Día a día las sorpresas sobre las medidas que Trump impone a nivel global, sí, así, impone, nos llevan a la interrogante de si asistimos a la conformación de un nuevo régimen político en los Estados Unidos de América, donde existe una “hoja de ruta” o si es a “contentillo” de cómo amanece el aficionado al golf, porque otra de las cosas es que en medio de las sacudidas arancelarias, que con su cartulina leyó en los jardines de la Casa Blanca, terminando se fue a jugar golf y sí, que el mundo se las arregle. Trump señaló que los aranceles son porque los países le están robando y abusando de la buena voluntad de su país, como si fueran los estadounidenses unos niños a los que fácilmente se les quita un dulce, vaya forma de acabar con la imagen y el poder estadounidense porque ahora nadie en el mundo confía en ellos ni se le cree a Trump porque lo mismo dice hoy una cosa y después la “pausa”, como lo de los aranceles para entrar ahora en vigor en julio. Entonces ¿quien se aventurará a invertir hoy si mañana las reglas pueden cambiar? y ya en julio podemos decir que entonces 2025 ya lo demos por perdido en términos económicos. ¿ Es esta la forma en la que acaba la globalización?
Hoy, con Trump en su segundo mandato, genera grandes dudas de si el poder que los Estados Unidos lograron alcanzar después de la Segunda Guerra Mundial están dispuestos echar a la basura al golpear cómo lo hace su presidente a sus aliados en el mundo, con una medida como la arancelaria y con ello, elevar los precios a sus paisanos incluyendo por supuesto a sus votantes) y poner al filo de la recesión económica con estas acciones a la economía norteamericana, todavía hoy la más potente a nivel global, pero la cosa es que no es tan solo lo económico lo que quiere trastocar Trump, bajo la consigna de “hacer grande a los Estados Unidos”, sino que más que en una lógica racional de algún tipo, y más con un fuerte carga racista, señala como meta de su gobierno, expulsar un millón de migrantes en un año, esto en lo doméstico, pero a nivel global ataca directo a la arquitectura de las instituciones formadas en la posguerra y se retira de ellas o cancela sus apoyos financieros.
Por otro lado, como Hitler en Alemania en los años treinta, primero y más reciente, Hugo Chávez en Venezuela, casi a diario lo vemos en un montaje mediático firmar “órdenes ejecutivas”, que no son otra cosa más que decretos que buscan evitar que pasen por el Congreso, eliminando de facto a este órgano del Estado y que por cierto, algunos ya impugnados en la Corte Suprema por inconstitucionales pero que denotan la vena autoritaria para que no haya nadie que le haga contrapeso a sus decisiones. La arancelitis que tiene Trump, por ejemplo, dice que México le debe agua por lo del acuerdo de aguas de 1944 y que sino se le da más agua impondrá más aranceles. Usa la amenaza,busca generar miedo a nivel internacional de que si no se le da lo que quiere golpea. Así ahora nuevamente tenemos que preguntarnos ¿cómo se origina el mal y cómo se normaliza en una sociedad?
Trump, como los líderes del fascismo de las primeras décadas en Europa quiere meter miedo y después “normalizarlo” en su búsqueda de la construcción de una nueva hegemonía, donde ya no quiere aliados en el mundo sino nuevas colonias y súbditos, cosa muy alejada de la nueva realidad con la que se habrá de topar en siglo XXI.
Frente a todo lo que estamos viviendo tenemos que insistir en seguir analizando y desvelando cuáles son las causas que originan estos momentos históricos, disruptivos de un orden institucional, de la democracia constitucional, que está siendo destruida por el populismo autocrático y hegemónico, y no es un ejercicio académico o intelectual, es y tiene que ser un acto político, para al tener claridad de las causas más profundas podemos encontrar las salidas democráticas y racionales al hoyo en que hemos ido cayendo diversos países, en lo que, por supuesto, estamos los mexicanos con el obradorato con y sin el fundador del movimiento.
Pero ¿cómo logran estos demagogos populistas acceder al poder?, cuando la acumulación de sentimientos de amargura, enojo o simplemente desagrado de una persona hacia alguien en particular o ante actores políticos, porque piensa que ellos le han causado un daño o los responsabiliza de la situación en que se encuentra es que se va anidando el resentimiento; cuando esto es ya de una parte de la sociedad es un resentimiento social que está presente, pero en sí mismo no altera el orden social, esto solo sucede cuando alguien lo verbaliza y crea una narrativa que homogeniza las mismas causas de ese desagrado, y además identifica por nombre y apellido a los responsables, lo mismo que a las instituciones y luego en torno a su persona edifica el liderazgo para darle un sentido político a ese resentimiento social y plantear “hacer historia”, llamando a todos esos resentidos y marginados del modelo económico y/ o político a unirse a él para tomar el poder y ya desde ahí modificar ahora las “reglas del juego” a favor de todos los resentidos que lo sigan, lo lleven y mantengan en el poder. Pues eso es justo lo que hacen los populistas y ya en el poder esos líderes ha quedado demostrado en la historia que no solo no resuelven las causas que originaron el resentimiento, sino además que al destruir el orden institucional y mal gobernar las consecuencias de todo ese daño serán justo para esos “resentidos” que ya se han convertido en fanáticos del líder y que desafortunadamente en su gran mayoría de ellos son los más pobres.
Lo que vemos con Trump no nos es ajeno, no solo por la vecindad y todas las relaciones que se están trastocando, sino porque en esencia es lo que ya en México está incubado y el reto es entenderlo antropológicamente y encontrar la salida democrática y constitucional. El populismo autoritario y hegemónico tiene como una de las características esenciales para irse cimentando en la sociedad inculcar el miedo, el miedo como una forma de dominación y de amenaza permanente sobre cualquier individuo que ose simplemente no comulgar con las ideas o los métodos de actuación de los líderes y del movimiento autocrático, y así con el miedo crear la pasividad o inacción de actores sociales y políticos o de instituciones para, de esa manera, ir ocupando esos espacios por parte del movimiento y acrecentando el poder personal del líder. Así, con Trump, como con los populistas autoritarios de todos lados, hoy ese es el reto a vencer, y que pueda renacer un modelo de desarrollo justo y democrático en una sociedad plural y globalizada.