BYD, el fabricante de autos más grande de China, tenía todo listo el año pasado para construir su primera planta en México, pero entonces Donald Trump volvió a la Casa Blanca.
El proyecto, que prometía generar 10 mil empleos y una inversión cercana a los 600 millones de dólares, se encuentra ahora en pausa, en medio de la renovada guerra comercial encabezada por el presidente estadounidense, quien intensificó aranceles para el sector automotriz.
La relación China-México, que hace poco florecía, se ha enfriado drásticamente, con ambos países tomando distancia. México, bajo el liderazgo de la presidenta Claudia Sheinbaum, ha buscado evitar una confrontación con su principal socio comercial. “En este momento no estamos buscando activamente inversiones chinas”, declaró Cindy Blanco, secretaria de Desarrollo Económico de Jalisco, estado que alberga a Guadalajara y que era uno de los posibles destinos para la planta de BYD. “Somos muy conscientes de las implicaciones. Por eso estamos tratando de alinear nuestra agenda con Estados Unidos”.
Enfriamiento de la relación
En paralelo, China ha bajado su ánimo por invertir en México, justo cuando el país se acerca más a EU y limita las importaciones chinas. Según el Financial Times, el Ministerio de Comercio chino retrasó la aprobación del proyecto de BYD por temor a que la tecnología terminara en manos estadounidenses. La compañía declinó comentar sobre sus planes en México.
Este escenario contrasta con el de hace unos años, cuando en el primer mandato de Trump se impusieron aranceles a productos chinos, lo que llevó a muchas empresas del país asiático a instalar operaciones en México para esquivar esas barreras.
Después, la pandemia de COVID-19 alteró las cadenas globales de suministro y reforzó el atractivo de México por su cercanía con EU y la entrada en vigor del T-MEC. Inaugurar plantas chinas en territorio mexicano se volvió rutina.
Hoy, eso ya no ocurre.
“Este juego de ajedrez geopolítico ha frenado el interés de muchas compañías chinas por invertir en México”, dijo Laura Acacio, gerente de la empresa Jiangyin Hongmeng Rubber Plastic Product, en entrevista en enero.
Esta fabricante de insumos médicos ahora evalúa mudarse a Perú, donde se inauguró un nuevo puerto con vínculos a Shanghái y donde —según Acacio— el gobierno es más receptivo con las empresas chinas. Además, Perú tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos desde 2009.
“Desde China hay una percepción de que el mercado mexicano ha cambiado mucho”, señaló.
De inversión a incertidumbre
La inversión directa de empresas chinas en México superó los 2 mil millones de dólares anuales durante los últimos tres años, de acuerdo con la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China. Eso es el doble de lo registrado hace una década.
Parte de ese capital ha ido a parar al Parque Industrial Hofusan, en Nuevo León, a unos 200 kilómetros de la frontera con EU, respaldado en parte por capital chino. Actualmente operan allí unas 40 empresas con vínculos a China, incluyendo Kuka Home (muebles), Hisense (electrónica) y fabricantes de autopartes, según César Santos, presidente y copropietario del parque.
Pero Trump busca impedir que las empresas chinas evadan aranceles produciendo en México. El mandatario anunció gravámenes del 25 por ciento a productos mexicanos con entrada en vigor el 4 de marzo, aunque luego los pospuso al 2 de abril para continuar negociaciones. Al cierre de esta edición, solo la porción de bienes que no cumplen el tratado de libre comercio norteamericano está sujeta a ese arancel, pero persiste el riesgo de que este panorama cambie. Santos señaló que esta incertidumbre ha llevado a algunas firmas a reconsiderar la apertura de plantas en Hofusan.
Las empresas automotrices que operan en el país tienen otro desafío adicional: un arancel introducido por Trump de 25 por ciento en el contenido de cada auto no hecho originalmente en Estados Unidos.
El reto de convencer a Trump
Sheinbaum intenta convencer a Trump de que México también es víctima —no cómplice— de las prácticas comerciales desleales de China. Ha adoptado un discurso similar al de Washington, señalando que las importaciones chinas a bajo costo afectan a las industrias locales y ha reforzado acciones contra productos pirata.
China es ya el segundo socio comercial de México, después de EU, con un intercambio de cerca de 140 mil millones de dólares anuales, casi el doble que hace diez años, según datos del Banco de México. Sin embargo, la relación es desigual: solo en 2024, México acumuló un déficit de casi 120 mil millones de dólares con China. En contraste, el comercio con EU superó los 760 mil millones, con un superávit de más de 260 mil millones a favor de México. Sheinbaum también impuso aranceles a la ropa proveniente de países —incluida China— que no tienen tratados comerciales con México. Su gobierno analiza medidas contra productos chinos y ha anunciado incentivos fiscales para que las empresas sustituyan insumos importados de Asia por insumos hechos en México.
Aunque analistas dudan que este enfoque logre desplazar las importaciones asiáticas, el giro proteccionista ya ha enfriado el ánimo de algunos inversionistas chinos. “Muchos posibles clientes están esperando antes de tomar decisiones”, comentó Santos.
Inversión, pero con cautela
Algunas empresas chinas con inversiones comprometidas en México planean mantenerse, en parte porque los costos de reubicación son demasiado altos, según Alan Russell, director general y cofundador de Tecma, firma con sede en El Paso que asesora a compañías para establecer plantas en México.
Producir localmente también les permite reducir costos logísticos y competir mejor frente a fabricantes mexicanos, dijo Russell. “Su mejor opción sigue siendo fabricar en América del Norte”.
Enrique Dussel Peters, profesor de economía en la UNAM y especialista en relaciones México-China, coincide en que no se espera un desplome de la inversión china, pues las oportunidades de negocio siguen siendo atractivas. En muchos casos, las empresas chinas ofrecen productos y materiales que los fabricantes locales no pueden sustituir rápidamente. “China continuará ampliando su presencia, pero ya no es tiempo de bonanza, donde cualquier cosa que se produzca en México se vende. Ahora hay competencia y también riesgos. Pero el potencial sigue siendo enorme”, concluyó Dussel.
— Con la colaboración de Felipe Hernández
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