No sorprendió el Banco de México y tomó la decisión que la mayoría de los analistas anticipaban: bajó en medio punto porcentual su tasa de referencia y la dejó en 8.5 por ciento.
Con ello, ya van tres ocasiones consecutivas en las que se decide un ajuste de esta magnitud.
Incluso, la redacción del comunicado anticipa que, en la siguiente decisión, que habrá de ocurrir el próximo 26 de junio, también podría haber otro ajuste similar.
En contra de lo que algunos podrían suponer, las reducciones sucesivas que hemos tenido no han tenido un impacto significativo en el precio del dólar.
Desde el 6 de febrero, que empezaron los recortes de medio punto, el tipo de cambio de hecho se ha apreciado en 5.6 por ciento. Aunque ayer hubo una leve presión alcista, en realidad la cotización se quedó muy estable.
La razón es que la política monetaria sigue siendo restrictiva. Con una inflación de 3.9 por ciento, una tasa objetivo por parte del Banxico de 8.5 por ciento implica una tasa real de 4.4 por ciento.
Con una tasa neutral que se estima en 3.6 por ciento, el nivel actual de las tasas todavía implica restricción monetaria.
Tal vez algunos pensaban que, en un entorno en el que cesó, por lo menos de manera temporal, el proceso de desinflación y hubo un ligero repunte del crecimiento del índice de precios al consumidor, el Banxico podría haber decidido suspender las reducciones o al menos atenuarlas, quizás con una reducción de solo un cuarto de punto.
Además del comportamiento reciente del tipo de cambio, otro de los factores que seguramente pesaron en la decisión de la Junta es la perspectiva de la actividad económica.
En el Informe del Banxico correspondiente al cuarto trimestre del 2024, se estimó un crecimiento para 2025 del orden de 0.6 por ciento.
Sin embargo, la encuesta que el propio Banxico levanta entre especialistas estimó un nivel del PIB de solo 0.2 por ciento.
Creo que la estimación del propio Banxico, que se dará a conocer en el próximo Informe Trimestral, bajará de nueva cuenta.
La caída de la demanda asociada a la previsión del estancamiento económico es un factor que puede incidir en el futuro de la inflación, reduciendo presiones.
Sé que entre diversos analistas existe la percepción de una Junta de Gobierno con una tendencia más blanda de la que quisieran respecto al control de la inflación.
Sería excelente que la convergencia al 3 por ciento se diera en este mismo año… si eso no implicara generar una problemática económica que en el futuro conllevara aún más inflación, por sus efectos de segundo orden.
No hay que perder de vista que incluso el nivel actual de inflación, de 3.9 por ciento, entra dentro del margen de tolerancia que las reglas han establecido para la meta inflacionaria, de 3 más menos uno por ciento.
También entiendo que hay quienes piensan que, por diseño institucional, al Banco de México solo debe interesarle bajar la inflación tan rápido como sea posible sin reparar en otras consecuencias.
Pero creo que la realidad es diferente. El banco central no actúa en el vacío y debe tomar en cuenta la estabilidad general del país, que incluye la dinámica de la actividad productiva.
A mí me sigue preocupando más la tendencia al estancamiento, que es visible en muchos ámbitos, más que la reducción rápida de una inflación que no está distante de promedios previos.
Pero sé que se trata de una polémica interminable.