A dos meses de su inauguración como presidente de Estados Unidos, varios indicadores sugieren que el entusiasmo del público sobre las promesas económicas de Donald Trump se ha trasformado en desencanto.
El cambio ha sido notable en los mercados financieros. Tal vez no exista un comportamiento más elocuente que el de las bolsas de valores. Por ejemplo, el S&P 500, que promedia la cotización de las acciones de 500 empresas de gran capitalización, a partir de su máximo del 19 de febrero de 2025, se ha contraído más de lo que se expandió desde la víspera de la elección presidencial de noviembre de 2024, para situarse en un nivel similar al de septiembre de ese año.
Aunque de forma menos marcada, los mercados de bonos y divisas también han experimentado “correcciones”. A manera de ilustración, el rendimiento de los valores del Tesoro estadounidense a diez años ha descendido respecto a su pico de mediados de enero, si bien aún se ubica por arriba del de hace seis meses.
Asimismo, el Índice nominal amplio del dólar estadounidense, elaborado por el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, el cual mide el valor promedio del dólar respecto a las monedas de los principales socios comerciales de ese país, desde mediados de enero, ha disminuido casi a los niveles previos a la elección presidencial.
Es imposible identificar una lista exhaustiva de factores que podrían explicar los ajustes anteriores. No obstante, es razonable conjeturar que, en gran medida, éstos reflejan una percepción desfavorable sobre las políticas del presidente Trump, las cuales, entre otras, han incluido aranceles diversos, cuya aplicación ha exhibido vaivenes o se ha mantenido como amenaza, así como una retórica adversa a los socios comerciales.
Contrario a la visión mercantilista de Trump, los aranceles tienden a reducir la actividad económica e incrementar el nivel general de los precios. Además, la incertidumbre derivada de la inestabilidad en el marco de la política económica y los temores por las medidas de represalia en materia comercial por parte de otras naciones pueden desalentar la inversión de las empresas y la adquisición de bienes duraderos de los consumidores.
Al parecer, los ajuste en los mercados financieros han incorporado previsiones sobre un menor crecimiento económico y una mayor inflación.
Las encuestas de opinión han captado estos riesgos. Por ejemplo, según la organización de investigación The Conference Board, las expectativas de inflación del consumidor para los siguientes doce meses han aumentado a una tasa no vista desde 2023 y las expectativas de confianza del consumidor para los próximos seis meses se han deteriorado a los niveles de 2022, confirmando un empeoramiento de las condiciones esperadas de los negocios.
Adicionalmente, el Índice de Incertidumbre en la Política Económica, producido mediante una plataforma de análisis de texto automatizado de artículos de noticias, ha alcanzado, en política comercial, la mayor lectura desde 1985 en que se tiene registro, superando con creces el pico previo de la primera administración Trump.
Por desgracia, algunos indicadores oportunos han empezado a reflejar un debilitamiento económico. Así, el modelo diario GDPNow del Banco de la Reserva Federal de Atlanta, basado en datos en tiempo real, ha estimado durante marzo una contracción trimestral anualizada del PIB de ese país para el primer trimestre de 2025, con un cálculo de -1.8 por ciento actualizado al 18 de marzo.
Asimismo, los analistas han modificado a la baja sus pronósticos sobre el crecimiento de la economía estadounidense para 2025 y 2026.
Si bien las encuestas de opinión y los pronósticos no necesariamente acertarán en describir el futuro, configuran señales de reprobación sobre los efectos avizorados de las políticas económicas.
En este sentido, resulta inadecuada la interpretación de algunos oficiales de la administración de que los datos recientes reflejan un ajuste congruente con el dicho de “sin dolor no hay ganancia”, es decir, de un esfuerzo necesario para supuestamente conducir a Estados Unidos a una mayor hegemonía productiva.
En 2024, la economía estadounidense se encontraba en condiciones de considerable salud, con un crecimiento muy superior a su potencial y una inflación cercana a su tasa de largo plazo. Lo oportuno era consolidar el rumbo del progreso.
Las políticas económicas de la administración Trump apuntan en el sentido contrario, con daños potenciales graves sobre el comercio y la economía globales. Tal vez una reacción más severa de los mercados y un eventual deterioro económico serán la única forma en que el gobierno considere corregir el camino.