Mariana Yazbek es la única hija de padre tampiqueño de origen libanés y madre de Reynosa. Sus padres se conocieron en una fiesta en Cuernavaca. Ella tenía 15 años, él era un soltero “cotizadísimo” de 32. Tufic Yazbek la vio bailar y quedó prendado de ella. Se casaron un año después.
“Mi mamá tuvo una infancia difícil a partir de sus cuatro años, cuando mi abuela murió por una negligencia médica. Ella y su hermana mayor se quedaron con unos tíos que vivían en Nueva York. Mi abuelo se casó con otra mujer y un poco las abandonó”, cuenta Yazbek.
La pareja se avecindó en la Ciudad de México, con los hermanos de él, comerciantes del Centro Histórico. Pero a Tufic Yazbek no le gustaba comprar y vender, y fue con Alfredo, el mayor de los Yazbek, a aprender de fotografía a mediados de los años 20. En el futuro, Tufic abriría su propio estudio en la calle 20 de Noviembre. Ahí se retrató la alta sociedad mexicana de la época. “Había colas para fotografiarse con él. Todos los libaneses iban ahí”.
Tufic Yazbek, además de los retratos, incorporó la fotografía publicitaria, con la que se hacía buen dinero. Era un libanés atípico para sus tiempos, que ayudó a su esposa a fundar una academia de ballet, disciplina que ella aprendió en Nueva York. Mariana Yazbek acompañaba a su madre a la escuela, asociada a la Real Academia de Londres, desde que tenía cinco años. En la casa, en Ángel Urraza, en la colonia Del Valle, estaban el laboratorio, un piso más arriba el departamento que habitaban, y en el tercero, la academia. Mariana Yazbek pasaba horas entre el laboratorio y la academia, donde aprendió baile contemporáneo. Tiempo después, su madre, Zaida Fuentes la cerró para dedicarse a estudiar psicología, pero su hija nunca dejó de bailar.
-¿Qué aprendiste primero, a revelar en el laboratorio o a hacer fotos?
-Yo creo que las dos. Mi papá me regaló mi primera cámara, una Nikon viejitita que todavía tengo, y me enseñó a usarla. Tomaba fotos de mis amigas. También me enseñó a utilizar la ampliadora, a preparar los químicos, a enrollar los rollos en los carretes. De él aprendí la técnica a los 10 u 11 años. Nunca pensé en dedicarme a algo más. Como que nunca me lo pregunté ni contemplé otra opción.
-¿Tampoco consideraste convertirte en bailarina?
-No. Tenía la conciencia de que ser bailarina era muy difícil. Y no tenía la disciplina que se necesita. Me fascinaban mis clases, pero no podía darle horas a la danza. Dejé el ballet porque me parecía muy rígido y me atrajo más el jazz y el contemporáneo. A los 23 años escogí el flamenco, que es mi pasión hasta ahora. Tiene mucho más que ver con mi propio carácter. Es más salvaje.
Tufic Yazbek murió de un infarto, mientras jugaba golf. Su hija Mariana, de 16 años, tuvo que hacerse responsable del estudio fotográfico, junto con Sergio, su hermano mayor, que dejó su vida en Londres. El estudio tenía una cartera muy importante de clientes en la fotografía publicitaria. Llevaban campañas de automóviles y de importantes marcas como Bacardí y Coca-Cola.
Zaida Fuentes le ofreció a su hija terminar su educación visual, y se inscribió en la Escuela Activa de Fotografía. “Pero no, no la pasaba bien. Tenía el dolor de la muerte de mi papá muy clavado y me enseñaban cosas que yo ya sabía. Duré solamente un año”.
Después viajó a París, a perfeccionar el francés que aprendió en la Alianza. “Encontré una escuela genial, donde había un centro de arte”. Yazbek pasó los siguientes tres años en la Escuela de Arte Americano, en el distrito 13 de la capital francesa. “Era una época rebelde. Yo estaba fascinada”.
Cuando volvió a México, Sergio Yazbek hacía también fotografía de moda. Los hermanos volvieron a trabajar juntos. Ella aprendió a revelar color, que es de los mayores retos de la fotografía. “También hacía el revelado de las placas. No diré que decidí hacer fotografía de publicidad, porque ésta me atrapó a mí. La vida me llevó por ese camino”.
Su primer trabajo pagado, al margen del estudio, fue fotografiar a Héctor Bonilla, que actuaba en una obra de teatro llamada Mi vida es mi vida, en el Polyforum. “Me daba nervios, pero aprendí aventándome. Gastaba rollos y rollos, pero se aprende echando a perder”.
Por ese tiempo, Yazbek descubrió también una academia de flamenco. Recordaba una cueva de gitanos en Granada, a donde la llevó su padre cuando niña. “Vi a las bailaoras con esas ropas y ese baile y creo haberme dicho que yo algún día bailaría eso. Además, el cante tiene que ver con los árabes, así que lo traigo en el ADN. Se me hacía muy difícil, pero siempre me gustó muchísimo. Desde entonces estoy con la mejor bailaora que existe en México, Mercedes Amaya, como parte de su compañía”.
Sergio Yazbek fundó su productora de comerciales, y Mariana se quedó con el estudio. Entonces comenzaron a buscarla las compañías disqueras. A pesar de todo, también trabajó en moda. “No me encantaba la publicidad porque no soporto las restricciones. Mi papá y Sergio lo hicieron excelente durante muchos años, pero todo está perfectamente especificado, yo no tengo ese carácter, necesito flexibilidad. Aun así hice fotos para las portadas que me encargaban varias disqueras. Me daba pavor porque trabajé con las celebrities de los noventa, los superstars de esa época. La primera portada que hice era de un grupo que se llamaba Shabba Dabba y a partir de ahí no me dejaron de llamar”. Después de eso, Yazbek trabajó intensamente en el mundo editorial, y publicó en una enorme variedad de revistas e hizo fotografía para los afiches de varias películas.
“Nunca lo he dejado del todo, pero lo hago cada vez menos. Cuando cambió la fotografía a digital, se cimbró todo de manera brutal. Me adapté a la fotografía digital, pero siento que el verdadero oficio de la fotografía se ha estado muriendo poco a poco. Cada vez hay más fotógrafos peléandose por un trabajo y abaratándose. Y todo empezó a decaer. Seguí trabajando con muchas productoras de cine y de televisión, con plataformas, pero peleo con este nuevo esquema fotográfico de resolverlo todo de manera digital”.
-Y frente a lo que consideras la decadencia de la fotografía, ¿qué has resuelto tú con respecto de tu futuro profesional?
-Dedicarme a mis ideas y mis proyectos. Ahora mismo tengo un par: uno de ellos con el escritor y curador Édgar Hernández. Él curó una exposición del trabajo de mi padre y en estos últimos tres años hemos revisado todo lo que él hizo. Sacamos todo de las cajas y organizamos una exposición en Monterrey hace dos años y otra en el Centro de la Imagen. Ahora trabajamos en una exposición mía de los años 90. Ya tendrán noticias…