Madrid.- El “miedo al futuro” es el motor del populismo que recorre el mundo, afirma en entrevista el politólogo, académico y escritor español Fernando Vallespín.
A diferencia de hace algunas décadas, “el futuro ya no es donde nos espera el paraíso y la vida será mejor, sino el lugar donde se acumulan todas las pesadillas”, sostiene.
El director de la Revista de Occidente -fundada por José Ortega y Gasset en 1923-, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y autor, entre otros libros, de “La mentira os hará libres. Realidad y ficción en democracia”, y “El futuro de la política”, responde a la pregunta ¿por qué tiene éxito el populismo entre los votantes?
–El discurso populista apuesta por un regreso al viejo mundo que hemos perdido. Fronteras seguras: aquí sólo entran quienes nosotros queremos que entren. Cohesión étnico-cultural: hay una cultura que preservar. Y tres, aquí mandamos nosotros, no las élites de Bruselas (sede de la Unión Europea).
Por más de una hora el doctor Vallespín explica, para los lectores de El Financiero, algunos motivos de los cambios que ha experimentado el mundo y que arrojan lo que él sintetiza en una sola palabra: “malestar”.
Habla con pausas, para precisar sus ideas: “La identidad de Occidente siempre ha ido asociada a la idea de progreso, unido a la idea de crecimiento económico: mañana todo será mejor. Las movilizaciones políticas eran por ampliar los derechos. Hoy, en cambio, la gente sale a la calle para que no le quiten sus derechos. El futuro ya no es la utopía comunista o capitalista, sino una distopía: el lugar donde se acumulan nuestras pesadillas”.
-¿Cuáles pesadillas?
-Hay la impresión de que nuestros hijos van a vivir con menos derechos. No hay seguridad de que lleguen a cobrar sus pensiones. Se verán ante un mundo mucho más competitivo. Nadie sabe si va a poder vivir de la carrera que estudió. El cambio climático es una realidad que no puede seguir así, vamos a ser menos competitivos: no sabemos si en España vamos a poder seguir produciendo vino, o qué va pasar con los desarrollos turísticos para esquiar. Las nuevas tecnologías pueden llegar a dominarnos. Grandes potencias regidas por dictadores, como Rusia y China, amenazan la paz. Los jóvenes de Alemania no saben si, como están las cosas, deberán hacer servicio militar obligatorio. El primer mundo se ha dado cuenta de que ya no es el primer mundo, el que dictaba las normas, los valores, el que decía qué es el y qué es el mal, lo que es la justicia. La cultura occidental es una más…
“No sabemos si vamos a tener que prescindir de la Volkswagen o de la BMW porque autos chinos o coreanos compiten con éxito. Cualquier otro país nos puede ganar en desarrollo, en inteligencia artificial. China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, son mucho más competitivos…”
El profesor invitado de las universidades de Harvard, Frankfurt y Heidelberg, entre otras asiáticas y latinoamericanas, cita a un escritor inglés: ahora los jóvenes se dividen entre “los de todas partes y los de algún lugar”.
-¿Cómo es eso?
-Los “de algún lugar” son aquellos cuya vida depende del lugar donde viven, de donde son sus padres, ahí deben estar, ahí trabajan. Esos están liquidados. Los de todas partes son competitivos donde los pongan, en Tokio, Frankfurt, Shanghai. Informáticos, financieros, abogados mercantiles expertos en quiebras, ganan muchísimo dinero. Jóvenes de 25 o 27 años, conectados al mundo informático o financiero fácilmente ganan entre siete u ocho mil euros al mes…
Retrocede un poco en el tiempo:
“En los años sesenta o setenta se invertía en educación para los jóvenes. Pasamos del cuatro por ciento de la población con estudios universitarios, al 50 por ciento. Pero la sociedad ha ido envejeciendo. Ahí está el núcleo duro de los votantes y los gobiernos invierten ahí el dinero, tienden a proteger a ese sector de votantes duros en detrimento de la minoría que es joven”.
-¿Cómo lee el voto a los partidos populistas?
-Los votos al populismo expresan la realidad de una sociedad de ganadores y perdedores con la globalización. Las clases medias estadounidenses y europeas se han mantenido estancadas en lo que se refiere a su economía, a excepción de ese sector conectado con la globalización que ha tenido una mejoría espectacular.
“Los votantes de Le Pen en Francia son de las regiones empobrecidas del norte y de los agricultores subvencionados. Esos sectores de población no es que estén mal económicamente, sino estancados y humillados. Su estatus, su prestigio social no se corresponde con lo que ganan. Insisto, viven bien, pero se sienten disminuidos ante nuevos sectores que son infinitamente más competitivos. Se ha producido una especie de resentimiento. Y si uno traslada ese mapa a las elecciones de cada país, verá que hay una simetría casi perfecta”, sostiene el doctor Vallespín.
-Malestar, en síntesis-, digo.
-Malestar es la palabra, y el malestar busca chivos expiatorios. La migración, por ejemplo.
-¿Problema principal?
-Las encuestas dicen que es lo que más preocupa en Europa. De ahí el discurso populista: “No reconozco el lugar donde vivo”, o “hay que salvar a Austria y a los valores austriacos… o alemanes, italianos, o franceses”… “perdemos identidad en un mundo sin fronteras…”
-¿Un problema real, entonces?
-Un problema que es necesario solucionar sin tirar por la ventana los valores con los que comulgas o dices comulgar. Me refiero a nuestra tradición democrática, de derechos humanos, respeto a la dignidad de las personas sin importar donde nacieron… Los partidos populistas están por restringir esos derechos e incluso eliminarlos. El problema existe, y hay que darle solución: Suecia, “el país perfecto”, tiene el mayor índice de asesinatos mafiosos de toda Europa. Los cometen mafiosos de origen balcánicos que han aprovechado el régimen de libertades de Suecia o Dinamarca, el otro país que ha acogido el mayor número de refugiados por habitante.
-Entonces, para ganar elecciones los partidos de centro derecha o centroizquierda deben adoptar la agenda xenófoba populista (como han hecho el democristiano en Alemania, o el premier Starmer- interrumpo.
-No, porque no son creíbles. No le quitan votos al populismo nacionalista.
-¿Y la izquierda, dónde anda?
-Despistada. Hace todo para ganarse el apoyo de los que enarbolan los valores woke en lugar de recurrir a su sector tradicional: el sector obrero, los más necesitados. Hoy ese voto se lo lleva la extrema derecha, porque esa gente en el fondo tiene valores conservadores.