Una de las rutas para escapar de la pobreza en México consiste en estudiar programación de aplicaciones y computadoras. ¿Cierto?
Pero lo que declara en estos días el personaje más influyente de una de las empresas más importantes de tecnología suena a contra corriente.
Me refiero a Satya Nadella, director general de Microsoft. Atención, ingenieras e ingenieros que apuestan su futuro a la programación.
En México, 30 mil 582 personas están graduadas en ciencias de la computación, pero 204 mil 990 están matriculados en esta carrera, de acuerdo con el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo. Aspiran a ganar al menos un salario mensual de unos 16 mil 500 pesos (unos 850 dólares), de acuerdo con la misma institución.
Ese dinero en México pone a quien lo recibe por encima del salario mínimo de 8 mil 300 pesos y casi en 18 mil pesos, el promedio del sueldo de los trabajadores formales en el país, registrados ante el IMSS. Por tanto, significa una aproximación al camino de la prosperidad.
Pero esos salarios se basan en la narrativa que personajes como el mismo Nadella venían defendiendo desde 2020, en el sentido de que el mundo necesita millones de programadores.
Cinco años después, el director de Microsoft dijo en una conferencia con Mark Zuckerberg, de Meta, que hasta un 30 por ciento del código de la compañía está escrito actualmente por inteligencia artificial.
“Diría que quizás entre un 20 por ciento y un 30 por ciento del código que se encuentra actualmente en nuestros repositorios, y algunos de nuestros proyectos probablemente estén escritos en su totalidad por software”.
Confiar en la IA no es solamente algo que utiliza durante sus sofisticadas operaciones y análisis de negocios, sino en su día a día. Nadella convive con la inteligencia artificial quizás como lo haría con un amigo.
“Le gustan los podcasts, pero en lugar de escucharlos, carga las transcripciones en la app Copilot de su iPhone para poder hablar con el asistente de voz sobre el contenido de un episodio en el coche de camino a Redmond”, publicaron los periodistas Austin Carr y Dina Bass para Bloomberg.
Como asiduo consumidor de podcasts y usuario de Chat GPT advierto muchas limitaciones en la comprensión de textos y de audios de esta tecnología, al menos hasta estos días. Si el director general de Microsoft confía en la IA para comprender el mundo, sería algo preocupante. Lo que agregaron los periodistas de Bloomberg es revelador:
“En la oficina, confía en Copilot para que le envíe resúmenes de los mensajes que recibe en Outlook y Teams, y alterna entre al menos diez agentes personalizados de Copilot Studio. Los considera sus jefes de personal de IA, delegando la preparación de reuniones, la investigación y otras tareas en los bots. ”Soy mecanógrafo de correos electrónicos“, bromea Nadella sobre su trabajo, señalando que, afortunadamente, Copilot es muy bueno clasificando sus mensajes”.
¿Estamos permitiendo que hackeen nuestro cerebro?
No quiero sonar radical. La IA es una tecnología sumamente útil y creo que tiene el potencial de cambiar la historia de la humanidad, pero recargar en ésta toda la información que consumimos, sin acudir a verificar a las fuentes originales, nos expone a sesgos y limitaciones diseñadas por quien construyó la base tecnológica o el “fine tuning” de cada sistema o LLM como Copilot, Llama o Chat GPT.
Es la lógica que escucho, afortunadamente, en desarrolladores de código que tengo cerca.
La inteligencia artificial puede hacer mucho y cada vez podrá hacer más, pero no podrá hacer todo y solamente siendo irresponsable del futuro de una compañía un director la dejaría sin supervisión.
Pero es un hecho que los desarrolladores de código deberán aumentar sus habilidades e incluir entre ellas la de análisis de datos, incluso algunas de comunicación –cuyos perfiles pueden considerar más difíciles– útiles para interactuar con otros para organizar trabajos productivos.
A mi juicio, hay mucho futuro para quien entienda de software y seguramente a juicio de Nadella, también, por eso la mayoría de su software está todavía hecho por humanos.