Cambio climático suena a problema lejano, de cumbres internacionales y debates científicos. Pero en México, el calor extremo no es una preocupación del futuro, sino una realidad de cada verano. En 2024, el país vivió una de sus olas de calor más intensas en décadas. En estados como Sonora y Baja California, los termómetros pasaron los 50°C. La Ciudad de México rompió su récord con 34.2°C, impensable hace pocos años. Más allá de los números, el impacto fue devastador: más de 200 personas fallecieron por golpes de calor y deshidratación, (según estadísticas conservadoras). Eso sin contar las muertes indirectas, como infartos agravados por el calor, que no siempre se reflejan en los números. Un infarto causado por deshidratación no se registra como muerte por calor, aunque lo sea.
Pero el calor no solo afecta la salud, golpea la economía. En sectores como la construcción y la agricultura, la productividad puede caer hasta un 50 por ciento cuando las temperaturas superan los 40°C. Más descansos forzados, más enfermedades, más ausencias. Para empresas y trabajadores, esto significa pérdidas reales, y las mujeres suelen enfrentar impactos todavía más severos.
Sin embargo, hay esperanza: el calor extremo es un problema con soluciones. Japón, Dubái y Corea del Sur han implementado innovaciones que podrían funcionar en México. En Dubái los centros de distribución usan sensores térmicos que ajustan los turnos de trabajo según la temperatura, reduciendo así en 30 por ciento los casos de golpes de calor. En Japón, los edificios incorporan materiales que reflejan el calor en lugar de absorberlo, manteniendo los interiores más frescos sin depender del aire acondicionado. En Corea del Sur, los repartidores usan chalecos con enfriamiento activo, protegiéndolos de los veranos cada vez más intensos.
No es ciencia ficción; son estrategias probadas que podrían adaptarse a México, a gran escala y con facilidad. Imaginemos fábricas en Monterrey equipadas con sensores que alerten a los supervisores cuando la temperatura supere niveles seguros. O sistemas en los campos agrícolas de Sinaloa que informen a los jornaleros sobre los momentos óptimos para trabajar y las pausas necesarias para hidratarse. También techos fríos en oficinas y bodegas de la Ciudad de México para reducir el uso del aire acondicionado, y sistemas de filtrado solar en invernaderos para proteger las cosechas y optimizar su rendimiento. Todo esto ya existe.
En Europa, muchas ciudades han rediseñado sus espacios para lidiar con el calor: jardines en techos, corredores sombreados, estaciones de hidratación en parques y mercados. México podría seguir ese camino con medidas como ventiladores solares en obras de construcción, refugios térmicos en espacios públicos y más áreas verdes en zonas industriales.
Además del impacto físico, el calor tiene consecuencias económicas. Un albañil que no puede trabajar porque hace 45°C pierde su ingreso del día. Un agricultor que ve su cosecha arruinada por temperaturas extremas sufre un golpe financiero que no siempre puede absorber. En otros países, ya existen herramientas financieras para mitigar estos efectos: Seguros paramétricos que activan pagos automáticos cuando la temperatura supera cierto umbral, protegiendo los ingresos de los trabajadores. Créditos de adaptación para que pequeñas empresas compren equipos de enfriamiento o adapten sus espacios. Cuentas de ahorro climáticas, donde los trabajadores independientes pueden reservar fondos para gastos médicos relacionados con el calor.
¿Qué vamos a hacer frente al calentamiento? La tecnología y la innovación existen, pero empresas, gobierno y sociedad deben trabajar juntos para aplicarlas. Es momento de hablar de soluciones, no solo del problema. México tiene el talento y la creatividad para adaptar ideas de otros países o crear sus propias estrategias. Transformar la crisis en una oportunidad para innovar, está a nuestro alcance.
En esta columna, seguiré explorando soluciones inteligentes para enfrentar el cambio climático. Porque ante un desafío como este, lo mejor que podemos hacer es actuar.