México está en un punto crítico de su historia. La sombra de la incertidumbre se extiende sobre nuestra economía, nuestra política y nuestro futuro.
La dependencia de Estados Unidos ha sido una constante, y cada nueva crisis nos recuerda la fragilidad de nuestra posición. Nos hemos acostumbrado a mirar al norte en busca de soluciones, ignorando que la respuesta podría estar aquí, en nuestras manos.
La migración ha sido el reflejo más claro de nuestra incapacidad para generar oportunidades internas. Millones han cruzado la frontera con la esperanza de una vida mejor, porque en México el empleo es precario, los salarios son insuficientes y la estabilidad parece un lujo.
Y sin embargo, las puertas de Estados Unidos se cierran cada vez más. ¿Qué pasará cuando el camino ya no sea una opción? ¿Cuándo dejaremos de depender de las decisiones de otro país para determinar nuestro destino?
El comercio es otro síntoma de nuestra vulnerabilidad. Los aranceles, las renegociaciones y los cambios de humor en la Casa Blanca pueden sacudir nuestra economía de un día para otro. Nos guste o no, hemos permitido que nuestra estabilidad dependa de políticas ajenas. Pero la pregunta es: ¿hasta cuándo?
Es momento de cambiar el rumbo. No podemos seguir esperando que otros definan nuestra prosperidad. La respuesta está en nosotros.
Impulsar lo Hecho en México no es solo un eslogan; es una estrategia de supervivencia. Es apostar por nuestra industria, fortalecer el mercado interno y diversificar nuestras relaciones comerciales. Es confiar en nuestra capacidad de competir y de innovar sin miedo.
En este contexto, Nuevo Leon han dado un ejemplo de resiliencia y visión económica. Con un PIB que supera los 100 mil millones de dólares anuales y siendo el segundo estado con mayor captación de inversión extranjera en México, la región ha demostrado que la autosuficiencia es posible.
Empresas como Ternium, FEMSA y Cemex han sabido expandirse sin depender únicamente de Estados Unidos, explorando mercados en Asia, Europa y América Latina. La lección es clara: diversificación e innovación son las claves del crecimiento.
Aquí es donde la labor de los Secretarios de Economía cobra una importancia estratégica. No son simples administradores de políticas, sino arquitectos del futuro económico del país.
Su tarea no solo consiste en atraer inversión extranjera, sino en consolidar una economía que funcione desde adentro, que impulse el emprendimiento nacional y que fortalezca a las empresas mexicanas para competir globalmente.
Su papel es clave para abrir nuevos mercados, reducir la dependencia de un solo socio comercial y garantizar que México no solo sea un país de maquila, sino de innovación y valor agregado.
México no está condenado a ser el eterno subordinado de Estados Unidos. Nuestra historia nos ha demostrado que somos capaces de levantarnos ante cualquier adversidad. Lo único que necesitamos es decisión.
Porque un país que depende de otro nunca será verdaderamente libre.