La nueva política industrial de la administración de Estados Unidos bajo el presidente Trump es una reedición de su política instrumentada en 2017 – 2021, en la que intentó poner en jaque a todo mundo, finalmente acabó renegociando el Tratado de Libre Comercio, sustituyéndolo con el T-MEC. En esta ocasión, su regreso al poder lo pone en la coyuntura de renegociar nuevamente el tratado, sin embargo, las condiciones son diferentes.
El mundo ha cambiado, la economía china ha continuado creciendo a pesar de la pandemia, y hoy tiene un poder de negociación más amplio que lo que tenía hace algunos años, en 2024 su PIB representaba ya el 80 por ciento del PIB de Estados Unidos. Resulta paradójico que la estrategia propuesta sea imponer una estrategia de protección para incentivar desarrollo mayor de la economía estadounidense. La administración Biden desarrolló una política industrial amplia que buscaba la inversión y el desarrollo de tecnologías alternativas para impulsar el crecimiento económico, lo que se llegó a conocer como Bideneconomics. El retorno de Trump es el retorno al pasado, los decretos y políticas, es recrear las políticas del pasado, proponiendo políticas orientadas, en gran medida, hacia el proteccionismo económico, la reducción de regulaciones internas y la priorización de la producción nacional. Esto incluyó medidas como la imposición de aranceles, la renegociación de tratados comerciales (como el T-MEC) y la promoción de incentivos fiscales para empresas estadounidenses.
Frente a esta situación, a México le corresponde reconstruir su política industrial no sólo para hacer frente a las provocaciones, sino para rediseñar el aparato industrial que requiere articularse desde la perspectiva de la innovación y no como un mecanismo para hacer frente a las provocaciones de la administración Trump. En este contexto, las diferentes etapas que podrían constituir el desarrollo de una estrategia de esta naturaleza, sería la sustitución de importaciones de ciertos insumos que provengan de empresas chinas. Para ello se podrían promover alianzas estratégicas con empresas mexicanas, pero podría hacerse con empresas estadounidenses, especialmente en sectores claves como manufactura avanzada, tecnología y energías renovables para beneficiarse de la integración regional.
La idea fundamental sería establecer una política industrial que llevara al desarrollo de capacidades locales, para lo cual se tendría que invertir en educación técnica, investigación y desarrollo (I+D), así como en infraestructura industrial para mejorar la competitividad de sectores estratégicos frente a las demandas del mercado estadounidense. Con esta estrategia se buscaría el desarrollar conjuntamente con empresas de la región para que se alineara con el concepto de “hecho en América del Norte”, con componentes producidos regionalmente.
Paralelamente, se debería buscar la diversificación de las exportaciones de forma de reducir la dependencia de Estados Unidos como principal destino de exportación y buscar fortalecer relaciones comerciales con otras regiones como América Latina, Europa y Asia. Esto contribuiría a disminuir los riesgos de la política proteccionista de la nueva administración Trump.
La nueva política industrial debería crear incentivos para la modernización de sectores industriales mediante la adopción de tecnologías como la automatización, inteligencia artificial y la digitalización de procesos. Con el objetivo de mejorar la competitividad y reducir costos para enfrentar posibles barreras impuestas por políticas proteccionistas.
Un elemento esencial de la nueva política industrial sería enfocar políticas industriales hacia sectores verdes y energías limpias, con el fin de mantener los objetivos 2030 firmados en París, buscando impulsar que la industrialización en el país mantuviera una perspectiva de sustentabilidad.
Una nueva política industrial debería contemplar que para que los empresarios puedan enfrentar esta nueva etapa de competitividad, puedan beneficiarse temporalmente de posibles exenciones o estímulos relacionados con la construcción de una nueva planta industrial.
La estructuración de esta nueva política deberá acompañar el rediseño del nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, para lo cual se requiere mantener un diálogo continuo con la administración estadounidense y con reducir tensiones comerciales y buscar que la renegociación del tratado sea mutuamente beneficiosa. Con el rediseño de la política industrial se podría mitigar el impacto negativo de los decretos proteccionistas de Trump y al mismo tiempo, establecer las bases de una política industrial que reduzca la dependencia de Estados Unidos y pueda enfrentar el contexto global cambiante.