Andrés Manuel López Obrador tuvo un problema y lo hizo más grande. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ahora encara la realidad de contar incluso con menos gas natural de Pemex que su antecesor.
No sería lío mayor si ese producto no alimentara el 60 por ciento de los focos y enchufes del país cuando su combustión se transforma en energía eléctrica. Podríamos voltear para otro lado, si México no dependiera tanto de Estados Unidos para su abasto nacional.
Al presidente López Obrador, los priistas le dejaron un escenario decadente con una producción de apenas 5 mil millones de pies cúbicos diarios. La cifra es técnica, pero resulta útil tenerla a mano.
Para cuando se fue, la administración de Octavio Romero al frente de Pemex la había dejado aún peor, en 4 mil 572 millones de pies cúbicos diarios.
¿Cómo andamos en 2025? Las cifras oficiales de la petrolera nacional indican 4 mil 368 millones de pies cúbicos al día. Esto no es un tema político, es un tema industrial. Se nos acaba el gas; a Claudia se le acaba el gas.
Para ‘completar’, cuando López Obrador inició su mandato, México compraba a los vecinos del norte 4 mil 500 millones de pies cúbicos diarios de gas natural a precios menores a los 3 dólares por millón de BTUs, otra medida técnica.
Este año, a Sheinbaum Pardo le reportan importaciones de 5 mil 900 millones de pies cúbicos diarios, de acuerdo con estadísticas del gobierno estadounidense, ahora a un precio superior a los 4.50 dólares por millón de BTUs.
México importa más gas del que produce Pemex y lo paga cada vez más caro.
¿Qué está pasando? En resumen, que desde hace varios sexenios el gobierno de México, que controla el sector energético del país, invierte poco en exploración y producción de gas.
Además, mantiene una prohibición de la práctica de ‘fracking’, una técnica usada para extraer mediante detonaciones controladas, el gas contenido en grandes rocas del subsuelo. Esa tecnología, sumada a la de perforación de pozos ‘direccionales’ detonaron la producción de gas en Estados Unidos.
Consecuentemente, México terminó importando en buena medida gas producido mediante esas técnicas, de yacimientos contiguos, pero ubicados del otro lado del río Bravo.
Estados Unidos elevó 30 por ciento su producción de gas natural solamente en lo que va de esta década, hasta llevarla a 130 mil millones de pies cúbicos diarios. Eso es 30 veces más que lo que produce Pemex.
La falta de visión en materia de gas es un problema que desde distintas trincheras periodísticas he destacado durante gobiernos panistas, priistas y ahora morenistas. Solo ha aumentado.
El argumento de los burócratas siempre refiere la baja rentabilidad de este producto frente al que ofrece el petróleo. Vaya, ‘deja más’ producir crudo.
Eso es innegable, cuando se trata de ingresos para el gobierno, pero del otro lado de la frontera, el secretario de Energía de la administración Trump, Chris Wright, ve el escenario completo: el gran negocio que representa el gas transformado en petroquímicos o en maquinaria y otros productos, una vez que es transformado en electricidad de bajas emisiones.
Wright y su ‘compañero’ en el gobierno, Elon Musk, buscan la ‘reindustrialización’ de Estados Unidos.
Ayer, durante la conferencia anual más importante de energía en Houston, ‘CERA Week’, Larry Fink, líder de BlackRock, advirtió que Texas enfrentará apagones a pesar de ser rico en energía, lo que pone de relieve una crisis de la red energética nacional.
El sector del gas natural recibió una atención significativa, y el director ejecutivo de Shell, Wael Sawan, pronosticó para 2040 un crecimiento del 60 por ciento en la demanda internacional de este producto, por la vía de entregas marítimas (GNL).
Ayer, los precios del gas natural subían a medida que el mercado observaba preocupaciones de que la oferta podría seguir siendo escasa hasta bien entrado el año. Los compradores lucen cada vez más impacientes.
En este contexto, México produce cada vez menos gas. Vamos a pagarlo caro, en el mejor de los casos.