“No puedes gobernar a otros si no puedes gobernarte a ti mismo”
Benjamín Franklin
Todos lo hemos vivido, al momento de recibir las indicaciones de emergencia antes de iniciar un vuelo, atentamente nos dicen que, en caso de emergencia caerán mascarillas de oxígeno del techo y, que debemos de ponernos primero la nuestra y luego auxiliar a los demás a ponerse la suya…, es una metáfora muy buena: para saber liderar (el verbo adecuado, según la real Academia Española) primero hay que liderarse uno mismo; ocuparse de uno mismo.
Como decían las abuelas (al menos las mías): “Para saber mandar, hay que saber obedecer” y no es que nuestras abuelas querían que las obedeciéramos (y seguro que lo querían), pero, en el fondo quien no está dispuesto a vivir con el ejemplo (es decir, obedecerse a sí mismo) lo que le va a pedir a los demás, pues, simplemente, no sabe mandar, en efecto: “Para saber mandar, hay que saber obedecer”.
Las dos citas citadas (la de Franklin y las de mis abuelas) de manera muy nítida reflejan la importancia de la autodisciplina y el autoliderazgo como base fundamental para ejercer un liderazgo efectivo sobre los demás.
El liderazgo no es sólo una habilidad que se aplica al guiar a otros; comienza con una base sólida: liderarse a uno mismo. Antes de inspirar, dirigir o influir en un equipo, es fundamental aprender a gestionar nuestras propias decisiones, emociones y acciones. Este es el primer paso hacia la construcción de un liderazgo auténtico y efectivo.
1. Define tus valores y propósito
El liderazgo personal comienza con claridad. Pregúntate: ¿Qué es lo más importante para mí? y ¿Cuál es mi propósito? Identificar tus valores te permitirá tomar decisiones alineadas con lo que realmente importa, fortaleciendo tu integridad y autenticidad.
2. Establece metas claras y alcanzables
Un líder sabe hacia dónde se dirige. Empieza por definir objetivos concretos en tu vida personal y profesional. Estas metas deben ser específicas, medibles, alcanzables, relevantes y con un plazo determinado (SMART, lo hemos comentado). Divídelas en pequeños pasos que te permitan avanzar de manera constante y siempre celebra cada logro.
3. Cultiva la autodisciplina
El liderazgo interno requiere la capacidad de mantener el enfoque y cumplir con tus compromisos, incluso cuando no es fácil. Esto implica desarrollar hábitos diarios como organizar tu tiempo, evitar distracciones y mantenerte constante en tus esfuerzos. La autodisciplina no solo fortalece tu confianza, sino que también inspira respeto en los demás.
4. Aprende a gestionar tus emociones
Los grandes líderes tienen un alto grado de inteligencia emocional. Esto significa reconocer tus emociones, entender cómo afectan tus decisiones y manejarlas de manera constructiva. Practica la autorreflexión, la meditación o el journaling (llevar tu diario, es un ejercicio que mucha gente exitosa hace, da muy buenos resultados) para conocerte mejor y reaccionar de manera más consciente ante los desafíos.
5. Asume la responsabilidad de tus acciones
Un líder no busca excusas; busca soluciones. Desarrollar el hábito de asumir la responsabilidad de tus decisiones, errores y éxitos fortalecerá tu carácter. Esta mentalidad también fomenta la confianza, tanto en ti mismo como en las personas que lideres.
6. Invierte en tu crecimiento personal
El liderazgo requiere aprendizaje continuo. Lee libros, escucha podcasts, toma cursos y rodéate de personas que te inspiren. Liderarte a ti mismo significa aceptar que siempre hay espacio para mejorar y que cada día es una oportunidad para crecer, para aprender, para desarrollar habilidades y competencias…, y también para desaprender.
7. Practica la gratitud y la humildad
Un líder fuerte es consciente de sus fortalezas y limitaciones. Practicar la gratitud por lo que tienes y mantener una actitud humilde te ayudará a conectar con los demás de manera auténtica. Esto es clave para crear relaciones de confianza y respeto.
El liderazgo siempre comienza contigo. Liderarte a ti mismo es un proceso continuo que requiere intención, esfuerzo y reflexión. Al desarrollar estos hábitos personales, estarás construyendo la base sólida necesaria para liderar a otros con autenticidad, confianza y propósito. Recuerda: el liderazgo no es un destino, sino un camino de transformación constante.