En el contexto actual de constantes amenazas del presidente Trump de imponer aranceles del 25 por ciento a los productos que su país importa desde México, hay una amplia discusión acerca de cómo debería responder México. Hay quienes piensan que, al igual que ha hecho Canadá, en caso de que los aranceles sean impuestos, México debería responder con una imposición de aranceles de la misma magnitud a todos los productos provenientes de Estados Unidos. Creo que esto sería un error.
Antes de explicar por qué, me parece importante señalar que es baja la probabilidad de que Estados Unidos termine imponiendo aranceles del 25 por ciento a México por un tiempo prolongado (más de un mes), debido al impacto negativo que éstos tendrían sobre la propia economía estadounidense.
Primero, porque afectarían la productividad del sector manufacturero de ese país. México, más que competir directamente con Estados Unidos en la elaboración de manufacturas, lo complementa en complejas cadenas de valor. Los aranceles a México resultarían en un encarecimiento de la producción en Norteamérica. Casi la mitad de las importaciones de autopartes que hace Estados Unidos provienen de México, por lo que un arancel encarecería el proceso productivo de la industria automotriz.
Segundo, los aranceles provocarían un aumento de precios para los consumidores estadounidenses. Por ejemplo, en productos alimenticios, alrededor del 45 por ciento de las importaciones que realiza el vecino del norte provienen de México. En muchos casos, no es posible sustituir estos productos ni internamente, ni con importaciones de otros países. Así, un arancel resultaría en aumentos de precios en los supermercados, lo que añadiría un impacto político negativo para el gobierno actual. Además, este incremento de precios podría afectar la política monetaria de la Reserva Federal, reduciendo el ritmo de descenso de las tasas de interés o incluso provocando un aumento, lo cual desaceleraría a la economía o incluso podría llevarla a una recesión (o peor aún, una estanflación, al combinarse con el alza de precios provocada por los propios aranceles). Me parece que las caídas en los mercados accionarios de Estados Unidos en los últimos días son señales de que los mercados valoran negativamente la política arancelaria de Trump.
Finalmente, una cuestión que no parece quedar clara a los proponentes de los aranceles es que estos, indirectamente, se transforman en un impuesto a las exportaciones. Si los aranceles propuestos consiguen reducir las importaciones de EU, eso significaría que el país que antes exportaba recibirá menos dólares y estos se encarecerán, haciendo menos competitivo a EU en ese mercado y restando la capacidad de compra del país que recibía dichos dólares.
Ahora bien, si no obstante lo anterior, los aranceles llegaran a implementarse permanentemente, me parece que México no debería responder con una medida similar ¿Por qué? Por exactamente las mismas razones por las que los aranceles a los productos mexicanos afectarían a la economía de Estados Unidos, los aranceles de México a Estados Unidos tendrían un impacto negativo en nuestra economía: afectarían la competitividad al encarecer los insumos utilizados en el proceso productivo, aumentarían los precios para los consumidores y podrían generar presiones en precios que impedirían al Banco de México reducir la tasa de política monetaria tanto como debería. Además, como mencioné anteriormente, esto afectaría indirectamente a los exportadores y su competitividad.
Hay quienes piensan que las represalias, si bien pueden tener efectos negativos, podrían evitar que los aranceles de Estados Unidos sean impuestos. Puede ser, pero el costo de esta apuesta podría ser muy alto.
Creo que la mejor estrategia es la que hasta ahora ha seguido el gobierno mexicano: no amenazar con represalias, diseminar el mensaje dentro de Estados Unidos de que México es un país que contribuye a su competitividad y prosperidad comunes, y continuar trabajando en materia de seguridad. Si la razón impera, el comercio entre México y Estados Unidos debe darse totalmente libre de aranceles.