La administración Trump se prepara para presionar a las naciones a frenar el comercio con China en las negociaciones sobre los aranceles estadounidenses, según personas familiarizadas con el asunto.
Decenas de naciones buscan reducciones o exenciones de los históricos impuestos a la importación del presidente Donald Trump. A cambio de ello, Estados Unidos les pedirá que tomen medidas para limitar el poder manufacturero de China, en un intento por garantizar que Beijing no encuentre vías para eludir los aranceles de Trump.
Los principales asesores económicos de Trump están discutiendo pedir a representantes de otras naciones que impongan los llamados aranceles secundarios, esencialmente una sanción monetaria, a las importaciones de ciertos países con estrechos vínculos con China, según una persona familiarizada con el proceso. Estados Unidos también quiere que sus socios comerciales se abstengan de absorber el exceso de mercancías procedentes de China, dijeron otras personas. Es posible que también se pongan sobre la mesa otras concesiones sobre China.
Las autoridades mexicanas esperan que Estados Unidos pida a su país que aumente los aranceles sobre las importaciones de vehículos eléctricos procedentes de China, según una persona familiarizada con las ideas del gobierno. La Secretaría de Economía declinó hacer comentarios.
La Casa Blanca no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.
La iniciativa supone un esfuerzo del equipo de Trump por aprovechar a socios de larga data para acorralar a China y aumentar la presión sobre Beijing para que cambie sus prácticas económicas. No está claro si esa estrategia dará frutos; algunos funcionarios extranjeros han salido de las primeras conversaciones con Estados Unidos con dudas sobre la probabilidad de que se lleguen a acuerdos arancelarios.
El propio Trump planteó la idea esta semana en una entrevista con la división en español de Fox News cuando se le preguntó si obligaría a los países latinoamericanos a elegir entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, y la inversión estadounidense.
“Tal vez deberían hacerlo”, dijo.
Entre los defensores más activos de la idea está el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que está desempeñando un papel principal en las conversaciones después de que Trump anunciara el miércoles pasado una pausa de 90 días en el aumento de los aranceles a unos 60 socios comerciales, excepto China.
“Han sido buenos aliados militares, no aliados económicos perfectos”, dijo la semana pasada el exgestor de fondos de cobertura sobre algunos socios tradicionales de Estados Unidos, Bessent se mostró optimista sobre la posibilidad de llegar a acuerdos y “entonces podremos acercarnos a China como grupo”.
China ha sido durante mucho tiempo el blanco de Trump y sus predecesores por su desequilibrio comercial, el supuesto robo de propiedad intelectual y los subsidios gubernamentales que, según Estados Unidos, socavan la competencia con las empresas estadounidenses. Incluso después de que Trump suspendiera temporalmente la imposición de aranceles más elevados a otros países, aumentó sus nuevos gravámenes a China hasta el 145 por ciento tras una serie contrarrepresalias con Beijing.
Pero Trump y su equipo han enviado señales contradictorias sobre cuál es su objetivo final con China. El presidente ha calificado durante mucho tiempo de amigo al presidente chino, Xi Jinping, y ha mantenido la posibilidad de negociar un acuerdo arancelario.
Para que el plan de acorralar a China de Trump tenga éxito, necesitaría el apoyo de países de Europa y Asia que se han mostrado reacios a reducir drásticamente sus relaciones con China. La decisión de Trump de aumentar los aranceles a amigos y enemigos por igual también ha provocado que algunas capitales extranjeras ya no vean a Estados Unidos como un aliado fiable.