La llegada de la inteligencia artificial (IA) nos presenta algo completamente nuevo, la conversión de procesos lineales en procesos interconectados en red, sin tener claridad a primera vista de su inicio o el fin. Cada acción se convierte en insumo para algo nuevo.
La IA nos invita a aprender nuevas formas de generar conocimiento, involucrando el conocimiento existente, conocimiento embedido en nosotros o en la memoria organizacional de la empresa.
Pareciera que aprender a utilizar la IA es algo intuitivo; lo cierto es que se requiere una instrucción formal para tener claridad sobre sus beneficios.
Podemos decir que es el mismo proceso de aprendizaje que hemos tenido con cada tecnología que ha cambiado el mundo y, de hecho de forma general, sí lo es, sólo que la IA avanza a pasos agigantados y es posible para todos entender su uso, impacto, aplicabilidad, aunque desde la óptica de las universidades y de las organizaciones puede ser difícil de sincronizar.
La IA no es una tecnología aislada, exclusiva de una disciplina, y dado que está transformando la sociedad y está presente en muchos procesos cotidianos, hemos de considerar cómo y dónde utilizarla para hacer más eficientes nuestras actividades en todos los ámbitos; cómo utilizarla para generar valor y ser capaces de aplicar el pensamiento crítico y la ética para refutar o diferir en los resultados que genera.
Un estudio reciente del McKinsey Global Institute estima que alrededor del 70 % de las empresas habrá adoptado al menos un tipo de herramienta de IA para 2030, y que el 60 % de las ocupaciones actuales podrá automatizarse en los próximos 10 años.
Es así que se vuelve crítico comprender cómo incorporarla en la formación de los estudiantes para utilizarla eficazmente como herramienta en la resolución de problemas del mundo real.
Hemos de analizar el ecosistema de la educación superior, donde la vinculación empresarial es un puente clave para una transformación homologada de la sociedad. La IA nos invita a romper los silos y continuar la construcción de un trabajo armonizado en red.
Es necesario trabajar coordinadamente ya que esta tecnología es diferente y, en ciertos aspectos, no es tan fiable. Los sistemas de IA no son determinísticos, sino que se nutren de una diversidad de insumos, por lo que la misma entrada no es siempre la misma salida.
Es aquí donde el binomio universidad-empresa ha de fortalecerse para aprender mutuamente de la IA, su aplicación y asegurar sus beneficios en el corto y largo plazo.
Por lo anterior, se vuelve crítico identificar formas de agilizar y sincronizar su aplicación como lo es el trabajo en red y multidisciplinario: la colaboración en redes empresariales, interuniversitarias, nacionales e internacionales, así como la participación de la industria en actividades dentro del aula.
No olvidemos el objetivo dual del uso de la IA, aprovechar sus beneficios en reducción de tiempo en la ejecución de actividades, tareas, funciones, optimización de procesos, disminución de errores y, al mismo tiempo, fortalecer las habilidades intrísecas del ser humano.
Sin esta dualidad estaremos implementando tecnología con un objetivo efímero y de corto alcance, esto es, menos probabilidades de lograr el beneficio que nos propusimos al inicio de su uso.
La IA está aquí, no podemos negar sus beneficios, sino que debemos buscar humanizarla para que se convierta en una herramienta inherente a nuestra vida.
Esto requiere un enfoque integral que considere la transformación organizacional para romper silos y trabajar en red, la capacitación de los empleados y la formación de futuros actores claves del ecosistema, como lo son los estudiantes universitarios.
El entendimiento coordinado se vuelve clave. Las universidades deben incorporar el uso de la IA desde la disciplina, entendiendo tanto el uso de herramientas como el desarrollo de aplicaciones integrales, así como tener presencia de la empresa en el aula compartiendo problemáticas, herramientas y situaciones en que se utiliza la IA.
La IA es una herramienta poderosa que está transformando la educación y los negocios, por lo que obtener valor real de la IA requiere evolución en muchos ámbitos de nuestra vida.
No es sólo una nueva tecnología, se trata de una gestión y movilización exitosa del cambio, por lo que el liderazgo directivo, con un enfoque integral y humanizado para aprovechar su potencial, es esencial.
Como líderes y educadores, debemos estar preparados para adaptarnos, asimilar este cambio y liderar el camino hacia un futuro más innovador, productivo y altamente humano.
La autora es Decana Asociada Académica de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y profesora investigadora en estrategia empresarial, gestión de conocimiento e innovación. Obtuvo su doctorado por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Contacto: laura.zapata@tec.mx