“The fundamental cause of the trouble is that in the modern world the stupid are cocksure while the intelligent are full of doubt”- Bertrand Russell
El desafío en la industria de semiconductores es que quienes desconocen su complejidad creen que basta con ensamblar chips para ser competitivos, mientras que se sabe que el dominio de esta tecnología requiere décadas de inversión, investigación y desarrollo estratégico. El programa “Kutsari” presentado por la Dra. Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, representa un paso estratégico para que nos insertemos en la industria global de semiconductores, un sector clave para la innovación tecnológica y el desarrollo industrial. Los seres humanos pasamos de herramientas de piedra y fuego a la creación de chips avanzados que requieren una precisión extrema, materiales raros y procesos de fabricación de vanguardia, como la litografía ultravioleta extrema (EUV). De manera similar, México tiene la oportunidad de evolucionar de ser un país con capacidades limitadas en semiconductores a convertirse en un actor relevante en el diseño y eventual fabricación de estos componentes.
Así como la miniaturización y optimización de transistores en los chips de 5nm han permitido avances en inteligencia artificial, redes 5G y eficiencia energética, la consolidación de un ecosistema de semiconductores en México no solo fortalecerá la industria local, sino que también impulsará sectores estratégicos como la automotriz, médica y de sensores avanzados.
El Centro Nacional de Diseño de Semiconductores que propone “Kutsari” es un equivalente a la sofisticada maquinaria que hace posible la producción de los chips más avanzados. Si México logra establecerse en la cadena de valor del diseño y la innovación en semiconductores, podrá dejar de depender exclusivamente de importaciones y convertirse en un proveedor clave en la nueva configuración global de producción tecnológica.
En un mundo caracterizado por la globalización, la interdependencia económica y la aceleración del progreso tecnológico, las naciones que logran posicionarse de manera estratégica no son aquellas que se fragmentan internamente en disputas locales o regionales, sino aquellas que logran una sinergia integral, articulando sus capacidades industriales, científicas y tecnológicas en un frente común.
El desafío no está en disputarse recursos limitados dentro del territorio, sino en generar nuevas oportunidades que expandan el alcance y la capacidad productiva del país. Romper las fronteras mentales significa abandonar la mentalidad de suma cero, donde cada región o sector ve a los demás como competidores internos, y adoptar una visión de suma positiva, donde la colaboración entre regiones, industrias y centros de conocimiento fortalezca al país como un todo.
El mundo actual está dominado por bloques económicos y tecnológicos que operan con una lógica de escalabilidad y cooperación nacional. Países como China, Alemania y Corea del Sur han logrado transformar su estructura industrial y científica a través de políticas de integración que han eliminado barreras internas y promovido la especialización coordinada de sus regiones. En contraste, los países que mantienen una visión fragmentada de su territorio, donde cada región actúa como un ente aislado, con agendas propias y sin una estrategia nacional común, terminan debilitando su competitividad ante potencias globales más cohesionadas.
Uno de los mayores obstáculos para el crecimiento sostenible es la mentalidad de escasez, en la que regiones, instituciones y sectores industriales luchan por recursos limitados sin considerar que la verdadera solución radica en aumentar la capacidad del sistema en su conjunto. Un país que se divide en facciones que buscan asegurar migajas en lugar de trabajar en conjunto para hacer más grande el pastel está destinado a la irrelevancia en el escenario global. La integración y la colaboración permiten compartir infraestructura, conocimiento y talento, lo que maximiza la eficiencia y reduce duplicidades innecesarias.
En un mundo donde la inteligencia artificial, la automatización, la biotecnología y la manufactura avanzada están redefiniendo la competitividad, un país que no articula sus capacidades científicas y tecnológicas de manera integrada se condena a depender del conocimiento extranjero. Para evitar esto, es fundamental la creación de nuevas redes de innovación deep tech que conecten investigadores, tecnólogos y centros de investigación con la industria en todo el territorio, eliminando las barreras administrativas, burocráticas y culturales que frenan la colaboración.
Los ecosistemas de innovación más exitosos del mundo, como Silicon Valley en EE.UU. o el corredor tecnológico de Shenzhen en China, no son producto de una sola región o institución, sino el resultado de una red internacional interconectada de actores que comparten recursos y conocimientos para potenciarse mutuamente. Para que un país logre esto, es necesario un cambio de mentalidad que supere las divisiones territoriales y fomente un ecosistema colaborativo nacional.
La historia demuestra que los momentos de mayor éxito nacional surgen cuando las naciones logran alinear sus esfuerzos internos frente a desafíos externos. En un contexto de incertidumbre geopolítica, competencia por recursos estratégicos y transformación de los mercados internacionales, un país fragmentado es un país vulnerable. La desarticulación de esfuerzos científicos, industriales y tecnológicos no solo limita el crecimiento, sino que expone a la nación a la influencia y dominio de potencias extranjeras.
Frente a estos desafíos, la única estrategia viable es consolidar una visión nacional unificada, donde cada región y sector entienda que su verdadero éxito no depende de ganar en una competencia interna, sino de contribuir a un sistema mayor que, en su conjunto, tenga el peso necesario para competir a nivel internacional.
El cambio de mentalidad necesario implica dejar de ver la economía, la ciencia y la tecnología como juegos de suma cero y comenzar a tratarlos como sistemas dinámicos donde la colaboración genera crecimiento exponencial. No se trata de repartir los mismos recursos de manera diferente, sino de multiplicarlos a través de la cooperación y la integración.
Un país que logra superar sus fronteras mentales para articularse como un ecosistema nacional cohesionado no solo fortalece su capacidad industrial y tecnológica, sino que se posiciona estratégicamente en un mundo donde la fortaleza reside en la unidad y la innovación. En lugar de fragmentarse en luchas internas, el desafío es consolidar un proyecto nacional que transforme la competencia interna en colaboración y la integración en ventaja competitiva global.
Más allá de competir por una participación menor en el mercado, la visión debe ser expandir la capacidad nacional, permitiendo que la integración de talento, inversión y política industrial impulse la transformación digital del país. Así como los chips de 5nm han redefinido el mundo moderno, México tiene la posibilidad de redefinir su papel en la economía global mediante la sinergia de ciencia, industria y desarrollo tecnológico.