En días recientes he visto comentarios y artículos que describen al sistema bancario mexicano como altamente solvente, líquido y sofisticado, pero –se afirma–, su principal problema es que está muy concentrado, y que ello podría implicar una falta de competencia.
Creo que para revisar si en efecto se trata de un sistema muy concentrado, es necesario hacer comparaciones contra otros sistemas bancarios en el mundo. Afortunadamente, el Banco Mundial publica esta información y permite conocer, entre otros temas, qué porcentaje de los activos totales de los sistemas bancarios poseen los cinco principales bancos en distintos países. El último dato disponible es de 2021.
En el caso de México, los cinco principales bancos representan el 69 por ciento de los activos totales del sistema. ¿Se trata de una cifra elevada? No en realidad: en Alemania, el dato es de 92 por ciento; en Canadá, 84 por ciento; en Francia, 78 por ciento; España, 81 por ciento; Suiza, 84 por ciento; y Reino Unido, 61 por ciento. Estados Unidos tiene una concentración menor en sus cinco mayores bancos, de 52 por ciento, ya que en ese país, durante mucho tiempo, se prohibió la operación de bancos fuera de los estados en los que estaban domiciliados, lo que resultó en un sistema no consolidado, con miles de bancos con poca estabilidad, y en donde en todos los años se dan casos de insolvencias de varias instituciones. En América Latina está el caso de Brasil, donde los cinco bancos más grandes representan 79 por ciento del sistema y el de Colombia, con el 81 por ciento.
Además, los bancos no solamente compiten entre sí; también lo hacen con entidades financieras no bancarias, fintech e incluso con grandes tiendas departamentales, entre otros. De tal manera que la concentración en la mayoría de los servicios financieros es menor a la que sugieren las cifras que sólo se centran en los activos del sistema bancario.
El caso de la banca es complejo y presenta varias peculiaridades, pues se trata de instituciones sujetas a marcos regulatorios muy estrictos que, entre otras cuestiones, justificadamente exigen niveles muy elevados de capital para absorber posibles deterioros en las carteras crediticias (para proteger a sus depositantes), y además, requerimientos tecnológicos muy estrictos para salvaguardar la integridad de las operaciones. En este sentido, es natural que haya cierto nivel de concentración. Conforme crecen, los bancos pueden alcanzar las economías de escala suficientes para ofrecer créditos en mejores condiciones a sus clientes.
Ello no significa que no exista competencia; esta se dará siempre y cuando no existan barreras para que los clientes puedan moverse de una institución a otra si así les conviene. La teoría económica establece que, en el extremo, industrias muy concentradas (o incluso un monopolio) pueden asemejar una situación de competencia si existe una situación de contestabilidad. Es decir, la sola amenaza de que puedan haber entrantes en la industria las disciplina para ofrecer a sus clientes condiciones competitivas.
En México no existen elevadas barreras de entrada al sector. Siempre que se cumplan los requisitos regulatorios, se puede obtener una autorización bancaria. De hecho, se han otorgado varias en los últimos años.
Si se quiere alcanzar un nivel de competencia todavía mayor en el sistema bancario, hay que trabajar en que existan mayores posibilidades de movilidad entre instituciones. Aquí, una regulación efectiva de portabilidad en crédito de nómina será clave, así como mejorar la transparencia y la educación financiera. Pero es un error afirmar que hay falta de competencia únicamente porque la concentración le parezca alta a algunos comentaristas.