El pontificado del Papa Francisco fue singular en muchas cosas. Fue el primer Papa con origen en el continente americano, el primer Jesuita, el primero en tomar el nombre de Francisco, uno de los pocos papas de habla hispana, pero, sobre todo, un Papa humilde, sencillo, que se alejó de toda la fastuosidad que hacía ver a la Iglesia Católica más cercana al esplendor de las monarquías europeas, que a los hombres sencillos que la integran en todo el mundo.
La abdicación de Benedicto XVI es una pieza clave para entender los cambios que Francisco introdujo a la Iglesia actual. Joseph Ratzinger se dio cuenta de que el mundo había cambiado y que la Iglesia también necesitaba cambiar, no en lo esencial, pero sí en muchas de sus formas. Así que, el pontífice alemán tomó una decisión no vista en siglos y con una enorme humildad, renunció a la silla de San Pedro, para dar paso a alguien más, alguien que incluso pensara distinto a él, aunque en el fondo buscara lo mismo.
Por supuesto, la salida de Benedicto XVI generó mucha especulación sobre sus motivos, que llegaron incluso a teorías de conspiración, que los detractores de su sucesor no han dudado en fomentar a través de contenidos e historias en redes sociales. Estos detractores han llamado al Papa de mil formas, desde simplemente progresista, comunista, hasta el “Papa negro” o “Antipapa” de las apocalípticas profecías de Nostradamus. Estos ataques públicos y sistemáticos fueron orquestados por los sectores más “tradicionalistas” de la Iglesia, a través de personajes donde destaca Steven Bannon, publicista de Donald Trump, que aprovechó su experiencia electoral para echar a andar una estrategia donde pseudo religiosos subían videos, en todos los idiomas, con críticas al Papa sobre cualquier tema, siempre dirigidos a uno de los públicos más susceptibles de creerle a una persona vestida de sotana que les aparece en YouTube: los adultos mayores (baby boomers) educados en una iglesia post conciliar, aún muy arraigada a las viejas tradiciones, y que entraron tarde al boom de las redes sociales; ahí fue donde estos grupos encontraron a un público más vulnerable a sus historias y contenidos.
Por supuesto, Bannon no fue el único, hubo todo un movimiento dentro de la propia Iglesia Católica desde cardenales hasta laicos, a quienes no les gustó la falta de aprecio del Papa por las viejas costumbres y el lujo eclesiástico de antaño, o que forzara a que se dejara de encubrir a sacerdotes pederastas y que se les denunciara penalmente, o que limpiara de ladrones con alzacuellos al Banco Vaticano, o que diera roles relevantes a mujeres en la estructura eclesial, o que simplemente no fuera europeo, para ellos, había muchos motivos para odiar a este Papa.
Sin embargo, Francisco no cambió ningún dogma o doctrina de fondo, por el contrario, exaltó ese mandamiento que no está en el Antiguo Testamento y que es, en teoría, la base del catolicismo “ámense los unos a los otros, como yo los amé”, y en esta premisa, que incluye a todo el mundo: ricos y pobres, cristianos y no cristianos, “santos” y pecadores, es en la que se basaron estos 12 años de pontificado.
Algunos datos de los ataques con contenidos digitales contra el Papa Francisco son: en este último año se han encontrado más de 3.8 millones de menciones negativas, que generaron 43.3 millones de interacciones. Que, por su puesto, son pocas cuando en el mismo periodo observamos que las menciones positivas son 11.7 millones, con 201 millones de interacciones. Cabe resaltar que el 37 por ciento de las opiniones negativas del Papa Francisco vienen de Estados Unidos, donde solo el 18 por ciento de su población (alrededor de 60 millones de personas) es católica.
En lo personal, no creo que el Papa Francisco fuera un progresista, creo que era apenas lo que se necesitaba para que la Iglesia verdaderamente abriera sus puertas a todos y entrara en un nuevo milenio, donde más del 40 por ciento de los católicos viven en el continente americano, donde el crecimiento más grande de la Iglesia es en el continente africano (3 por ciento anual) y donde Europa es el único continente que cada día tiene menos feligreses y de más edad.
Descanse en paz Jorge Mario Bergoglio, el primero de muchas cosas buenas.