Merari Noemí García Mejía es una madre soltera de 19 años. Sus tenis, su biblia y su maleta estaban entre los objetos encontrados en el campo de tortura y adiestramiento del rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco; sin embargo, su familia se niega a darla por muerta.
“No hay certeza de que ella haya muerto ahí. La fiscalía nos dijo que al incinerar los cuerpos, las osamentas fueron expuestas a muy altas temperaturas y va a ser difícil sacar el ADN”, expresó a El Financiero, Rubí, hermana de Merari Noemí.
“Mientras no tengamos una respuesta del gobierno no podemos dar por muerta a mi hermana, tenemos la esperanza de que aún pueda aparecer con vida”, agregó.
Al igual que decenas de jóvenes, Merari Noemí desapareció en la central de autobuses de Zapopan, Jalisco, a donde fue a atender una falsa oferta de trabajo.
Se presume que fue reclutada forzadamente por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Noemí García sería víctima del reclutamiento forzado del CJNG
Ella es la segunda de tres hermanas y vivía en Zapopan.
De acuerdo con su familiar, era una mujer golpeada, por lo que se separó de su pareja, con quien procreó un niño, hoy de un año de edad.
Para afrontar su situación, Merari Noemí buscó un empleo.
Un mes trabajó en una empresa de seguridad de Jalisco, luego vio una oferta de un empleo similar, mucho mejor pagado.
Le dijeron que iba a ir a otro estado, le darían hospedaje, alimentos, capacitación en defensa personal y 24 mil pesos al mes, mucho más de lo que gana un militar del Ejército mexicano.
En abril pasado, Merari Noemí comentó la oferta con Rubí, la mayor de sus hermanas.
“Yo le dije que no podía ser cierto, que tuviera cuidado porque parecía un engaño. Pasó el tiempo, pensé que ya se le había olvidado, pero el 20 de mayo de 2024 fue en busca de ese trabajo, fue el último día que la vimos”, explicó Rubí.
Ese mismo día, Merari Noemí hizo una publicación en su cuenta de Facebook, la última que aparece en su muro. Son fotografías de cómo iba vestida, sus maletas y sus tenis.
Han pasado 10 meses y la única pista que en ese lapso tuvo la familia fue el rastreo que la Policía Cibernética hizo al teléfono de la joven, que concluyó que la última llamada que hizo fue en la central de autobuses de Zapopan.
El 5 de marzo pasado, día en que los colectivos ingresaron al rancho Izaguirre, Rubí vio los tenis y maletas de su hermana, así como una biblia gris, edición especial, que su madre le regaló.
Con la esperanza de que su hermana esté con vida, Rubí le pide que regrese a casa. “Es un infierno no saber de ella. No la vamos a juzgar por lo que sea que la hayan puesto a hacer”.
A quienes se la llevaron les pide ponerse en los zapatos de las miles de familias que tienen una hija desaparecida. “Ellos también tienen familia y no les gustaría que a uno de sus integrantes les pasara algo similar”.