La producción de automóviles durante abril tuvo una caída, en comparación anual, de 9%. No es nada extraño, considerando que en ese mes cayó Semana Santa. En marzo del año pasado, con la misma situación, la contracción fue de 13%. Visto así, podríamos pensar que de verdad las cosas no están tan mal en la economía.
Sin embargo, en ese mismo mes, la producción de camiones se hundió. La caída frente a abril de 2024 es de 24%, y en los dos meses anteriores había sido superior a 26%. De hecho, desde octubre, la caída promedio es de 15%, mes a mes, en este sector. Desde aquí, las cosas se ven mal.
Con esta información, y lo que compartí con usted el lunes, pensé que sería bueno ilustrar por qué la dinámica económica del país es tan deficiente. Recordará que le decía que, si nada cambia, el crecimiento promedio anual desde 2024 hasta 2027 rondaría 0.4%. La causa, me parece, tiene que ver con la inversión, que tradicionalmente ha sido insuficiente en México, pero que ahora arrastra un lastre y enfrenta grandes obstáculos.
Primero el lastre. Hace cinco años, justo en estas fechas, empezamos a salir del bache del confinamiento, que inició a mediados de marzo y finalizó a mediados de junio. Durante esos tres meses, la actividad económica del país se redujo considerablemente. Desafortunadamente, no hubo aquí ningún programa de apoyo, ni a empresas ni a consumidores, de forma que la recuperación posterior fue incompleta, y más allá de algunas cifras que esta columna sigue poniendo en duda, desde la elección de 2024 hemos iniciado una desaceleración que desde octubre creo que es recesión.
Durante esos meses de confinamiento, y luego por muchos meses más, usted consumió menos de lo que acostumbraba. Nos acabamos la despensa, y luego empezamos a comprar con cierta precaución, lavando todo lo que traíamos o pedíamos al super. Tal vez por seis o nueve meses, no se compraba ropa o calzado. Bueno, eso mismo ocurrió en las empresas, que dejaron de invertir, en construcción, en maquinaria, en vehículos.
Se me ocurrió calcular el tamaño del boquete. Lo hago de forma simple: la producción de autos o camiones, cada mes, contra lo que se producía en los meses previos al confinamiento. Producíamos cosa de 330 mil autos al mes, y más de 16 mil 500 camiones. Si comparamos la producción mensual contra esa referencia, y luego sumamos el acumulado desde 2019 hasta la fecha (porque recuerde que la caída en inversión no inició con el confinamiento, sino con la cancelación de la construcción del aeropuerto), resulta que nos faltan casi 3 millones de autos y 86 mil camiones. Dicho de otra manera, es como si se hubiesen borrado 10 meses de producción en estas dos industrias.
Si hago un cálculo similar con toda la inversión del país, nacional y extranjera, la que aparece en las Cuentas Nacionales, me encuentro con lo mismo: el boquete iniciado con la cancelación del NAIM, hasta el cierre de 2024, que es el último dato que tenemos, equivale a 11 meses de inversión que no ocurrieron. Prácticamente un año.
Ese mantenimiento que no se hizo, esos vehículos que no se renovaron, los edificios que no se construyeron, se reflejan en una menor capacidad de producción. Y usted entenderá que es imposible recuperar ese año perdido en unos pocos meses. En el mejor momento, segunda mitad de 2023 y primera de 2024, cada trimestre recuperábamos por ahí de 12%. Con las cifras que me causan duda, pero olvidemos eso por ahora. Con ese ritmo, en un par de años se podría cerrar el boquete. Pero viene entonces la segunda parte, los obstáculos. De ellos platicamos el viernes.