La diversidad, entendida en un sentido amplio, no abarca solo el género, la raza o la orientación sexual, sino también las diferentes experiencias, habilidades y perspectivas. Cada individuo aporta una visión única que transforma la manera en que una empresa enfrenta los desafíos. Un equipo diverso, es capaz de identificar oportunidades y riesgos desde múltiples ángulos.
McKinsey Global Institute publicó un dato revelador sobre las empresas con mayor diversidad étnica y cultural en sus equipos ejecutivos, que tienen un 33 por ciento más de probabilidades de superar a sus competidores en rentabilidad. Pero lo anterior, no es casualidad, es porque la diversidad en sí misma, estimula el pensamiento crítico y reduce los sesgos, lo que se traduce en estrategias más innovadoras y efectivas.
Hoy somos más las organizaciones que confían en la diversidad, equidad e inclusión no solo como un reto social, sino como el eje de una estrategia inteligente de negocios que incentiva la productividad, porque la pluralidad de voces facilita una mayor conexión con un mercado igualmente diverso, permitiendo a las organizaciones comprender y satisfacer mejor las necesidades de sus clientes.
Una estrategia de diversidad, equidad e inclusión debe ir respaldada de procesos de meritocracia, a través de los cuales no solo se garantice la inserción de las minorías a la vida laboral, sino que también se cuente con mecanismos de evaluación de desempeño robustos que aseguren que las personas que ocupan estos cargos lo hacen por su talento.
La meritocracia, como herramienta para fortalecer la cultura de diversidad en las empresas, es clave para crear entornos realmente inclusivos, teniendo al centro el desarrollo profesional basado en logros. El equilibrio entre la diversidad y la meritocracia permite que las organizaciones potencien al talento y creen un círculo virtuoso.
El acceso equitativo a oportunidades de crecimiento profesional es el primer paso para lograrlo. Hay algunos indicadores en la banca en México que nos hacen tener cierto optimismo. Hasta 2023, el 88 por ciento de las instituciones bancarias tenían un plan o política de igualdad de género y de cada 100 ascensos en el sector bancario, 47 fueron para mujeres (SHCP).
En Scotiabank, las mujeres ocupamos más de 24 por ciento de las vicepresidencias, 32 por ciento de las direcciones y 42 por ciento de las subdirecciones. Como institución, hemos impulsado una política y una cultura de acción constante hacia la diversidad, equidad e inclusión, como pilar estratégico de nuestro desempeño ASG (Ambiente, Social y Gobernanza), logrando también una representación de 40 por ciento en el Consejo de Administración.
Sé que el camino hacia la inclusión no es sencillo, pero también sé que cuando cada uno de nosotros avanza, abre la puerta a muchas personas más. Nuestra responsabilidad –como líderes–, es impulsar políticas y procesos de evaluación que favorezcan diversidad, equidad e inclusión en todos los niveles, exigir cambios estructurales y fomentar redes de apoyo para las nuevas generaciones de talento.
El 8 de marzo no es solo una fecha conmemorativa, es un recordatorio del trabajo que aún nos queda por hacer para fortalecer la meritocracia como eje de una estrategia de crecimiento. Sin perder de vista ese objetivo, seguiremos avanzando.