“Tenemos la ventaja, sobre cualquier otro país en desarrollo de compartir la frontera con el mayor mercado mundial. Debemos aprovecharlo.” Esto escribió Carlos Fuentes en el número inaugural de la revista Este País, en abril de 1991, ante los prospectos de un Tratado Comercial en América del Norte y analizando los resultados de la Encuesta Mundial de Valores levantada en México en 1990.
Y continuaba con una frase que parece seguir vigente en el contexto actual: “Quiero recordar, simplemente, que en la nueva situación internacional el trato con los Estados Unidos no sólo ofrece oportunidades, sino peligros enormes.”
Como planteo en un nuevo libro de próxima aparición (La evolución cultural en México), los prospectos del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá hace tres décadas y media generaban una división de actitudes que podría adoptar las categorías de Umberto Eco de apocalípticos e integrados, referida a la actitud ante la expansión de los medios masivos y la cultura popular en Europa.
En nuestro contexto y tema, los apocalípticos serían aquellos que veían con temor y ansiedad la integración comercial, como un proceso de eventual dominación cultural. Por su parte, los integrados veían el proceso con optimismo, a través del cual habría una identidad norteamericana y valores compartidos en nuestro país.
Después de tres décadas de integración comercial, encuestas nacionales de valores realizadas en 2003 y 2023 muestran un claro proceso de integración cultural en México: con altibajos, la imagen acerca de Estados Unidos ha sido bastante favorable; la confianza en el tratado comercial ha crecido; la opinión de que el TLC, hoy T-MEC, ha sido beneficioso para el país es mayoritaria; la identidad norteamericana, aunque minoritaria, también ha ido al alza; y la creencia de que la integración con otros países es buena es casi unánime.
Por supuesto, hay segmentos sociales más integrados que otros, e incluso algunos que podrían catalogarse más bien como “olvidados”. Pero de que ha habido una integración cultural muy amplia entre la sociedad mexicana es un hecho.
La integración cultural ha sido un proceso tan natural que comenzamos a pensar que el desfile de Día de Muertos que la película de James Bond, Specter, inauguró en la CDMX en 2015, es una costumbre que comenzó hace décadas, si no es que siglos atrás. Ya en un libro de 1994, Subversiones silenciosas, Héctor Aguilar Camín mencionaba la “norteamericanización” de las costumbres en el país.
Con Donald Trump y su guerra tarifaria, todo parece estar en un punto de inflexión y hasta de retorno. El tono de la conversación en América del Norte apunta más a la desintegración que a la integración. Por lo menos por ahora.
Apenas va el segundo mes de la administración de Trump, pero ya las consecuencias de su guerra tarifaria comienzan a tener estragos económicos. Para ver posibles cambios culturales, de actitud o de identidades en la región, o en nuestro país, habrá que esperar un poco más.
Por lo pronto, lo que puede darse es una creciente opinión negativa acerca de Estados Unidos y su gobierno, sin contar al presidente Trump, cuya imagen negativa en México ya de por sí era muy alta desde su primer periodo presidencial.
La mencionada encuesta de valores de 2023 arrojó una opinión positiva hacia estados unidos de 75 por ciento y de 74 por ciento hacia Canadá, el otro socio comercial que está librando su propia guerra tarifaria, además de las amenazas retóricas de anexión. Apenas 16 por ciento de mexicanos y mexicanas expresó una opinión negativa acerca de EEUU y un 8 por ciento respecto a Canadá.
Japón aparece en un distante tercer lugar de imagen, con 63 por ciento de opinión positiva, según la encuesta.
Esto sugiere que en México, la integración se ha traducido en una buena imagen de los socios comerciales, imagen que podría estar ya cambiando en las últimas semanas.
Hablar de integración comercial y de integración cultural en estos últimos treinta años, nos lleva a la posibilidad de ver ahora procesos paralelos de desintegración, que en lo económico tiene que ver con estas barreras tarifarias, y que en lo cultural puede implicar un creciente desapego hacia lo estadounidense. Esto esta pendiente de ver si se da o no.