¿Será que la realpolitik, como dirían los clásicos, alcanzó a la Dra. Sheinbaum y le impone condiciones a su ejercicio gubernamental? No estamos hablando solo de Donald Trump y su agresiva forma de negociación; hablamos también de la política en casa, en su propia casa.
Vayamos por partes. Mucho se ha hablado de la forma en que el presidente estadounidense impone condiciones a sus interlocutores y como un día sí y otro también rompe las formas más elementales de la diplomacia. El viernes pasado dio una muestra más de ello al colocar contra las cuerdas, en público, al presidente ucraniano para tratar de extraerle una declaración tras la cual no le quedaría otra más que firmar la rendición frente a Rusia y la entrega a la explotación norteamericana de la estratégica riqueza mineral del país que preside. El resultado no fue exactamente el que buscaba la Casa Blanca, pero sí logró poner a Zelenski y a la Unión Europea en una zona de alto riesgo.
Pero el señor Trump tiene para todos y, como lo habíamos advertido en este espacio, subió la presión también contra México, lo que tuvo como resultado que se le entregaran 29 personas que estaban presas en nuestro país. La cuestión es si eso será suficiente o si lo que se solicitará como condición para continuar con las negociaciones comerciales será poner al descubierto operaciones entre funcionarios y/o exfuncionarios gubernamentales con el crimen organizado. Si eso es así, no será suficiente recurrir al expediente de los gobiernos “neoliberales”; la 4T tendría que ofrecer a alguno de sus connotados personajes.
La acelerada entrega de casi tres decenas de sentenciados para que sigan en los EU otros juicios, además, está revestida de tres ingredientes poco comunes: 1) “entrega”, no extradición, dice el gobierno norteamericano, lo que tiene al menos dos vertientes: una política —atender la fuerte presión exterior rompiendo el discurso de la defensa de la soberanía— y otra procesal; 2) se señala que tuvo que hacerse de esta manera dada la desconfianza que se tiene en el Poder Judicial. Y es inevitable preguntarse entonces si cada vez que haya que hacer justicia, ¿habrá que recurrir a la extranjera? Y 3) el colmo es cuando se anuncia que la decisión es responsabilidad del Gabinete de Seguridad y NO de la presidenta, cuando ella es quien lo preside.
Todo esto, sin duda, amerita un sesudo análisis. Por lo pronto, al menos indica que este nivel de radicalización de la administración Trump no estaba en el guion inicial del actual gobierno mexicano y el costo de las negociaciones es y será más alto de lo originalmente previsto.
Pero si además, a lo anterior le sumamos que hay rebelión en casa, el problema es aún mayor. Me refiero a que la iniciativa de reforma política contra la reelección y el nepotismo podría proceder, pero hasta el 2030.
El gobernador “verde” de San Luis Potosí pretende postular a su esposa como candidata a sucederlo en 2027 y, además, algunos connotados militantes de Morena, como los miembros de las familias Salgado Macedonio y Monreal, aspiran a utilizar la influencia familiar para ser postulados como candidatos a cargos en las siguientes elecciones y seguramente no son los únicos con tales pretensiones.
La realpolitik, el pragmatismo en el más estricto sentido de la palabra, se impone a “los principios” del movimiento y a la lealtad a la presidenta de la República.
Y eso que se trata de una propuesta de reforma política que estaba lejos de la encomienda encargada por López Obrador, aquella que implicaba la desaparición de los plurinominales y la reducción del financiamiento público a los partidos políticos, entre otras cuestiones no menores, lo que nunca iba a ser votado por el PT y el Verde, actuales aliados del bloque dominante, pero no suicidas.
Así que estamos frente a una rebelión en casa, parafraseando a Orwell, en la que los intereses inmediatos y particulares entran en contradicción con la narrativa que postula quien acaba de asumir el máximo cargo de gobierno.
Evidentemente, los “aliados” y aquellos militantes para su propia causa, ambos afiliados al movimiento obradorista, encuentran en la actual coyuntura una ventana de oportunidad para hacer valer su peso —grande, pequeño o relativo—, pero que en estos momentos de “unidad nacional” vale oro.
Vaya momento, el gobierno mexicano sabe que las amenazas del señor Trump pueden ser algo más que eso y que, además de que ya están teniendo efectos directos sobre el país al frenar la materialización de promesas de inversión, pueden traducirse en la aplicación de condiciones comerciales desventajosas para México.
Además, el panorama interno implica nerviosismo entre quienes sienten que las “entregas” pueden no quedar solamente en los 29, y aquellos que consideran que viven una oportunidad para vender caro su respaldo al actual régimen.
Todo esto pone al desnudo que el movimiento morenista puede tener lealtades al líder, como cualquier movimiento populista, pero no necesariamente coincidencias ideológicas, políticas o mucho menos éticas y que muchos de quienes se sumaron tienen sus propias metas e intereses y una visión utilitaria del partido en el que ahora militan.
POSDATA: Mientras tanto, no podemos perder de vista las reformas al Infonavit y al ISSSTE que expropian ahorros de los trabajadores, ni tampoco las multimillonarias pérdidas de Pemex que expropian calidad de vida y futuro a la sociedad mexicana, ya que el costo de ello se traduce en mala educación, mal sistema de salud y deficiente seguridad nacional.