Menudo susto se llevó el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, afectado por el síndrome de la bruja malvada de Blanca Nieves, cuando preguntó a la Inteligencia Artificial de la red social X, llamada Grok, “¿quién es el presidente más popular del mundo? Responde con una palabra”.
El ascenso de la derecha en el mundo pone en grave riesgo el ejercicio de los derechos humanos y de las libertades conquistadas a lo largo de décadas. En Estados Unidos, Trump cumple con creces sus amenazas de campaña y ya firmó, por ejemplo, la orden ejecutiva para desaparecer el Departamento de Educación. Sí, ¡de educación!
Entre uno de sus más conspicuos admiradores se encuentra el presidente de El Salvador. Reelecto con amplios márgenes de popularidad en un sistema que tiene prohibida la reelección continua, su fama ha crecido por dar golpes eficaces —y astutamente promocionados en redes sociales— en el combate a la inseguridad.
El Salvador vive en un Estado de excepción que cumplió el pasado marzo tres años. Se implementó con la excusa de la lucha contra las pandillas. Los asesinatos anuales pasaron de 2 mil 390 en 2019, año en el que Bukele comenzó su primer mandato, a 114 el año pasado. La percepción de inseguridad también se redujo abismalmente. Según el Índice Gallup 2024, el 88% de los salvadoreños dicen sentirse seguros caminando solos de noche.
Pero detrás de este aparente milagro salvadoreño se esconde un claro deterioro en los derechos humanos, las libertades y las garantías legales. Las detenciones masivas y arbitrarias, muchas veces llevadas a cabo para cumplir cuotas diarias y sin el soporte de órdenes judiciales ni investigaciones previas, han saturado las cárceles hasta el punto de que 3 de cada 100 varones adultos se encuentran detenidos. Los arrestos arbitrarios afectan desproporcionadamente a los sectores empobrecidos de la población. La más mínima sospecha de afiliación a una banda criminal puede llevar a los jóvenes (e incluso a los niños mayores de 10 años) a enfrentar la prisión preventiva. Un simple tatuaje, la ocupación del espacio público con amigos o familiares o el uso de redes sociales para compartir vídeos socarrones con música urbana pueden detonar estas medidas cautelares.
Los periodistas y escritores críticos hablan de una creciente “cultura del silencio”. Desde el 2019, Access Now y Citizen Lab han denunciado el espionaje a periodistas y organizaciones civiles. Bukele llega incluso a ejercer presiones internacionales a países vecinos para censurar, como en el caso de Michelle Recinos, cuyo libro de cuentos no se pudo presentar en la Feria Internacional de Guatemala porque en el relato “Barberos en huelga” muestra la crudeza del régimen de excepción de Bukele.
Uno de los aspectos más preocupantes de esta crisis es el apoyo popular con el que cuenta Bukele. Con poco más de 8 de cada 10 ciudadanos del lado del presidente, ¿las acciones de Bukele cuentan con legitimidad? ¿Su régimen es democrático? El Estado de derecho en El Salvador está resquebrajado y las violaciones de derechos humanos son claras, pero debemos construir un análisis que no infravalore la racionalidad de la población salvadoreña. Un error drástico de los demócratas estadounidenses fue menospreciar a los votantes de Trump, tomándolos por extremistas indeseables o como ciudadanos desinformados e incultos. Las nuevas derechas han sabido, quizá más que la mayoría de alternativas políticas, entender el descontento social y proporcionar narrativas creíbles que conquistan el corazón de los afectos políticos de la ciudadanía.
Bukele es un publicista que tiene claro el poder de las imágenes. Por ello, toda acción política que realiza la comunica con precisión y fidelidad a una fabulación política que convence a los salvadoreños. Incluso internacionalmente, Bukele ha logrado difundir la idea de que su gobierno ha resuelto el problema de inseguridad. Mientras tanto, las desapariciones forzadas se siguen produciendo, no sabemos si los numerosos asesinatos dentro de los centros de internamiento del gobierno se reportan y la violencia sexual ejercida por los militares va en aumento. En definitiva, la violencia de las pandillas en El Salvador ha sido sustituida por la violencia estatal.
Grok respondió a la pregunta de Bukele: Sheinbaum es la más popular. El narcisista comenzó a arrojar manzanas envenenadas en sus redes sociales contra México, pero no hemos caído en su provocación. Aquí, hasta ahora, alejamos la tentación de la represión social como estrategia. Lo que todavía no conseguimos es terminar de combatir la inseguridad, aunque avanza una nueva estrategia gubernamental. El modelo represivo de Bukele sigue tentando a sectores conservadores de la sociedad mexicana… ¿Resistiremos?
Lectura recomendada: Sustancia de hígado de Michelle Recinos (Altamarea)
Gracias a LGCH por las lecturas y conversaciones para que mi colaboración no se interrumpa por razones médicas.