En 1602 ocurría un hecho que iba a revolucionar la historia de la economía y las finanzas. A saber: la constitución de la primera compañía capaz de financiarse por medio de la venta y compra de acciones. En efecto, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fue la primera empresa en publicar sus ganancias y en establecer un mecanismo que significó la democratización de la economía, pues cualquier residente de las Provincias Unidas podía comprar acciones de la compañía que luego participaba en el mercado secundario al aire abierto, en este caso, la Bolsa de Valores de Ámsterdam, la más antigua del mundo.
Desde entonces se puede pensar que la capacidad que tiene una nación en promover que las empresas puedan financiarse a través de la expedición de acciones y de que exista un público acostumbrado a arriesgarse en invertir en valores tendrá una economía sana y en crecimiento.
Aunque es verdad que las finanzas se han globalizado desde hace tiempo, también es cierto que aún hay espacio para estrategias financieras que impulsen el desarrollo de una nación.
En este sentido, si bien México se había estado quedando a la saga en su capacidad para generar un mercado de valores robusto, recientemente se han tomado buenas decisiones en la materia, aunque aún hay muchos riesgos en el camino.
A través de una negociación que implicó a varias instancias – encabezadas por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público – se llegó a la decisión de establecer un marco jurídico y económico para que pequeñas y medianas empresas puedan cotizar en las bolsas de valores nacionales: la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y la Bolsa Institucional de Valores (BIVA).
Las nuevas reglas ya fueron publicadas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y se fundaron en las disposiciones publicadas en el Diario de la Federación el pasado 21 de enero.
Estos cambios, con gran potencial para el desarrollo del país, son parte de la estrategia de desarrollo industrial contemplada en el Plan México.
La verdad de las cosas es que es una decisión, cuya necesidad ya se había contemplado desde hace tiempo, pues era obvio que las empresas pequeñas y medianas no estaban aprovechando la posibilidad de participar en el mercado de valores mexicano. A pesar de encontrarse entre las 15 economías del planeta desde hace años, México no ha desarrollado este mercado en todo su potencial, aunque un paso considerable se había dado con la emisión de la Ley de Mercado de Valores y Sociedades de Inversión aprobada en diciembre del 2023.
Por ahora, los valores emitidos por las llamadas “emisoras simplificadas” sólo podrán ser comprados por inversionistas institucionales y simplificados que conocen de los riesgos de este tipo de inversión. El desafío hacia el futuro es poder educar a la población en general en materia financiera para que se democratice la venta y compra de valores, como ocurrió en Ámsterdam en 1602.