Guerra arancelaria. ¿Es está la solución a los problemas que delimitan la agenda pública del presidente de EE. UU., Donald Trump e inciden de manera directa sobre nuestro país? Guerra ecológica, la que vivimos los nuevoleoneses de la Zona Metropolitana de Monterrey, particularmente en esta semana que concluye, donde los incendios y vientos feroces hicieron de nuestro aire el más contaminado, a niveles tóxicos, del planeta.
Guerra en movilidad, la que padecemos desde hace ya muchos años, y que pese a todos los esfuerzos de política pública, no parece tener fin.
Al margen de las otras guerras que día a día se viven entre grandes naciones, o como las vivimos en cada ida al mercado o al cargar gasolina al ver que nuestro poder adquisitivo se ha diluido de forma intempestiva, estos tres grandes temas anteriores conllevan costos económicos y sociales importantes, y reflexionar un poco sobre ellos es el objetivo de la columna de hoy.
Queda claro que, en materia de comercio internacional al igual que en otros temas de política económica, vivimos un retroceso importante.
El solo hecho que en el año 2025 estaríamos negociando imposiciones arancelarias severas por parte de nuestro principal socio comercial, y que esa amenaza es compartida con otras naciones como Canadá, era algo impensable allá en los cada vez mas lejanos años 90 que cursé la licenciatura, y en donde la globalización e integración económica de la mano de la revolución en el diseño y evaluación de programas sociales focalizados que sustituían a la asistencia social, eran la novedad en el estudio de la ciencia económica.
Ahora, pareciera que todo eso que aprendimos, se diluye en los discursos de proteccionismo y nacionalismo que se percibe en cada país involucrado, y cuyo verdadero costo lo terminaremos pagando aquellos quienes somos los “consumidores de a pie”, con escasez, inflación, mayores tasas de interés, y menores expectativas de ingreso y empleo.
Por otra parte, el tema de la calidad de aire es uno que merece un análisis profundo para nuestra Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM). ¿Qué ha detonado los niveles de contaminación a sus alarmantes indicadores actuales? ¿Cuánto contribuyen y contribuimos a este problema las distintas industrias, los automóviles, el transporte público, los hogares, y la refinería de Pemex? ¿Existe una solución de largo plazo que utilice los mecanismos de mercado en forma de cuotas y tarifas, o se requiere una intervención pública directa de corto plazo en forma de cierres preventivos y sanciones legales?
El hecho de que hay mucho necesario por hacer, y que no se vean acciones concretas, también transmiten los costos a los ciudadanos que tienen que respirar un aire tóxico detonando alergias y problemas respiratorios y cardiovasculares, justo en un contexto de escasez de medicamentos y saturación de servicios públicos de salud.
Finalmente, la guerra diaria que todos vivimos al enfrentar un enemigo común ya ubicado entre la percepción pública como prioritario de combatir: la congestión y falta de movilidad en nuestra ZMM. En el informe del sábado pasado sobre los resultados de la Encuesta de Percepción Social “Así Vamos, Nuevo León 2024”, realizada conjuntamente por Como Vamos Nuevo León, y el Centro de Investigaciones Económicas de la Facultad de Economía, UANL, el tema de movilidad ha escalado en las prioridades públicas para ubicarse en la dominante primera posición de la agenda pública.
El incremento en las tarifas, la falta de unidades, el exceso del uso de automóvil privado y el incremento en el tiempo de traslado de todos los usuarios, son temas que hemos cubierto en distintas columnas en estos casi 10 años que tengo la oportunidad de colaborar.
La movilidad está en el corazón de grandes temas económicos como la desigualdad de género, en oportunidades educativas, en materia de salud mental y física, e incluso en el acceso a empleos mejor pagados o la rentabilidad de la inversión, y es por eso por lo que su solución no es simple y requiere un verdadero plan urbano y una estrategia colectiva que coordine los distintos ámbitos de gobierno y sociales.
Estas guerras que hemos aprendido a vivir cotidianamente, cuyos héroes silenciosos pasan desapercibidos en forma del trabajador que tiene que levantarse cada día más temprano para llegar a su jornada laboral, el ama de casa que debe hacer verdaderos milagros con un presupuesto limitado y poder adquisitivo erosionado, el empresario que enfrenta expectativas económicas desfavorables en sus ventas, o del estudiante que después de largos y tardados trayectos llega exhausto para comenzar su formación, requieren verdaderas estrategias y acciones concretas que aproveche lo aprendido en nuestra historia donde la participación activa de todos es necesaria, y de gobiernos que reconozcan que la solución simple a todos estos y otros problemas, nunca ha existido.