Han pasado los primeros meses de la administración de la Dra. Claudia Sheimbaum Pardo (CSP) en la presidencia de México, y este cierre de año nos invita a reflexionar sobre las implicaciones del camino seguirá a partir de ahora, particularmente una vez que ya se ha definido a Donald Trump como el ganador de las elecciones en Estados Unidos.
La importancia de la resolución de las elecciones norteamericanas radica en la compleja relación estratégica que guarda nuestro país con el vecino, misma que definirá de manera importante el perfil económico, financiero y político que habrá de adoptar la aun incipiente administración frente a los retos que la agenda del nuevo presidente norteamericano imponga. Trump, conocido por su retórica nacionalista y su enfoque duro en temas migratorios y comerciales, representaría un escenario complejo para la administración de Sheinbaum.
En todo caso, la gran pregunta es si en su agenda pública Sheimbaum se decidirá por un cambio que busque aprovechar estratégicamente las oportunidades y enfrentar los nuevos retos, o si optará por continuar con la inercia impuesta por la pesada agenda pública de su antecesor, cuyas implicaciones aún están vigentes en muchas áreas de nuestro día a día.
Internamente, por ejemplo, en materia económica, la pesada carga financiera de los programas públicos (subidos a derecho constitucional en la pasada administración, pero cuya evaluación de impacto aun no existe), la señal parece ser la continuidad, aunque esto conlleve a reducir de forma importante el presupuesto asignado a otras áreas que podríamos considerar fundamentales en el desarrollo de largo plazo, como la educación y la salud.
En materia de seguridad, la gravedad de los altercados presenciados en estos primeros meses a lo largo del país parecieran no alterar la trayectoria de la política de seguridad definida también desde la pasada administración, con una visión resumida en la frase “abrazos, no balazos”, pero cuya eficacia, enraizada en erradicar la pobreza a través de transferencias, no se ha probado.
Y así con otros temas como por ejemplo la muy delicada situación financiera de Pemex, la conclusión y continuidad de obras insignia de la administración anterior (como el Tren Maya) cuya rentabilidad es aun muy negativa, la implementación de la reforma al sistema judicial a través de elecciones, o el cierre de los organismos autónomos.
Por otra parte, Donald Trump, tanto como presidente como candidato, ha sido un político tajante, de políticas públicas directas que conectan con su base electoral, y de convicciones contrarias a la corriente que ve en la globalización y el comercio internacional una herramienta de progreso, y que además, tiene en el combate al narcotráfico y la erradicación de la alarmante adicción al fentanilo, una excusa para imponer sansiones económicas importantes en perjucio de industrias clave en el desarrollo de nuestro país posterior a la pandemia, como lo son el acero, el cemento, y la industria automotriz.
En este caso, una afectación a esta última, destruiría complejas cadenas productivas y de valor que se han construido en torno a plantas industriales y de ensamblado automotriz que ven en el mercado norteamericano su objetivo, y en México, el lugar de aprovechamiento estratégico de ubicación ideal por su cercanía.
Y he aquí que las agendas políticas y económicas se entrelazan, pues de la respuesta de Sheimbaum y su administración en materia de seguridad y combate al narcotráfico dependerá su capacidad de negociación comercial, con la desafortunada agraviante de que el perfil económico de ambos pareciera ir en contra de la integración del comercio internacional, y más a favor de una política de fomento a la industria nacional de cada país, a cualquier costo.
Ante todos estos retos, Sheinbaum necesitará combinar firmeza diplomática, pragmatismo económico y una política estratégica que refuerce su legitimidad como líder internacional, pero atendiendo las fuertes demandas sociales internas de sus ciudadanos.
Al final, el éxito de su administración, de la cual dependemos todos, dependerá de cómo maneje estas tensiones bilaterales, y también de su capacidad para mantener la cohesión y el respaldo dentro de un México que no es el mismo, y cuyo destino dictado por los enormes cambios impulsados este año, aún estamos procesando.