La semana pasada, además de la “sorpresa” del PIB, que no cayó gracias al sector agropecuario y al ajuste estacional, se publicó la información de las finanzas públicas, en la que se confirmó un dato que ya se había anunciado en alguna conferencia matutina, y fue entonces muy sorpresivo, ése sí.
Se dijo que la recaudación del primer trimestre era histórica, y ahora sabemos que en marzo, Hacienda obtuvo por impuesto sobre la renta la cantidad de 391 mil millones de pesos. Es una cantidad importante, que corresponde a las declaraciones anuales que se presentan en marzo y abril y, dependiendo en qué mes cae Semana Santa, uno de ellos acumula la mayor parte. El año pasado, por ejemplo, la recaudación fuerte ocurrió en abril, mientras que en 2023 se repartió entre los dos meses. El mes más parecido al marzo de este año fue el de 2022, cuando se alcanzó la cantidad de 327 mil millones. Descontando lo que han crecido economía y precios, este marzo es muy ligeramente mayor, y sí, es entonces la mayor recaudación de ISR en un mes en la historia.
A pesar de ello, la diferencia contra los gastos del gobierno no se redujo de manera importante. De hecho, el balance público de marzo es similar al de febrero. Traemos un déficit de 4% del PIB, medido así, o mayor a 5%, si usamos los requerimientos financieros como referencia. Los gastos del gobierno no se están pudiendo cubrir, y el endeudamiento continúa.
No hay medicinas ni material en clínicas y hospitales, no hay vacunas (medio centenar de niños muertos por tos ferina, centenares con sarampión), no hay recursos en ninguna secretaría, pero no pueden bajar el ritmo de endeudamiento, al contrario. El incremento en el saldo de los requerimientos financieros era de 2 puntos del PIB en el segundo trimestre del año pasado, superó 3 puntos en el tercero, cerró el año en 4.5, y en este primer trimestre es de 5.5 puntos del PIB. Ese es el déficit real del gobierno.
Desde hace años, esta columna alertó acerca de los malos manejos de las finanzas públicas, e incluso estimó un crecimiento en el déficit y la deuda similares a los que ahora se conocen. Sabíamos de la destrucción de la capacidad del gobierno desde 2021, cuando se les quitaron recursos para financiar las pensiones y los elefantes blancos. Sabíamos desde 2022 que no alcanzaba con eso y que tendrían que endeudarse. Sabíamos también que, al hacerlo, el costo financiero se comería el resto. Ese costo no para de crecer, aunque la tasa de interés de referencia haya bajado en los últimos meses.
Algunos lectores se quejan de que esta columna habría anunciado una crisis económica que no llega, pero no es así. Lo que pronosticamos fue la crisis fiscal en la que estamos desde hace un par de años: la espiral del servicio de deuda que no puede financiarse. Sin embargo, efectivamente eso puede convertirse en una crisis económica, si la tendencia convence a las agencias calificadoras de elevar su estimación de riesgo para México.
En el contexto global de mayor incertidumbre provocado por Trump, esta vulnerabilidad fiscal es un riesgo mayor. Desafortunadamente, el gobierno no tiene ya herramientas para frenar la espiral, por eso le llamo crisis fiscal. No les alcanza el dinero y ya no cumplen con los servicios públicos. Hay salidas, pero no las van a tomar: deshacerse de Pemex, reducir las pensiones o, lo que es lo mismo, reconocer que no tenían idea de lo que hacían y que han hundido al país en su obsesión por el poder.
Ah, también podrían pedirle consejo a Zedillo.