En su discurso inaugural, Donald J. Trump confirmó buena parte de lo que había ofrecido en su campaña, y que se traducirá en instrucciones de gobierno, decretos, en estos días. Su primera referencia fue para nosotros: declaratoria de emergencia en la frontera sur, desplazamiento de Fuerzas Armadas a la región, expulsión de millones de migrantes en situación ilegal o exdelincuentes, regreso al ‘Remain in Mexico’, que se acordó en tiempos de su primera presidencia con el entonces presidente de México.
Esto generará una gran presión en la frontera, porque no sólo nos enviarán mexicanos, sino a personas de todas nacionalidades, que es a lo que se refiere el programa ‘Remain in Mexico’. Supongo que el gobierno de nuestro país algo tendrá que decir al respecto, porque el que se haya utilizado hace cinco o seis años no significa que pueda volverse a aplicar así nada más. Aun sin ello, no será fácil la situación en las grandes ciudades de nuestra frontera.
Al mismo tiempo, Trump anunció que declarará organizaciones terroristas extranjeras (FTO, por sus siglas en inglés) a los cárteles, medida que ya había adelantado Marco Rubio en su comparecencia en el Senado. Para algunos, esto no cambia mucho las cosas, porque ya había marco legal para intervención de agencias estadounidenses; para otros, puede convertirse en un problema debido a la gran imbricación del crimen organizado con diversos grupos de la sociedad. Unos más se imaginan que esto significa que terminará el flagelo de la violencia en México.
Mucho dependerá de qué exactamente se defina en los decretos, y de si, como Marco Rubio anunció, puede darse una colaboración adecuada entre los dos gobiernos. Colaboración que terminó durante el gobierno anterior. La opinión de esta columna es que todas estas medidas no son buenas noticias, aunque se deba más a defectos nuestros.
Aunque no es algo para tomarse muy en serio, Trump afirmó que cambiará el nombre del golfo de México por el de golfo de América. La relevancia de esta ocurrencia es tener claro su profundo desprecio por México. Creo que es resultado de sus fracasos como defraudador en nuestro país, donde se encontró una cultura superior en ese tema e instituciones diseñadas para ello. Sus inversiones en ambas penínsulas terminaron mal y el defraudador acabó defraudado. Para alguien con sus características es causa justificada de odio.
En temas económicos, pospuso la aplicación de aranceles porque creó una institución que se hará cargo de tarifas e impuestos al comercio. Creo que lo convencieron de que una aplicación general le causaría más problemas que beneficios, pero esto no excluye que pronto tengamos listas de productos a los que les aplicarán aranceles. También expedirá una emergencia en materia energética para facilitar la extracción de crudo y gas (en Alaska, especialmente) y para detener los aerogeneradores de Nueva Inglaterra, que dependen de subsidios para existir. No quedó claro el tema de autos eléctricos.
Finalmente, entre lo más relevante, se lanzó franco contra lo que se ha dado en llamar “ideología woke”, que, traducido en políticas públicas, se conoce como “diversidad, equidad e inclusión”. Decretará que sólo existen dos sexos, masculino y femenino, y se propone tener un gobierno “ciego al color” y basado en el mérito. Espero que eso termine con la clasificación por raza que se hace en ese país.
Se propone tener el Ejército más fuerte del mundo, para con ello evitar guerras, y así poder alcanzar la que llamó la herencia de la que se sentirá más orgulloso: creador de la paz y unificador. Considerando su historia de vida, suena por lo menos extraño.
Así arranca, nos asestó dos de tres, y la tercera vendrá de a poquito. Veremos si hay capacidad de respuesta de este lado.