Sin duda, al margen de lo complicado del entorno económico nacional e internacional, adverso en expectativas y ante el retroceso en los procesos de integración económica, para la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) los grandes temas sociales que, en los últimos dos años, han girado en torno a la sustentabilidad ambiental de la misma, y su importancia en la capacidad para garantizar un desarrollo sostenible en el largo plazo.
En este mismo espacio hemos tocado en otras ocasiones los graves retos en materia de agua y la movilidad, hoy quisiera compartir algunas reflexiones sobre otro tema que ha tomado las primeras planas de medios y que, sin duda, se une a la compleja problemática de nuestra entidad: la calidad del aire.
La contaminación del aire en la ZMM se ha consolidado como un problema de primer orden, no solo en términos ambientales y de salud pública, no solo en términos ambientales y de salud pública, sino también desde una perspectiva económica.
A menudo se subestima el impacto que la mala calidad del aire tiene sobre la productividad laboral, el gasto en salud, la atracción de inversión y la calidad de vida de los ciudadanos. Sin embargo, al cuantificar estos efectos, se revela un costo significativo que socava el crecimiento económico sostenible de la región.
Uno de los mecanismos más evidentes a través de los cuales la contaminación impacta la economía es la reducción en la productividad laboral. Estudios internacionales han demostrado que la exposición prolongada a partículas finas (PM2.5) y otros contaminantes genera fatiga, disminución en la función cognitiva y un aumento en la tasa de ausentismo laboral.
En Monterrey, donde la actividad industrial y el transporte pesado son fuentes primarias de emisiones, los trabajadores expuestos a altos niveles de contaminación ven afectado su desempeño, lo que reduce la eficiencia y productividad del mercado laboral.
De manera similar y no menos importante, la contaminación compromete la acumulación de capital humano a largo plazo, una de las joyas de nuestra corona social en la entidad. Salud y educación son, para términos prácticos, complementos necesarios en la calidad de vida de las personas y codependientes en la formación de nuevo capital humano.
La exposición crónica a contaminantes durante la infancia está asociada con menores logros educativos y mayor incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares en la adultez, lo que limita el potencial productivo de futuras generaciones. Así, los costos económicos de la contaminación no solo afectan el presente, sino que erosionan el crecimiento de largo plazo al deteriorar la calidad de los recursos humanos disponibles.
Por otra parte, los costos sanitarios derivados de la mala calidad del aire representan una carga significativa tanto para el sector público como para los hogares. En la ZMM, las enfermedades respiratorias crónicas, los infartos y otras complicaciones asociadas con la contaminación generan una presión constante sobre el sistema de salud, considerado uno de los mejores a nivel nacional. El incremento en la demanda de servicios médicos no solo implica un mayor gasto gubernamental en atención hospitalaria y medicamentos, sino que también representa una carga financiera directa para las familias afectadas.
Además, la contaminación genera externalidades negativas que afectan a toda la economía. Por ejemplo, el deterioro ambiental reduce el valor de los bienes raíces en zonas con alta concentración de contaminantes, desincentivando la inversión inmobiliaria y reduciendo la recaudación fiscal derivada de este sector. Asimismo, las empresas enfrentan costos más altos debido a la menor disponibilidad de trabajadores saludables, lo que afecta su competitividad y capacidad de innovación.
El deterioro ambiental en Monterrey también tiene implicaciones sobre la atracción de inversión extranjera directa (IED), mermando gravemente las ventajas que aún prevalecen en la región por concepto de relocalizacion geográfica, o nearshoring. A nivel global, los inversionistas consideran cada vez más factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) al tomar decisiones de localización. Una ciudad con altos niveles de contaminación enfrenta dificultades para atraer empresas que buscan minimizar riesgos regulatorios y garantizar condiciones óptimas para sus empleados.
Adicionalmente, el turismo y los sectores relacionados con el ocio y el entretenimiento se ven afectados por la mala calidad del aire. Monterrey, que ha intentado posicionarse como un destino atractivo para convenciones y eventos internacionales, enfrenta un reto reputacional cuando la contaminación se vuelve un problema recurrente.
La falta de aire limpio no solo impacta la percepción de la ciudad, sino que reduce el gasto turístico y las oportunidades de crecimiento en el sector de servicios.
En conclusión, los costos económicos de la contaminación del aire en la ZMM son innegables y multidimensionales. Más allá de los efectos inmediatos en salud y productividad, la mala calidad del aire compromete el crecimiento de largo plazo al afectar la acumulación de capital humano, reducir la inversión y erosionar la competitividad de la región.
Es imperativo que tanto el sector público como el privado dasarrollen y adopten estrategias que mitiguen estos efectos adversos.
Políticas públicas orientadas a la reducción de emisiones, el fortalecimiento del transporte público y la promoción de tecnologías limpias no solo contribuirían a mejorar la calidad del aire, sino que generarían beneficios económicos sustanciales al reducir costos sanitarios, incrementar la productividad y mejorar la continua atracción de inversión en el entorno adverso actual.
En última instancia, la contaminación del aire no es solo un problema ambiental, sino constituye desde ya es un desafío económico que requiere soluciones basadas en datos y en una visión de desarrollo sostenible. Ignorar sus costos equivale a comprometer el futuro de Monterrey como un polo de crecimiento competitivo que sea compatible con la calidad de vida de sus ciudadanos.