En los prolegómenos del cónclave aparecen en el escenario muchas señales de especulación y ansiedad. Más allá de la confrontación entre el legado de Francisco, una agenda progresista, de apertura, de inclusión, con énfasis en inmigrantes y desfavorecidos, con el ala conservadora que exige regresar a la disciplina doctrinaria, a cerrar la puerta a divorciados, preferencias sexuales divergentes y mujeres.
Hasta ahí el eje del debate. Pero hay muchas más dificultades.
La variedad geográfica, cultural y pastoral de los 133 electores que no se conocen y que están más inclinados a una Iglesia de la periferia, de los barrios, las comunidades y las parroquias, que a los pasillos palaciegos del Vaticano.
En esta confrontación aparecen campañas en redes sociales que difunden mensajes especulativos y claramente falsos.
Que si Pietro Parolin (70 años), exsecretario de Estado y presidente del cónclave con 38% de las preferencias, según el Corriere della Sera, sufrió un desmayo en días recientes.
Que si Luis Antonio de Tagle (67), la estrella filipina, continuador de Francisco, fue un desastre en la administración de la Organización Mundial Caritas del Vaticano.
Que si a Matteo Maria Zuppi (69), arzobispo de Bolonia, lo persigue una sombra de escándalos administrativos y encubridor de abusos.
La guerra de desprestigio y las campañas para destruir la reputación de los aparentes punteros en la sucesión se han desatado en redes sociales y corrillos romanos.
Pero los que votan, los que verdaderamente votan –133 cardenales electores– se mantienen ajenos a esas maledicencias. Saben que están orquestadas desde fuera por grupos de interés que responden a muy diversos propósitos.
Curiosamente, ninguno de los llamados “duros”, entre los conservadores de línea doctrinaria más estricta, se enferman ni tienen escándalos ni les pasa nada.
Lo que, según algunos expertos, ubica el origen de los trolls o los bots de mensajes, en redes provenientes de países acostumbrados a esa guerra digital.
Por lo pronto, el mensaje luminoso y en algún sentido recriminatorio del cardenal decano Giovanni Battista Re en la misa pro papa, la protocolaria celebración eucarística previa al inicio del cónclave, llamó a “elegir con la responsabilidad humana y eclesial, evitando consideraciones personales y mirando por el bien de la Iglesia y de la humanidad” parece una advertencia de decisión a conciencia.
El llamado es leído como una señal de que prevalece el desacuerdo al interior del Colegio Cardenalicio, o más aún, de que no existe un consenso que unifique a los príncipes de la Iglesia.
Según breves declaraciones de los cardenales en momentos fuera del Vaticano, esto no se trata simplemente de una sucesión, de quién será el nuevo que se siente en el trono de San Pedro.
Se trata de un nuevo líder, de una visión que construya unidad y consenso, que avance en el sentido que el mundo demanda y necesita. No es un nombre en el lugar de otro.
El reto que enfrentan los cardenales no es menor. Los diálogos con expertos vaticanistas señalan con énfasis que es un momento coyuntural en la historia.
¿El mundo necesita esa Iglesia de avanzada que postulaba Francisco?, ¿el mundo necesita volver a la doctrina rígida, inamovible, de valores muy sólidos y bien cimentados, que evite la confusión?, ¿estas visiones son excluyentes?, ¿si se inclina por una, automáticamente descalifica la otra?
En un mundo gravemente polarizado, con líderes de todos los matices que afirman ser dueños de la verdad absoluta en cada región del planeta, con guerras en curso, cuyos comandantes y presidentes se niegan a negociar y pactar la paz, con nuevos ataques a horas del inicio del cónclave (India y Pakistán) asumir el liderazgo de la Iglesia católica universal parece un desafío mayúsculo.
¿Cómo avanzar sin romper, cómo progresar hacia una institución más moderna, dialogante e incluyente que evite la fractura y la división?
Estas son algunas de las preguntas presentes en las Congregaciones Generales.
El inicio del cónclave, con todo su protocolo centenario, con la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, que establece criterios precisos para los escrutadores y auditores, cancela toda posibilidad a una elección manipulada o pre acordada.
La primera fumata negra el miércoles en la noche anticipa los votos divergentes, que, según la historia y las escasas crónicas del secretivo cónclave, se irán unificando en torno a dos o tres personajes a medida que las rondas de votación avancen.
El cabildeo parece haber arrancado entre grupos regionales, espirituales, litúrgicos, nacionales y hasta políticos. Aguardamos expectantes las señales de la chimenea sixtina.