En el tablero del comercio global, las reglas cambian con la velocidad de un tweet presidencial. La reciente imposición de aranceles por parte de Donald Trump ha encendido alarmas en mercados y gobiernos por igual.
Aunque México logró esquivar algunos de los peores golpes gracias al T-MEC, aún enfrenta una serie de desafíos que pueden redefinir su futuro económico. La pregunta no es si estos aranceles afectarán la economía, sino cómo y en qué magnitud lo harán.
Los aranceles: entre la amenaza y la realidad
La teoría es sencilla: Trump ha decidido imponer un 25% de arancel a ciertos productos con contenido no estadounidense, lo que impacta de lleno en las autopartes esenciales y otros bienes industriales. En la práctica, sin embargo, la ejecución de esta medida es un enredo burocrático monumental.
Para que la imposición funcione, la aduana estadounidense tendría que evaluar en tiempo real el porcentaje exacto de contenido no estadounidense de cada importación. Suena tan fácil como calcular la receta de una sopa mientras se cocina en un mar embravecido. Se necesitarían sistemas de información precisos, personal altamente capacitado y, sobre todo, un espacio en puertos y fronteras que hoy simplemente no existe.
De aplicarse de manera estricta, el efecto inmediato sería un caos logístico que paralizaría cruces fronterizos y congestión en los puertos. Esto no es solo una suposición alarmista; la historia reciente muestra que cuando las aduanas de EE.UU. endurecen controles, los retrasos se disparan y los costos logísticos se multiplican.
Entonces, ¿por qué insistir en medidas que podrían ser más difíciles de implementar que de anunciar? Porque en realidad, estos aranceles parecen ser una herramienta de presión política, más que una política comercial con fines recaudatorios.
El trasfondo: más política que economía
México y Canadá quedaron, por ahora, fuera de los aranceles más agresivos, pero la exención tiene un precio. Washington busca alineación total en tres temas clave:
- Migración, un asunto distinto para cada país pero central en la agenda electoral de EE.UU.
- Fentanilo y tráfico de drogas, un problema de salud pública que Washington quiere frenar en la oferta más que en la demanda.
- China y la seguridad continental, un ajedrez geopolítico donde México podría ser la pieza clave para frenar la influencia asiática.
Si la Casa Blanca está apostando a que el miedo a la disrupción económica doblegue a sus socios comerciales, es posible que subestime la complejidad del ecosistema empresarial y la capacidad de adaptación de los mercados.
El impacto en los mercados: volatilidad asegurada
Los inversionistas han reaccionado como lo haría un gato al oír una aspiradora. El Nasdaq 100 se desplomó casi 6%, el S&P 500 cayó 4.9%, y las bolsas asiáticas anticipan una semana oscura. La razón es simple: menos comercio significa menos crecimiento, más inflación y, en el peor de los casos, una posible estanflación.
El modelo de Bloomberg estima que estos nuevos aranceles podrían restar 2.8 puntos porcentuales al crecimiento del PIB de EE.UU. y aumentar la inflación en 1.5 puntos. Esto no es solo un problema para Washington; si EE.UU. crece menos, México crecerá menos también.
El Plan México, anunciado con bombo y platillo por el gobierno, busca mitigar estos efectos. Sin embargo, su éxito dependerá de tres factores fundamentales:
- Apoyo presupuestal del gobierno
- Inversión nacional y extranjera
- Participación del sector privado en áreas clave como energía, telecomunicaciones y tecnología
Y aquí está el problema: los indicadores recientes no son alentadores. Según la Encuesta de Opinión Empresarial del INEGI, la confianza en la inversión cayó en todos los sectores. En manufactura bajó 10.8 puntos, en construcción 13.5 y en comercio 13.9.
Aún más preocupante es la caída de la Inversión Bruta Fija, que en enero de 2025 se desplomó un 6.7% respecto al mismo mes del año anterior, con una reducción del 24.8% en inversión pública. Si el gobierno esperaba que el sector privado compensara la caída del gasto público, las cifras sugieren que esto no está ocurriendo.
¿Plan México o Plan de Contingencia?
Es innegable que el Plan México tiene buenas intenciones: fortalecer la producción nacional, simplificar trámites y facilitar el acceso al crédito. Sin embargo, si no hay confianza empresarial ni condiciones para la inversión, el plan se queda en una lista de deseos.
Además, los bancos han sido señalados como renuentes a prestar lo suficiente. Aunque el gobierno y el sector bancario han anunciado un convenio para mejorar el financiamiento a PYMES, el desafío real no es solo el acceso al crédito, sino la informalidad estructural del país. Pretender que el financiamiento crecerá un 3.5% anual en un mercado donde la informalidad domina es, cuanto menos, optimista.
Entre la estrategia y la tormenta perfecta
México está en un punto crítico. La imposición de aranceles por parte de EE.UU. no es solo un desafío comercial, sino una pieza en un juego geopolítico mayor. A corto plazo, la volatilidad es inevitable. A mediano plazo, todo dependerá de la capacidad del país para atraer inversión, fortalecer su mercado interno y consolidarse como un socio estratégico de EE.UU., sin perder autonomía económica.
El Plan México es una buena estrategia, pero requiere más que anuncios: necesita ejecución efectiva, confianza empresarial y estabilidad política. De lo contrario, el país podría quedar atrapado entre los caprichos de Washington y sus propias debilidades estructurales.
Como en un ajedrez con un oponente impredecible, la clave no es solo reaccionar a los movimientos del rival, sino anticiparse a ellos y jugar con inteligencia.