Antes del inicio de las elecciones primarias en 2016, el consenso entre las agencias de inteligencia de Estados Unidos era que la principal amenaza que enfrentaría el siguiente presidente sería el crecimiento de la economía china e incluso había estimaciones que el PIB chino podría superar al estadounidense poco antes del 2030. De acuerdo con los datos de la Oficina del Censo de ese país, China representaba entonces el 20.94 por ciento de las importaciones de la Unión Americana, que era el principal comprador de productos chinos en el mundo, por lo que quien sustituyera a Obama en el cargo tendría que implementar una estrategia para detener la dependencia que crecía de las manufacturas chinas.
Hasta la fecha, Estados Unidos no tiene una estrategia integral que reduzca su dependencia de China, de quien importa bienes finales, de capital, intermedios y sobre todo muchos productos elaborados con minerales estratégicos. De ahí que el secretario Scott Bessent admitiera el mes pasado –en privado– que la actual situación arancelaria con China es insostenible y que se tiene que negociar una solución de largo plazo. Por ende, la insistencia del gobierno de Trump que se tradujo en el primer acercamiento que tuvieron ambos países el fin de semana en Ginebra y del que hoy tendremos más detalles.
Luego de nueve años, la relación comercial entre las dos superpotencias ha reducido su tasa anual de crecimiento, pero Washington aún no logra determinar el nivel óptimo de integración entre ambas. Janet Yellen, que como secretaria del Tesoro fue la vocera de Biden en temas internacionales de economía, flotó la idea del distanciamiento (decoupling), aunque tuvo que enfatizar que jamás sería un aislamiento entre ambos países. Su visita a Beijing en abril del 2024 sirvió sobre todo para reducir el nivel de tensión entre ambos países, pero no hubo mayores resultados.
Los aranceles que aplicó Trump a los productos chinos a partir del 2018 tuvieron un efecto moderado, pues no contó con la firme respuesta de Xi Jinping y que este promoviera las exportaciones chinas desde otros países. Al final del 2020 –y del primer periodo de gobierno de Trump– los productos chinos redujeron su participación en el total de las importaciones a 18.61 por ciento y el déficit comercial se contrajo de 346 mil 852 millones de dólares en 2016 a 307 mil 966 millones. Por otra parte, aunque China se comprometió a incrementar sus compras de Estados Unidos en 200 mil millones por medio del Acuerdo de Fase Uno, nunca hubo el apoyo necesario para su implementación, tanto por el Covid como por la campaña presidencial de ese año.
Aunque Biden anunció desde el inicio de su gobierno un plan integral para enfrentar la amenaza de China que iría más allá de los aranceles aplicados por Trump –los que mantuvo y amplió– nunca lo dio a conocer, a pesar de la presión del Congreso y de los principales organismos del sector privado estadounidense. Esto hizo que diversos think-tanks generaran alternativas, destacando la Brookings Institution, que propuso un enfoque regional a partir de la coordinación entre México, Estados Unidos y Canadá, lo que no fue rechazado por Ottawa.
Los aranceles aplicados a los productos chinos han permitido a México y Canadá aumentar su participación de mercado en Estados Unidos. Al final del año pasado, México representó el 15.48 por ciento de las importaciones totales en ese país; China, el 13.43 por ciento, y Canadá, el 12.63 por ciento, mientras que el superávit de México y Canadá aumentó con relación al 2023, el de China se redujo a 295 mil 401.6 millones de dólares. Mark Carney, primer ministro de Canadá, dijo estar muy consiente que su país exporta sobre todo productos intermedios a Estados Unidos y que los aranceles pueden hacer que los importadores busquen sustitutos en otros países, lo que es igualmente válido para México.
México tiene que diseñar una estrategia para reducir su dependencia de China, con quien no tenemos ningún acuerdo comercial y cuyos productos representaron a final del 2024 el 20.8 por ciento del total importado, sólo por debajo del 40.12 por ciento importado desde Estados Unidos. Hoy en día, China le vende a Estados Unidos principalmente componentes electrónicos, smartphones, maquinaria, juguetes, muebles, plásticos, equipo óptico, ropa y calzado. Podemos proveer muchos de estos productos, si el gobierno genera las condiciones de seguridad que necesita la industria. Pero el primer punto a tratar con Trump es la eliminación de aranceles, que pueden llevar a la caída en la participación de mercado, como le ocurrió a China.