Han pasado cinco años desde la última ejecución de un mexicano sentenciado a la pena de muerte en Estados Unidos. Se trata de Abel Revilla Ochoa, quien el 6 de febrero de 2020 recibió la inyección letal en Texas.
Luego de pasar 17 años en el corredor de la muerte, Revilla Ochoa cumplió su cita con la muerte, resultado de un caso que tuvo los reflectores internacionales por la gravedad de los crímenes.
Desde el primer mexicano ejecutado, que fue Ramón Montoya, en marzo de 1993, 12 connacionales más fueron pasados por la plancha de la muerte.
Abel Revilla Ochoa: Un crimen lleno de sadismo
El 4 de agosto de 2002, en su residencia de Dallas, Texas, Abel Revilla Ochoa disparó y mató a cinco miembros de su familia: Su esposa Cecilia; sus hijas Crystal, de 7 años, y Anahi, de 9 meses; su cuñada Jaqueline; y su suegro Bartolo.
Además, hirió a otra cuñada, Alma, quien escapó y pidió ayuda a la policía. Ochoa fue detenido minutos después mientras intentaba retirar dinero de un cajero automático utilizando la tarjeta de crédito de su esposa.
Según se reveló durante el juicio, Ochoa había luchado contra una adicción al crack durante dos años. El día del crimen, tras una abstinencia de 10 días, su esposa le permitió consumir nuevamente para aliviar su síndrome de abstinencia. Poco después de fumar, Ochoa tomó una pistola y disparó contra su familia.
Medios estadounidenses relataron que el mexicano, nacido en Durango, batalló bastante con las adicciones, ya que esta situación le provocó perder trabajos y tener diversos problemas con su esposa.
De acuerdo con Dallas News, la relación marital de Abel y Cecilia fue empeorando, ya que él la había amenazado de muerte y, tres semanas antes del parricidio, Revilla Ochoa le apuntó con un arma a su cuñada Alma.
El día de los hechos, después de haber acudido a la iglesia, todos volvieron a la casa y Abel fumó la droga en el patio, en ese momento, Alma y Jacqueline, sus cuñadas, llegaron de visita.
Abel se refugió en su recámara, donde quiso ver televisión, pero la ansiedad por consumir más sustancias se volvió incontrolable, pero sabía que Cecilia no le daría más dinero y fue cuando ‘se le metió el demonio’, según declaró en el juicio.
El mexicano tomó una pistola Ruger 9 mm y en medio del efecto del crack disparó primero a su esposa. La segunda víctima fue Jacqueline, quien se encontraba cargando a la bebé Anahí, que también fue alcanzada por las balas.
De ahí se fue contra su suegro Bartolo, quien tenía una pierna amputada y andaba en silla de ruedas, después le disparó a Alma, su otra cuñada, quien quedó gravemente herida y pudo huir para pedir ayuda.
El momento más sádico y que reforzó al jurado solicitar la pena de muerte fue que la pistola se le vació, Abel fue a su recámara a recargarla para volver a la sala y cuando vio que su hija Crystal trataba de escapar, la persiguió y le dio cuatro tiros por la espalda.
El juicio de Abel Revilla Ochoa
En 2003, un jurado condenó a Ochoa a la pena de muerte. Su defensa argumentó que los asesinatos fueron resultado de un “delirio inducido por la cocaína” y que Ochoa no estaba plenamente consciente de sus acciones.
Sin embargo, el jurado consideró que la gravedad de los crímenes justificaba la sentencia capital.
La ejecución de Ochoa generó diversas reacciones. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) expresó su “absoluto rechazo” a la aplicación de la pena de muerte y solicitó a las autoridades de Texas conmutar la sentencia de Ochoa por otra de prisión.
La CNDH destacó que México está adherido a tratados internacionales que buscan la abolición de la pena capital y que, en el país, esta práctica está prohibida por la Constitución.
El Consulado de México en Houston envió una carta de clemencia a la Junta de Perdones y Libertad Condicional de Texas, solicitando la conmutación de la pena de Ochoa. Aunque Ochoa se había naturalizado ciudadano estadounidense y no había requerido asistencia consular durante su proceso judicial, el consulado actuó en consonancia con la postura de México contra la pena de muerte.
A las 18:48 horas locales del 6 de febrero de 2020, Ochoa fue declarado muerto tras recibir una dosis letal de pentobarbital.