿el señor Vargas Llosa es un tipo extraordinariamente talentoso o simplemente alguien que tuvo suerte?
Personalmente, me inclino por lo segundo: fue simplemente una persona con suerte, entendiendo suerte según lo mencionado previamente.
Porque decir que fue solo una persona naturalmente talentosa es quitarle mérito a su gran obra y legado. Sería tanto como afirmar que ganó la lotería genética y que lo único que hizo fue administrar su premio con prudencia.
Sin embargo, mis reflexiones personales en este caso son secundarias. A lo largo de su carrera, Vargas Llosa reveló en diversas entrevistas su técnica de escritura —que, a decir de algunos, se asemeja a la de un atleta de alto rendimiento— y que lo llevó a conseguir todo lo que consiguió.
Por principio, Vargas Llosa tenía una disposición nula al alcohol y a las noches de desvelo, razón por la cual se le considera discípulo directo del novelista francés Gustave Flaubert: no creía en la inspiración, sino en el trabajo duro. Sus allegados incluso mencionan que desarrolló hábitos férreos y un método de escritura meticuloso.
Vargas Llosa era un escritor que seguía estrictos horarios de oficina. En una entrevista, al ser preguntado por sus “hábitos de trabajo”, respondió que su jornada comenzaba a las 7:00 a. m.: “Me encierro en el escritorio todos los días de lunes a sábado, unas seis horas por jornada. Mis horas más fértiles son las primeras, cuando comienza el día. Jamás he podido escribir por las noches”.
De lunes a sábado se enfocaba en sus novelas y cuentos, mientras que los domingos los destinaba a otros escritos, típicamente sus artículos periodísticos semanales. “Trabajar de manera disciplinada es la única forma en la que puedo sacar adelante una novela o una obra de teatro”, afirmó en una entrevista al cumplir 80 años.
Su trabajo no era el resultado de un chispazo creativo provocado por una noche de bohemia o un amor no correspondido: “La disciplina, el orden y la continuidad para mí son absolutamente fundamentales. Incluso trabajo los fines de semana también, porque cuando corto un día, ese pequeño bache hace que se me desmorone lo que estoy haciendo”.
Su técnica de escritura siempre fue escribir a mano, ya que esto le permitía que la creatividad fluyera de manera más natural. El propio autor explicaba: “El ritmo de mi pensamiento está totalmente condicionado al ritmo de la mano”, y se consideraba posiblemente “de la última generación de escritores que va a dejar manuscritos”. Una vez que tenía el borrador escrito a mano, lo transcribía a computadora para la puesta en limpio.
Esto, día tras día. Año tras año.
Por eso decimos que alguien tuvo suerte, cuando en realidad lo que tuvo fue método y constancia. Porque el éxito laboral pocas veces es un accidente: es el resultado de estar preparado cuando se ofrece una oportunidad, entendiendo que las oportunidades se construyen.
Vargas Llosa lo dijo en alguna ocasión: el talento por sí solo no basta; la literatura de calidad es fruto del trabajo perseverante. Parafraseando una famosa máxima, solía decir que la literatura que perdura es “un diez por ciento inspiración y un noventa por ciento transpiración”.
Quienes parecen afortunados, casi siempre son simplemente personas que no han dejado de trabajar de manera constante, metódica… y en silencio.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx