El próximo 17 de junio entrará en vigor la llamada ley silla, una iniciativa que busca mejorar las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos sometidos a extenuantes jornadas laborales, sin la posibilidad de sentarse o de contar con periodos de descanso adecuados.
Esta reforma a la Ley Federal de Trabajo prohíbe obligar a sus trabajadores a permanecer de pie toda la jornada laboral y obliga a las empresas a proveer un número suficiente de asientos o sillas con respaldo para que las personas trabajadoras en los sectores de servicios, comercio y actividades análogas puedan utilizarlas, tanto para el desempeño de sus funciones como para descansos periódicos durante la jornada laboral.
Las empresas cuentan con 180 días a partir de la entrada en vigor del decreto para dar cumplimiento a estas disposiciones.
La necesidad de la ley silla es un reflejo elocuente de las precarias condiciones laborales en empresas del país.
El portal laboral OCC dio a conocer que el 53 % de los empleados que trabajan en comercio al por menor trabajan de pie y sin descansos adecuados y el 45 % no tiene ningún apoyo en su empleo para mitigar el cansancio por trabajar de pie.
De igual manera, un estudio que se está realizando por estudiantes de responsabilidad social de la Universidad de Monterrey empieza a documentar la ausencia de espacios y condiciones apropiadas para el descanso de los cajeros y trabajadores de tiendas de conveniencia del área metropolitana de Monterrey.
En lugar de sillas, los empleados utilizan cajas, canastas, escaleras o incluso se recargan contra la pared durante sus escasos momentos de pausa o para tomar sus alimentos.
Muchos reportan haber solicitado sillas, sin haber obtenido respuesta por parte de sus empleadores; a otros les han prohibido traer su propia silla para poder tener un poco de alivio durante la jornada laboral. No hay consideración.
Estas condiciones, que son similares a las que enfrentan guardias de seguridad, empleados de farmacias, hoteles, restaurantes y otros establecimientos, tienen efectos importantes en la salud física: tensión muscular, problemas articulares, inflamación de venas, lesiones en tendones y ligamentos, varices e incluso trombosis.
A pesar de esto, la ley silla ha encontrado resistencia por parte de algunos empleadores a quienes les preocupa el costo que genera.
Además de los efectos en la salud, que no deben subestimarse, lo que evidencia estas condiciones es el desprecio hacia el trabajador, la humillación, el abuso.
Las consideraciones económicas nunca pueden estar por encima de la salud y bienestar del trabajador y ningún trabajador debe sacrificar su salud y bienestar por conservar un empleo.
Resulta inconcebible que en pleno siglo XXI, mientras en otros países debaten jornadas laborales de cuatro días e iniciativas para fomentar el equilibrio de la vida laboral y personal, en México celebremos reformas que apenas garantizan lo más básico: usar una silla y tener periodos de descanso en los turnos de trabajo.
Muchas empresas parecen olvidar (o ignorar) que sus trabajadores son personas; que tienen cuerpos que se cansan. Un trabajador que no puede sentarse durante cuatro, ocho, diez o doce horas no está siendo tratado como ser humano, sino como una pieza de maquinaria.
La falta de sillas, espacios y tiempos de descanso son algunas de las muchas otras condiciones precarias a las que son sujetos muchos trabajadores en el país y no solo se necesitan leyes que protejan su salud y bienestar, sino mecanismos de vigilancia y cumplimiento de estas.
Imperios económicos se han construido —y se siguen construyendo— a costa de la salud física y emocional de sus trabajadores.
Es urgente cambiar el paradigma de maximización de utilidades por uno que reconozca el trabajo como un acto humano que merece respeto y condiciones dignas.
La entrada en vigor de la ley silla es un pequeño pero significativo avance hacia un país donde la dignidad laboral sea un principio incuestionable e inviolable.
La autora es profesora e investigadora en la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey y fundadora del Laboratorio de Innovación Humanista para el Turismo (HUMTur).